AUTOR: AMANCIO PAMPLIEGA
Ediciones NAPA,
Libro Paraguayo del Mes, Nº 22 – Agosto 1982
2ª Edición. 208 Páginas
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Podrá ampliar la información sobre el autor y el ÍNDICE del libro en:
http://www.portalguarani.com/autores_detalles.php?id=911
Consultas: info@portalguarani.com
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** En el otoño de sus años, decantadas las pasiones y con la perspectiva que da el tiempo, el General de Brigada (SR) don Amancio Pampliega ha decidido dejar para el juicio de la posteridad y el conocimiento presente sus recuerdos personales. Pocos como él tan autorizados para hacerlo, luego de haber mantenido una misma línea de conducta -tras largos años de vestir el uniforme- al amparo hoy de una vida digna y austera, pese a haber ocupado, o acaso por ello mismo, posiciones encumbradas en la dirigencia política y militar del país.
** Es, sin duda, el General Pampliega un producto de su tiempo; de un tiempo pretérito signado por la sobriedad de las costumbres y el respeto de los viejos valores que han dado esencia y moldeado, de siempre, a la nacionalidad. Amancio Pampliega conoció de una infancia parecida a la de quienes, como él, crecieron con el siglo. Fue testigo de los incipientes años de la aviación, de las pestes que arrasaban nuestra geografía en sus primeras dos décadas y de las diferencias políticas que se dirimían entonces.
** En el año 1916 se produce un acontecimiento decisivo hacia un redescubrir de los valores intrínsecos del Ejército: la puesta en funcionamiento, bajo la iniciativa y dirección del Coronel Manlio Schenoni Lugo, de la Escuela Militar, institución de meritoria trayectoria desde entonces y entre cuyas paredes y bajo cuyos anchos techos, el concepto hacia lo militar -por parte del elemento civil- adquirió una mueva noción. Quedaba atrás la imagen deslucida del militar golpista, del oficial que para muchos era tal porque, en sus hogares, sus padres no supieron cómo desembarazarse de él, en fin, del oportunista o libertino que hacía de la carrera de las armas el refugio de su inoperancia.
** Las concepciones propias de la época, aún fuertemente influenciadas por la revolución francesa, denigraban al militar en el campo civil. Golpear las puertas de los cuarteles era moneda corriente, a la búsqueda del apoyo de las presillas para fines reñidos con la democracia. La Escuela Militar de Schenoni -porque fue tan suya como del país en los primeros años- obró el milagro de transformar lo que era amplio consenso: muchas familias contaron en las filas del futuro Ejército, con cadetes que cursaban estudios en aquel que fuera viejo cuartel de Artillería. Lentamente comenzaría a transformarse la opinión hacia el militar. Uno de aquellos alumnos era Amancio Pampliega quien, como otros, tropezó en sus inicios con la oposición de sus mayores para proseguir la carrera de las armas.
** La sublevación militar de 1922, que se extendió hasta mediados de 1923, puso un doloroso paréntesis en la formación profesional de nuestro Ejército, cuestionando, en pocos días, todo el esfuerzo que bajo la perseverancia de Schenoni venía dando sus frutos primeros. En el vendaval de aquellos meses, Pampliega, cadete de la Escuela, hizo sus primeras armas –“fusil al hombro"- en defensa de los gobiernos de Eusebio y Eligio Ayala. Arrastrado así por una vorágine que para sus escasos 16 años resultaba incomprensible, debió, desgraciadamente, como tantos paraguayos, enfrentarse a sus propios compatriotas. Desde entonces y por espacio de exactamente un cuarto de siglo, sería protagonista de primera línea de sucesos troncales de un largo y azaroso período de nuestra vida política y militar.
** Su foja de servicios registrará luego su participación en la fundación de varios fortines antes del conflicto chaqueño, su labor como Oficial de Planta de la Escuela Militar, su presencia en Buenos Aires en 1927 al frente de una compañía de cadetes de la misma institución, su ingreso a la Escuela Superior de Guerra en 1932. Estallada la guerra, el entonces Capitán de Artillería Amancio Pampliega participa en Boquerón -setiembre de 1932- al frente de la primera de las tres baterías del grupo de Artillería No. 1 "General Bruguez". Más adelante, y luego de lucida actuación, pasa a jefaturizar el Estado Mayor de la VII División de Infantería, al mando del TCnel. José A. Ortiz. En julio de 1934 asume el mando del Regimiento Rubio Ñú, 12 de Infantería, y en agosto del mismo año pasa a comandar el Regimiento Yataity Corá, 17 de Infantería. Conduce también el "Destacamento Pampliega", compuesto de los Regimientos 9 y 17y pasa, en diciembre de 1934, de nuevo como Jefe de Estado Mayor de la VII División. En febrero de 1934 es ascendido, por méritos de guerra, al grado de Mayor y en marzo de 1935 vuelve a comandar el Regimiento Yataity Corá, en los linderos norte de nuestro avance.
