LA DEFENSA DEL CHACO
VERDADES Y MENTIRAS DE UNA VICTORIA
ARCHIVO DEL LIBERALISMO
Revisión técnica: MARÍA MONTE DE LÓPEZ MOREIRA
ASUNCION-PARAGUAY
1989 (448 páginas)
PRESENTACIÓN
Este libro no debió haber sido escrito. Es lo normal que, cuando un país ha ganado una guerra, las acusaciones y las investigaciones estén de más. Pero no. El Paraguay salió triunfante del Chaco y, con todo, hay voces que se alzan iracundas para reclamar el establecimiento de responsabilidades por la victoria. Parece increíble, pero fue necesario publicar esta reivindicación del Partido Liberal. "Verdades y mentiras de una victoria", la llama su autor en el subtitulo. Había que desbrozar lo falso de lo verdadero. Había que pasar los hechos por el cedazo del documento irrefutable.
Hay un sospechoso concierto en las estocadas que desde todos los ángulos se dirigen al liberalismo, por el solo delito de haberle tocado conducir al Paraguay durante la guerra. Lo hizo con altura, sin lesionar los derechos ciudadanos, convocando a todos a cumplir con su deber porque éramos todos paraguayos. Teníamos iguales derechos e idénticas obligaciones. El patriotismo no es patrimonio de nadie y menos un privilegio, como algunos parecen creer.
¿Cuál es la razón de ese absurdo, si la contradicción cabe para hablar de un partido al que se le pide cuenta por haberse conducido a tono con la misión que el pueblo le confió en las urnas? ¿Acaso le hubieran exculpado, de haberse perdido la guerra? No, naturalmente. Por el contrario, lo hubieran convertido en blanco de todos los denuestos. Pero no más que los que le endilgaron al final de la guerra, la única ganada por el Paraguay en su historia. La explicación es simple: el liberalismo les quita el sueño a muchos, por esos extraños motivos que enturbian las almas dominadas por el encono. No caeremos en la simpleza de pretender que el liberalismo sea la expresión suprema de la cultura paraguaya, ni paradigma del arte de gobernar. Pero si hay que decir que a nadie cede la derecha en esas materias. No es más que otras fuerzas políticas, pero tampoco menos. Le tocó dirigir a la Nación en "su hora más gloriosa", y es eso lo que a algunos les cuesta admitir. Para hacerlo, hay que tener no sólo espíritu de justicia, sino también generosidad. Artículo escaso en un medio como el nuestro, zarandeado a veces por pasiones mezquinas. Pequeñeces de nuestra patología política.
Acudamos a valiosos testimonios para tratar de penetrar los vericuetos de este fenómeno, que roza las fronteras de la irracionalidad.
En su libro "De Nanawa a la paz" el padre Ernesto Pérez Acosta -el formidable Pai Pérez de tantas glorias cosechadas para Dios y la Patria- cita a Manuel Domínguez: "Los partidos políticos se guardan un recíproco odio infantil e improductivo; completan la ruina de la Patria. Falta un armisticio en la guerra política para aunar las voluntades en homenaje al ilustre enfermo que agoniza: el Paraguay".
Otro paraguayo de relieve, Eusebio Ayala, se hace esta reflexión sobre nuestras insensatas querellas: "Hemos esgrimido la Historia para condenar a las generaciones a que pertenecemos".
La Historia se ha vuelto arma política. Ya no es una disciplina científica. Lo extraño es que unos gozan de impunidad para agredir y otros están siempre condenados a aparecer en el banquillo.
Uno de los parches que se baten es el de la "indefensión" del Chaco durante la era liberal. Libros recientes ponen el dedo en la misma llaga, entre otros una obra póstuma del coronel Rafael Franco, que dispara sus dardos contra el liberalismo. Hubiéramos querido obviar esta mención, en homenaje a la concordia entre los partidos, pero nos vemos obligados a hacerla porque ciertos pasajes del libro de este distinguido soldado nos parecen desafortunados. Sin embargo, uno de sus seguidores, el capitán Juan Speratti, puso las cosas en su lugar hace varios años, en un libro que trata de nuestra marina de guerra. Speratti enumera las medidas de orden financiero, diplomático y militar adoptadas por Eligio Ayala de modo que el Paraguay estuviera en las mejores condiciones compatibles con nuestros recursos para enfrentar la guerra.
En 1987, el doctor Gustavo Riart describió minuciosamente, en su libro "El Doctor Luis A. Riart y la defensa del Chaco", los esfuerzos de su esclarecido pariente para dotar al Paraguay de organización militar, armamentos y un "paraguas" diplomático que rompiera el aislamiento internacional del país. Que uno pelee contra todos será heroico, hasta sublime, pero conduce al suicidio.
Riart fue en distintas ocasiones presidente, canciller, ministro de guerra y marina y organizador de la economía nacional. Firmó en junio de 1935 un protocolo que preservaba todos los derechos del Paraguay y, en 1938, suscribió un tratado de paz que muchos critican -no se les niega el derecho de hacerlo-, pero que era posiblemente el mejor a que podíamos aspirar en atención a las circunstancias de la época.
No se compadece con la lógica histórica que tres presidentes como José Félix Estigarribia, Luis Riart y Cecilio Báez, además del doctor Efraím Cardozo, asumieran la responsabilidad de firmar un tratado indecoroso para el Paraguay.
Una de las ocasiones en que el patriotismo de Riart brilló con mayor fuerza fue aquélla en que el senado celebró sesión secreta el 24 de mayo de 1927, con motivo de una interpelación planteada por la bancada colorada. La extensa versión taquigráfica, que abarca unas 70 páginas del libro de Gustavo Riart -complemento ideal de la presente obra-, informa pormenorizadamente sobre el ingente esfuerzo realizado bajo el gobierno de Eligio Ayala en aras de una preparación bélica aceptable del país. Los aplausos que desde todas las bancadas rubricaron la exposición de Riart hablan por sí solos. Pero está prohibido, al parecer, exhumar ciertas verdades. El límpido historial del Partido Liberal molesta a ciertos predicadores del patriotismo.
"La defensa del Chaco. Verdades y mentiras de una victoria", libro del doctor Ángel F. Ríos que hoy sale a luz en segunda edición, por cortesía del Archivo del Liberalismo, contiene una documentación precisa, completa e irrecusable. Ríos era un experto en temas militares, no sólo relativos al Paraguay sino a muchos otros países, incluidas las grandes potencias. Conocía de memoria la guerra ruso-japonesa. Disertaba, con autoridad pero sin pujos de sapiencia, acerca de la primera contienda mundial. Los más variados tipos de armas carecían para él de secretos. Tampoco los aspectos bélicos de la hecatombe de 1939-1945 le eran desconocidos.
Desde su consultorio instalado en la Argentina, Ríos seguía minuciosamente la carrera armamentista en el lado paraguayo, bajo los gobiernos de Riart, Eligio Ayala y José P. Guggiari. Cuando la Patria convocó a sus hijos, Ríos acudió de inmediato al llamado y sirvió como médico en el ejército del Chaco, desde el comienzo de la guerra hasta su final.
Vale la pena que el lector de este libro se detenga en un diálogo sostenido por Ríos con un jefe de alto coturno, que tuvo por cierto un desempeño excelente en el Chaco, en torno al armamento de que su unidad disponía en cierto momento de la guerra. La conversación es posterior a la contienda y se desarrolla en presencia de un grupo de oficiales. Como el militar sostiene que a la sazón carecía del número suficiente de ametralladoras, Ríos enumera en detalle las que poseía su unidad y los afustes que, las complementaban. Confundido, el jefe mete violín en bolsa y cambia de conversación.
Sería imprudencia bosquejar en esta presentación todos los temas tratados por el doctor Ríos en "La defensa del Chaco", porque ella exigiría un espacio mayor que el adecuado para un prólogo. Brevitatis causa, detengámonos en unos pocos.