** Tres veces condecorado, Pampliega se gana el aprecio del General José Félix Estigarribia, quien al término de la guerra lo designa corno su Ayudante Militar. El destino -o lo que fuere- quiso que producido el movimiento del 17 de febrero de 1936, Pampliega acompañara a Estigarribia en prisión, evidenciando su lealtad al gobierno del Dr. Eusebio Ayala. Como consecuencia de ello conoce, con otros camaradas de la guerra, los sinsabores de la prisión militar de Peña Hermosa, sin que el resquemor echara raíces en su espíritu. Reincorporado el año 1937, viaja a Europa a proseguir sus estudios, cuando la segunda guerra mundial lo obliga a retornar. Bajo la presidencia dé Estigarribia se hace cargo del Regimiento de Artillería No. 1 General Bruguez, con asiento en Paraguarí, ya ascendido al grado inmediato superior. En aquellas borrascosas jornadas, donde el conductor militar del Chaco intenta, sin conseguirlo, aquietar los ánimos, se jugaba entre bambalinas la suerte del gobierno. Pampliega, consultado sobre la mejor manera de torcer el rumbo, se niega a levantarse contra su jefe, Estigarribia. Su actitud firme, es un ejemplo en esos momentos de dubitaciones.
** La muerte trágica del Mariscal póstumo abre en él, como en tantos otros paraguayos, una herida que no cicatriza. Pero Pampliega es militar y su carrera prosigue. Precisamente, hasta aquel doloroso 7 de setiembre de 1940 abarca el relato de este primer volumen de sus reminiscencias personales que prologamos, escritas ellas en lenguaje sencillo, rico en detalles que, desapercibidos en la historia grande, hacen precisamente comprensibles muchos aspectos de nuestro pasado.
** Tras prestar su concurso de varios años en el gabinete del Presidente General Higinio Morínigo, en 1946, cuando la presión democrática se hizo notoria al calor de los triunfos aliados en Europa y el Pacífico, los vientos que soplaban por estas tierras volcaron la situación política con los sucesos del 8 y 9 de junio de 1946. El General Pampliega, que se hallaba en Buenos Aires presidiendo la delegación paraguaya a la asunción al mando del Teniente General Juan Domingo Perón, retornaba días después al país. Los principales mandos habían decidido jugarse la carta de su persona, y sugirieron su nombre para la Presidencia de la República. No era aquella una invitación meramente formal. Empero, no se consideró una arista que su carrera militar había consolidado: la lealtad. Fue leal y desestimó el ofrecimiento, en un país en el que, al decir de un dirigente político, "cualquier sargento de compañía quiere hacerse cargo de la presidencia”, lealtad que, por otra parta, no se tuvo para con él unos pocos meses después, en enero de 1947.
** Retirado Pampliega del ministerio de dfensa Nacional y del de Interior, que interinaba, precisamente ese mes y año, el Presidente Morínigo recompone su gabinete, dando forzoso acceso al Partido Colorado al gobierno de la nación, después de 42 años de llanura, para cuya contingencia habían prestado concurso protagónico entre otros, el TCnel. Enrique Jiménez en el campo militar y don Víctor Morínigo en el civil.
** En marzo de 1947 sobreviene la larga y angustiosa lucha entre hermanos, que desgarra a la familia paraguaya acaso como nunca antes en el curso de su inseguro peregrinaje político. Desde entonces, la, unidad nacional -nunca soldada del todo salvo cuando la guerra del Chaco- no pudo ser recompuesta y aun hoy, el recuerdo con fines políticos de aquel enfrentamiento preside las actitudes de muchos hombres que no entienden que él, libre de pasiones, debería quedar a la consideración exclusiva de investigadores y estudiosos, para que de sus conclusiones quitemos, en el presente, aquellos elementos que impidan la vuelta de circunstancias como las que provocaron esa contienda intestina.