Uno de los más agitados por la propaganda adversaria es el caso de los fusiles "mataparaguayos". Ríos ofrece un modelo de información para echar por tierra la leyenda que, con fruición morbosa, urdieron los detractores del liberalismo. Expone con argumentos el proceso de contratación, fabricación y experimentación de los fusiles en cuestión, demostrando incontrastablemente que no mataron paraguayo alguno y, en cambio, fueron armas eficientes en manos de nuestros soldados. No se nos olvide decir que, para el embarque de tales armas, intervino en España Juan E. O'Leary, cuyos discursos patrióticos son bien conocidos.
En materia de exploración del Chaco y fundación de fortines, los datos aportados por Ríos no son profusos pero sí suficientes para desenmascarar la falacia de la "negligencia" en que habrían incurrido los gobiernos del Partido Liberal. No es ocioso recordar, con Gustavo Riart, que "entre 1870 y 1905 no se efectuó ninguna expedición militar al interior del Chaco, ni se fundó ningún fortín o puesto militar". El mismo autor anota que Bahía Negra fue fundada apenas en 1903 y señala que, según un ministro de Eligio Ayala, "los pequeños fortines que estaban establecidos hasta 1904 en nuestras confines del norte, sólo tenían de tales el nombre". No se hace un capítulo de cargos sino que, a título de autodefensa, se traen a cuento realidades que los detractores del liberalismo omiten reconocer.
La exploración del interior del Chaco empieza en la primera década de este siglo con Alfredo Aponte, Crisóstomo Machuca, Francisco Brizuela, Fermín Casco, Manlio Schenoni y otros. Más tarde prosigue con Ramón Bejarano, Washington Segovia, Hipólita Radice y varios otras militares igualmente meritorios.
En 1921, un insigne jefe de nuestro Ejército, Juan B. Ayala, inicia la nueva serie de avances paraguayos en el Chaco, al fundar fortines no ya ribereños del Paraguay o del Pilcomayo, sino instalados cerca de las avanzadas bolivianas y, más tarde, a distancia de tiro de ellas.
Otros "chaqueños" de nota fueron Félix Cabrera, Federico W. Smith, Francisco Caballero Alvarez, Rafael Franco, Carlos Fernández, Arturo Bray, Alfredo Ramos,
José María Cazal, Vicente Machuca, Raimundo Rolón, Tranquilino Ortiz Cabral, Hermes Saguier y muchos otros precursores de las contingentes paraguayos que, años después, escribirían páginas inmortales de historia.
Veamos qué más nos dice Ríos. Hablemos de instituciones militares creadas bajo la égida liberal, o bien revitalizadas para que el país no afrontara inerme la prueba. En primer lugar, cabe recordar el Servicio Militar Obligatorio, gracias al cual la Nación pudo contar, al comenzar la guerra, con el esqueleto de su cuadro combatiente. Luego la Escuela Militar, donde nuestros Jefes y Oficiales absorbieron el espíritu castrense, ajeno a toda veleidad partidista por mucho que ellos tuviesen sus preferencias, como era atendible. Revísese la lista de los egresados de esa Institución y se verá que, desde 1918 hasta 1932, año en que se inicia la guerra, pasaron por sus aulas hombres de todas las extracciones, a los que no se pedía boleta partidaria.