** Necesario es, por ello, que los protagonistas de hechos marcadores de época dejen su testimonio, libre de pasiones, para que las generaciones futuras valoren lo que estuvo acertado y enjuicien, críticamente, lo que estuvo errado. En el caso del General Amancio Pampliega, tras siete lustros de retiro, ha saldado él la deuda que contrajo para consigo y para con la sociedad al asumir la función pública. Deuda de todos los hombres públicos, que se deben a quienes delegaron en ellos, un día, el mando y que como tales deben responder. Consecuente con este principio, el autor de estas MEMORIAS, como militar y como paraguayo, ofrece desde una perspectiva lejana, una pintura de aquellos años, con sus errores y aciertos propios; período de poco menos de veinticinco años, en cuyo transcurso se dieron las tres principales revoluciones desde que el Paraguay advino a la vida independiente, así corno una guerra internacional, la caída del Partido Liberal tras 32 años de gobierno, la implantación de una nueva Constitución en 1940 y la aparición en 1936 de un nuevo movimiento político.
** Yerran a nuestro modo de ver, quienes, con criterio y pautas extranjeras, pretenden buscar explicaciones científicas y preestablecidas a nuestros fenómenos políticos pasados; cuando ellos se han dado casi siempre a impulsos de factores emotivos y circunstanciales, propios del carácter de nuestros pueblos. De igual modo, yerran quienes muchas veces hurgan a la búsqueda de complejas explicaciones para sucesos pasados, cuando sus razones han sido simples y usualmente sin ligadura con factores ideológicos, sociológicos o de parecida tesitura. En ese contexto, las Memorias del General Amancio Pampliega, como tales, explican desde su óptica personal de protagonista y testigo vivencial, aquellos sucesos que pautaron buena parte de nuestro pasado inmediato. He ahí, a nuestro modo de ver, uno de los principales servicios que presta la obra para el esclarecimiento histórico. - ALFREDO M. SEIFERHELD
Ediciones NAPA,
Libro Paraguayo del Mes, Nº 22 – Agosto 1982
2ª Edición. 208 Páginas
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Podrá ampliar la información sobre el autor y el ÍNDICE del libro en:
http://www.portalguarani.com/autores_detalles.php?id=911
Consultas: info@portalguarani.com
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** En el otoño de sus años, decantadas las pasiones y con la perspectiva que da el tiempo, el General de Brigada (SR) don Amancio Pampliega ha decidido dejar para el juicio de la posteridad y el conocimiento presente sus recuerdos personales. Pocos como él tan autorizados para hacerlo, luego de haber mantenido una misma línea de conducta -tras largos años de vestir el uniforme- al amparo hoy de una vida digna y austera, pese a haber ocupado, o acaso por ello mismo, posiciones encumbradas en la dirigencia política y militar del país.
** Es, sin duda, el General Pampliega un producto de su tiempo; de un tiempo pretérito signado por la sobriedad de las costumbres y el respeto de los viejos valores que han dado esencia y moldeado, de siempre, a la nacionalidad. Amancio Pampliega conoció de una infancia parecida a la de quienes, como él, crecieron con el siglo. Fue testigo de los incipientes años de la aviación, de las pestes que arrasaban nuestra geografía en sus primeras dos décadas y de las diferencias políticas que se dirimían entonces.
** En el año 1916 se produce un acontecimiento decisivo hacia un redescubrir de los valores intrínsecos del Ejército: la puesta en funcionamiento, bajo la iniciativa y dirección del Coronel Manlio Schenoni Lugo, de la Escuela Militar, institución de meritoria trayectoria desde entonces y entre cuyas paredes y bajo cuyos anchos techos, el concepto hacia lo militar -por parte del elemento civil- adquirió una mueva noción. Quedaba atrás la imagen deslucida del militar golpista, del oficial que para muchos era tal porque, en sus hogares, sus padres no supieron cómo desembarazarse de él, en fin, del oportunista o libertino que hacía de la carrera de las armas el refugio de su inoperancia.
** Las concepciones propias de la época, aún fuertemente influenciadas por la revolución francesa, denigraban al militar en el campo civil. Golpear las puertas de los cuarteles era moneda corriente, a la búsqueda del apoyo de las presillas para fines reñidos con la democracia. La Escuela Militar de Schenoni -porque fue tan suya como del país en los primeros años- obró el milagro de transformar lo que era amplio consenso: muchas familias contaron en las filas del futuro Ejército, con cadetes que cursaban estudios en aquel que fuera viejo cuartel de Artillería. Lentamente comenzaría a transformarse la opinión hacia el militar. Uno de aquellos alumnos era Amancio Pampliega quien, como otros, tropezó en sus inicios con la oposición de sus mayores para proseguir la carrera de las armas.