También el Estado Mayor es obra de gobiernos liberales, que dotaron así a las huestes del Chaco no sólo de un ente capaz de dirigir su movilización sino, además, de cooperar con el Comando en Jefe para organizarlas conforme a las principios de la ciencia militar. La marina de guerra nacional, que antes se reducía a unas pocas embarcaciones de menor porte, fue igualmente modelada para que su acción se desenvolviera orgánicamente y el Paraguay pudiera mandar en sus vías fluviales, objetivo finalmente alcanzado con la incorporación de los dos cañoneros, Humaitá y Paraguay, cuya llegada desencadenó una oleada de júbilo nacional. Bajo los gobiernos liberales, el Paraguay no descuidó la educación de sus jefes militares. Además de instituir la Escuela Superior de Guerra, envió a varios países a numerosos hombres de armas y trajo del exterior misiones militares. El cuadro de oficiales pudo haber sido insuficiente, pero no improvisado. Por eso el Ejército del Chaco estuvo bien dirigido en todos sus niveles. A ello contribuyó la creación de la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva, en la que aprendieran el oficio de guerrear numerosos paraguayos de disímiles condiciones pero iguales en su pericia militar y en su amor a la Patria. Sin su concurso, es difícil imaginar cómo hubiera trazado el Ejército su luminosa trayectoria chaqueña. Y no olvidemos a los bravos oficiales de marina, que no sólo se batieron a la par de sus camaradas del Ejército, sino que formaron el cuerpo de élite reunido en los organismos de inteligencia militar. Y así como Bolivia tuvo sus espías en nuestro territorio, el Paraguay los tuvo en el suyo, antes de la guerra y durante ella. Nada se descuidaba; toda se hacía en la medida de nuestros magros recursos Humanos y materiales.
Y qué decir de la Sanidad Militar y de la Intendencia Militar, resortes vitales de la defensa, debidos a la inspiración de gobiernos liberales. Y de los Arsenales, febril colmenar donde día y noche se reparaban elementos bélicos, se fabricaban proyectiles de mano y de mortero, se calibraban armas y se acondicionaban vehículos imprescindibles en el páramo del Chaco, jaspeado de zarzales inclementes y surcado por caminos interminables, ora polvorientos, ora lodosos, que de no ser por ese auxilio mecánico hubieran bloqueado sin remedio el avance de nuestros combatientes. Y qué de la Escuela de Aviación y del Cuerpo de Zapadores, instrumentos magníficos de la defensa nacional, que en el primer caso nos dieron bizarros caballeros del aire y, en el segundo, sacrificados desbrozadores de rutas abiertas en la selva, cuando no heroicos combatientes si la necesidad así lo imponía.
Y cómo olvidar que, con medios angustiosamente precarios, el Paraguay de esa época levantó construcciones militares en toda la geografía del país: cuarteles, hospitales, líneas telegráficas y todo lo que estaba a nuestro modesto alcance. Baste decir que, ya en 1927, había tendidas 119 leguas de esas líneas.
Todo esto, "sin crédito ni solvencia en el extranjero", al decir de un escritor no siempre benévolo hacia el Partido Liberal. Porque hay que refrescarles la memoria a ciertos censores catonianos: en la era liberal, el dinero del pueblo era defendido con ferocidad de tramposos como los que hoy nos cubren de escarnio.
"En el curso de la guerra no faltaron ni escasearon las provisiones", nos dice Ríos en una de sus páginas. Elogio para el agricultor de la retaguardia y para la mujer campesina, que a veces incluso acompañó al hombre en las duras porfías del Chaco, igual que las grandes guerreras de la historia.
Todo esto se logró en un ambiente de libertad, el más propicio para las grandes creaciones humanas. Todo lo lícito era permitido. Nada se prohibía: ni la crítica a menudo implacable, ni la exteriorización de las preferencias y antipatías del público, así doliera al partido gobernante.
No podemos permanecer silenciosos, por supuesto, frente a los que dicen que fuimos al Chaco desarmados. Léase a Ríos sin pasión. Recórranse los documentos reservados que se incluyen al final del libro. Se verá que antes de la guerra y durante ella se compraron 40.000 fusiles, 1.000 ametralladoras, 60 cañones y más de 30 morteros. Aparte de lo que arrebatamos al contendor, también anotado por Ríos en su espléndida obra.
El Partido Liberal tuvo errores estando en el gobierno. Quién lo duda. Pero dejemos que nos los recuerden los adversarios y que los abulten los atosigados por rencores malsanos. La cuestión no es con nosotros, sino con la historia. Con la verdadera.