** La sublevación militar de 1922, que se extendió hasta mediados de 1923, puso un doloroso paréntesis en la formación profesional de nuestro Ejército, cuestionando, en pocos días, todo el esfuerzo que bajo la perseverancia de Schenoni venía dando sus frutos primeros. En el vendaval de aquellos meses, Pampliega, cadete de la Escuela, hizo sus primeras armas –“fusil al hombro"- en defensa de los gobiernos de Eusebio y Eligio Ayala. Arrastrado así por una vorágine que para sus escasos 16 años resultaba incomprensible, debió, desgraciadamente, como tantos paraguayos, enfrentarse a sus propios compatriotas. Desde entonces y por espacio de exactamente un cuarto de siglo, sería protagonista de primera línea de sucesos troncales de un largo y azaroso período de nuestra vida política y militar.
** Su foja de servicios registrará luego su participación en la fundación de varios fortines antes del conflicto chaqueño, su labor como Oficial de Planta de la Escuela Militar, su presencia en Buenos Aires en 1927 al frente de una compañía de cadetes de la misma institución, su ingreso a la Escuela Superior de Guerra en 1932. Estallada la guerra, el entonces Capitán de Artillería Amancio Pampliega participa en Boquerón -setiembre de 1932- al frente de la primera de las tres baterías del grupo de Artillería No. 1 "General Bruguez". Más adelante, y luego de lucida actuación, pasa a jefaturizar el Estado Mayor de la VII División de Infantería, al mando del TCnel. José A. Ortiz. En julio de 1934 asume el mando del Regimiento Rubio Ñú, 12 de Infantería, y en agosto del mismo año pasa a comandar el Regimiento Yataity Corá, 17 de Infantería. Conduce también el "Destacamento Pampliega", compuesto de los Regimientos 9 y 17y pasa, en diciembre de 1934, de nuevo como Jefe de Estado Mayor de la VII División. En febrero de 1934 es ascendido, por méritos de guerra, al grado de Mayor y en marzo de 1935 vuelve a comandar el Regimiento Yataity Corá, en los linderos norte de nuestro avance.
** Tres veces condecorado, Pampliega se gana el aprecio del General José Félix Estigarribia, quien al término de la guerra lo designa corno su Ayudante Militar. El destino -o lo que fuere- quiso que producido el movimiento del 17 de febrero de 1936, Pampliega acompañara a Estigarribia en prisión, evidenciando su lealtad al gobierno del Dr. Eusebio Ayala. Como consecuencia de ello conoce, con otros camaradas de la guerra, los sinsabores de la prisión militar de Peña Hermosa, sin que el resquemor echara raíces en su espíritu. Reincorporado el año 1937, viaja a Europa a proseguir sus estudios, cuando la segunda guerra mundial lo obliga a retornar. Bajo la presidencia dé Estigarribia se hace cargo del Regimiento de Artillería No. 1 General Bruguez, con asiento en Paraguarí, ya ascendido al grado inmediato superior. En aquellas borrascosas jornadas, donde el conductor militar del Chaco intenta, sin conseguirlo, aquietar los ánimos, se jugaba entre bambalinas la suerte del gobierno. Pampliega, consultado sobre la mejor manera de torcer el rumbo, se niega a levantarse contra su jefe, Estigarribia. Su actitud firme, es un ejemplo en esos momentos de dubitaciones.
** La muerte trágica del Mariscal póstumo abre en él, como en tantos otros paraguayos, una herida que no cicatriza. Pero Pampliega es militar y su carrera prosigue. Precisamente, hasta aquel doloroso 7 de setiembre de 1940 abarca el relato de este primer volumen de sus reminiscencias personales que prologamos, escritas ellas en lenguaje sencillo, rico en detalles que, desapercibidos en la historia grande, hacen precisamente comprensibles muchos aspectos de nuestro pasado.
** Tras prestar su concurso de varios años en el gabinete del Presidente General Higinio Morínigo, en 1946, cuando la presión democrática se hizo notoria al calor de los triunfos aliados en Europa y el Pacífico, los vientos que soplaban por estas tierras volcaron la situación política con los sucesos del 8 y 9 de junio de 1946. El General Pampliega, que se hallaba en Buenos Aires presidiendo la delegación paraguaya a la asunción al mando del Teniente General Juan Domingo Perón, retornaba días después al país. Los principales mandos habían decidido jugarse la carta de su persona, y sugirieron su nombre para la Presidencia de la República. No era aquella una invitación meramente formal. Empero, no se consideró una arista que su carrera militar había consolidado: la lealtad. Fue leal y desestimó el ofrecimiento, en un país en el que, al decir de un dirigente político, "cualquier sargento de compañía quiere hacerse cargo de la presidencia”, lealtad que, por otra parta, no se tuvo para con él unos pocos meses después, en enero de 1947.
** Retirado Pampliega del ministerio de dfensa Nacional y del de Interior, que interinaba, precisamente ese mes y año, el Presidente Morínigo recompone su gabinete, dando forzoso acceso al Partido Colorado al gobierno de la nación, después de 42 años de llanura, para cuya contingencia habían prestado concurso protagónico entre otros, el TCnel. Enrique Jiménez en el campo militar y don Víctor Morínigo en el civil.
** En marzo de 1947 sobreviene la larga y angustiosa lucha entre hermanos, que desgarra a la familia paraguaya acaso como nunca antes en el curso de su inseguro peregrinaje político. Desde entonces, la, unidad nacional -nunca soldada del todo salvo cuando la guerra del Chaco- no pudo ser recompuesta y aun hoy, el recuerdo con fines políticos de aquel enfrentamiento preside las actitudes de muchos hombres que no entienden que él, libre de pasiones, debería quedar a la consideración exclusiva de investigadores y estudiosos, para que de sus conclusiones quitemos, en el presente, aquellos elementos que impidan la vuelta de circunstancias como las que provocaron esa contienda intestina.
** Necesario es, por ello, que los protagonistas de hechos marcadores de época dejen su testimonio, libre de pasiones, para que las generaciones futuras valoren lo que estuvo acertado y enjuicien, críticamente, lo que estuvo errado. En el caso del General Amancio Pampliega, tras siete lustros de retiro, ha saldado él la deuda que contrajo para consigo y para con la sociedad al asumir la función pública. Deuda de todos los hombres públicos, que se deben a quienes delegaron en ellos, un día, el mando y que como tales deben responder. Consecuente con este principio, el autor de estas MEMORIAS, como militar y como paraguayo, ofrece desde una perspectiva lejana, una pintura de aquellos años, con sus errores y aciertos propios; período de poco menos de veinticinco años, en cuyo transcurso se dieron las tres principales revoluciones desde que el Paraguay advino a la vida independiente, así corno una guerra internacional, la caída del Partido Liberal tras 32 años de gobierno, la implantación de una nueva Constitución en 1940 y la aparición en 1936 de un nuevo movimiento político.
** Yerran a nuestro modo de ver, quienes, con criterio y pautas extranjeras, pretenden buscar explicaciones científicas y preestablecidas a nuestros fenómenos políticos pasados; cuando ellos se han dado casi siempre a impulsos de factores emotivos y circunstanciales, propios del carácter de nuestros pueblos. De igual modo, yerran quienes muchas veces hurgan a la búsqueda de complejas explicaciones para sucesos pasados, cuando sus razones han sido simples y usualmente sin ligadura con factores ideológicos, sociológicos o de parecida tesitura. En ese contexto, las Memorias del General Amancio Pampliega, como tales, explican desde su óptica personal de protagonista y testigo vivencial, aquellos sucesos que pautaron buena parte de nuestro pasado inmediato. He ahí, a nuestro modo de ver, uno de los principales servicios que presta la obra para el esclarecimiento histórico. - ALFREDO M. SEIFERHELD
Al general pampliega,mi reconocimiento Eterno,por ser uno de los heroes de la guerra del chaco y Principalmente es y sera una de las personas mas humilde que la historia conoce !
ResponderEliminarfue uno de los Amigos Personales de mi Padre Juan Eligio Aponte Rodriguez.Sargento Primero en la guerra del chaco,del regimiento 13 tuyuti,quinta divición / tercer cuerpo.
Amigo tambien de mis Tios Román Zárate Ruiz Diaz y del Capitán Rufino Martinez.Comandante de la flotilla de guerra y del cañonero Paraguay.