Nadie está dispensado de conocerla. Menos aún los directores de los partidos políticos. Si nos aproximamos a ella "con la mente fría y el corazón caliente", extraeremos de allí las enseñanzas que nos ayudarán a ser mejores, pero si la esgrimimos para cortar cervices de nada nos servirá, como no sea para ahondar los infortunios de un pueblo que merece otra suerte. Nuestro deber no es sembrar odios sino convivir en paz, supremo valor divino y humano.
JOSE FERNANDO TALAVERA
Asunción, 12 de abril de 1989
INTRODUCCIÓN
En el decenio anterior a la guerra del Chaco; los gobernantes de nuestro país fueron objeto de rudos ataques de parte de los sectores de la oposición, en base a la supuesta despreocupación de los preparativos para la defensa. No se escatimaron adjetivos ni denuestos, que oscilaron desde el manido e injusto mote de "legionarios", hasta el de "traidores vende-patria" o “antiparaguayos”.
La guerra terminó con resonantes triunfos militares de nuestras fuerzas que causaron admiración en todo el continente. Y los que estuvieron en el Chaco pudieron comprobar que no faltaron fusiles; cañones ni ametralladoras. A pesar de todo, los enemigos del Partido Liberal continúan afirmando que los gobiernos de la pre-guerra no habían preparado al país para la dura prueba y que si salimos triunfantes de ella, fue debido al pueblo, que suplió la falta de armamentos y equipos con su proverbial coraje y patriotismo.
La terrible campaña no tendía al propósito de estimular al gobierno en el cumplimiento de su deber, sino al de crearle dificultades y desacreditarle ante la opinión pública con móviles de mezquina, politiquería. No es aventurado asegurar que esa propaganda negativa contribuyó en gran parte a elevar la moral de Bolivia, alentándola para llevar a cabo el ataque alevoso. Además, si los dirigentes bolivianos hubieran sospechado la resistencia que le opondríamos con un ejército numeroso y normalmente equipado, habrían desistido de su programa de agresión y quizá se hubieran dispuesto a resolver el diferendo por medios pacíficos con intervención de los organismos internacionales creados por las naciones americanas.
Impresionado por aquella propaganda sistemática de la oposición, me dispuse a estudiar y verificar, con paciente empeño, todas las gestiones de los distintos gobiernos nacionales, desde 1904, para la preparación del país ante la amenaza de una invasión boliviana. Posteriormente, ya en plena guerra, seguí anotando con escrupulosidad todos los datos relativos al movimiento de tropas, a su armamento, a su equipo. Conversé con los jefes y oficiales de cada destacamento, hablé con los heridos y enfermos; requerí de todos la opinión que tenían de las armas que utilizaban y en particular del fusil español llamado por los adversarios del gobierno liberal "mataparaguayos"; visité constantemente las armerías de los cuerpos de ejército, de las divisiones, de los regimientos; intimé con los armeros. Y todos los datos que obtuve en esa constante investigación, los fui ordenando y confrontando con documentos oficiales, en espera de darlos a publicidad, para que se pudiera conocer la verdad tan escarnecida por los malos políticos.
Nuestro pueblo, trabajado por la propaganda referida, creyó en realidad que iba al sacrificio poco menos que inerme. Hasta distinguidos liberales llegaron a dudar de la eficacia de nuestra preparación para la guerra. Es que se desconocían los detalles de las distintas adquisiciones de armas y equipos, porque los gobiernos mantenían un riguroso secreto a fin de que el adversario no se informara de tales preparativos y, también, para no provocar el estallido de la guerra antes de contar con los elementos bélicos necesarios y con las cañoneras en construcción. Se tenía la dura experiencia de la guerra del 65: el mariscal López no pudo evitar la iniciación de las hostilidades. Y así, las armas y los barcos de guerra, contratados en Europa, no llegaron a tiempo al Paraguay, siendo ésta una de las causas primordiales de nuestra derrota.
Después de terminada la contienda del Chaco, posiblemente se hubiera dado a publicidad toda la documentación relativa a la preparación de la defensa y al costo de la guerra. Pero pocos meses después de finalizada aquélla, un golpe de cuartel derrocó al gobierno liberal, el que fue reemplazado por los grupos adversos más empeñados en desacreditarlo, y, en consecuencia, aquellos datos -que constituían el mejor blasón de los liberales- continúan ocultos hasta la fecha, para seguir alentando la malhadada campaña contra los supuestos "legionarios" y "vende-patria".
Para suplir la expresada ocultación, resolví publicar este libro. Los datos en él consignados no podrán ser desmentidos. Han sido obtenidos en documentos oficiales, decretos, memorias, interpelaciones parlamentarias, correspondencias con las fábricas de armas, etc., en una labor que duró más de quince años.
Este libro va destinado a la gran masa ciudadana que ignora todo el esfuerzo realizado para la defensa del Chaco; a los militares que iniciaron su carrera al comenzar la guerra y que no pudieron estar al tanto de los secretos del Estado Mayor. Este libro no es para los fanáticos envenenados por la politiquería, ya que es bien sabido que, aún cuando les entre la verdad por los ojos, seguirán gritando que fuimos al Chaco a pelear con machetes y garrotes, porque el gobierno liberal no se empeñó en la preparación del país ante la amenaza boliviana.
No es mi propósito demostrar en esta obra que el Paraguay estaba mejor preparado que Bolivia para la guerra, ni que teníamos más armas que el enemigo. Demostraré, sí, que los gobiernos liberales hicieron cuanto pudieron dentro de los recursos económicos del país, para enfrentar al contendor y que el ejército paraguayo actuó, desde el comienzo, con un efectivo y con un armamento con el cual podíamos disputarle la victoria.
Bolivia nos superó, sin duda alguna, en lo concerniente a la aviación. Sus morteros y cañones disponían de mayor cantidad de proyectiles. Contaban con tanques y lanzallamas. Pero en cuanto a poder de fuego en los combates, merced a las armas automáticas, puede asegurarse que, solamente en ocasiones, pudo aventajarnos.
La superioridad de Bolivia en aquellos armamentos, se explica por tratarse de un país con una potencialidad económica cincuenta veces superior a la nuestra y por contar con hombres multimillonarios, como el minero Patiño, con cuya renta podía solventarse una guerra de diez años contra nosotros. No debe olvidarse que Bolivia posee minas de petróleo, estaño, wólfram, oro, etc. Fundada en esa solvencia, emitió varios empréstitos internos de 150.000.000 de pesos bolivianos, los que fueron rápidamente cubiertos. Nosotros por lo contrario no pudimos colocar un solo empréstito de menor cuantía. Nuestro país, con una economía agropecuaria creada con singular esfuerzo después de la hecatombe del 70 que aniquiló la modesta riqueza pública y privada y redujo el número de habitantes a su quinta parte, no estaba en condiciones de obtener el éxito de los empréstitos bolivianos.
En la movilización de 1928, el gobierno paraguayo emitió bonos por valor de 100.000.000 de pesos, es decir, un poco más de 2.000.000 de pesos oro. De ese empréstito sólo se pudo colocar bonos por valor de 36.000.000 de pesos, en gran parte suscriptos por compañías extranjeras existentes en el país, con los cuales se pagaron los gastos de la movilización de ése año y algunas cuotas del importe de las armas adquiridas en Europa .
La financiación de la guerra se afrontó expropiando el 60 % de los giros de exportación, lo que producía apenas 4.000.000 de pesos oro al año, suma insignificante para solventar una guerra moderna. Fue necesario realizar una emisión de 785.019.440 pesos papel. Se contó también con un empréstito en el extranjero por valor de 8.000.000 de pesos argentinos y un crédito aproximadamente de 6.000.000 de pesos de la misma moneda. Los 2.895.663 pesos oro sellado que existían en la Oficina de Cambios, como encaje metálico, el 30 de diciembre de 1931, fueron invertidos en el pago de las armas adquiridas al comienzo de la guerra.
Júzguese, frente a estos datos, cuánto hizo el Paraguay dentro de su pobreza, para preparar la defensa del Chaco contra un enemigo inmensamente más rico y mucho más numeroso.
Resulta infantil creer que con machetes y garrotes -como aseguraban y aseguran los adversarios políticos del Partido Liberal- pudiéramos haber dominado al poderoso ejército boliviano, cuyas líneas se hallaban fortificadas, con nidos de ametralladoras, livianas y pesadas. Para enfrentar a ejércitos suficientemente pertrechados sé necesitan granadas de mano, cañones y morteros. Un viejo axioma militar dice lo siguiente: "Alguna vez pudo franquearse una barrera de fuego realizada por la artillería, pero jamás se ha podido cruzar una barrera formada por ametralladoras". Ello nos está diciendo que un ejército armado de garrotes y machetes, jamás podría haber superado trincheras defendidas por armas automáticas; porque antes de tenerlas al alcance de sus machetes, los soldados atacantes habrían muerto todos. Solamente los obcecados y los ignorantes pueden creer en esas historias inventadas por odios cavernarios y pasiones malsanas. Al respecto tenemos un elocuente ejemplo en nuestra propia historia: en la guerra del 65 se derrochó heroísmo en forma impresionante. De nada sin embargo sirvió el valor legendario ante la superioridad de armamentos de los aliados. En esa guerra fuimos a la lucha armados con fusiles de chispa, inventados dos siglos antes, y con cañones que en Europa se utilizaban para adornar los parques, según lo afirma Thompson en su conocida obra. Este también dice que los soldados paraguayos se llenaban de gloria en los campos de batalla, pero que invariablemente volvían derrotados. Era el fruto de la inferioridad de nuestras armas y el de otras causas, de las que me ocupo al formular un estudio comparativo entre las dos guerras.
Dicho está que los gobiernos de la pre-guerra se empeñaban en mantener el secreto de la preparación militar para tener tiempo de recibir todo el armamento indispensable para afrontar el conflicto. Y a fin de que éste no estallara con anticipación, se dio órdenes estrictas a los destacamentos del Chaco, para que eludieran todo choque con patrullas del enemigo. Nunca se explicó a los oficiales el motivo de estas órdenes. Aquel secreto y estas órdenes contribuyeron para que los adversarios políticos del gobierno dieran en decir que los "vende-patria" no tenían interés en defender la soberanía en el territorio nacional, o bien se sentían pusilánimes para afrontar el peligro.
Solamente los altos jefes del Estado Mayor y destacados miembros del gobierno conocían los motivos de aquella actitud. Por eso muchos jefes y oficiales del ejército ignoraban la verdad. Sabían estos que se habían adquirido armamentos y que estaba en marcha la fabricación de otras partidas, pero no en las cantidades reales. Este desconocimiento pude comprobarlo en conversaciones en los distintos comandos en que me tocó actuar. Como caso típico, relataré un episodio ocurrido a bordo del vapor de pasajeros "Pingo", en enero de 1935, cuando, después de pasar unos meses de descanso, iba yo nuevamente al Chaco. A bordo encontré a varios jefes y oficiales; entre ellos a un mayor que llegó después a lucir los entorchados de general. Como en la conversación de sobremesa salió a relucir la vieja cuestión de la escasez de armas con que habíamos iniciado la guerra, yo le expresé que estaba exagerando la nota y comencé a enumerar las cantidades de ametralladoras livianas y pesadas con que contaba el ejército al estallar la guerra. Dicho jefe y los oficiales me respondieron que no podía ser cierta mi aseveración. Confieso que me sentí anonadado ante tan enfática respuesta. Pero como felizmente se hallaba presente en la reunión un capitán que fue miembro del Estado Mayor al estallar la contienda, pasando luego con su jefe a organizar el II Cuerpo de Ejército con asiento en Fortín Toledo, me dirigí a él, pidiéndole que nos sacara de dudas. Y el aludido capitán, accediendo a mi solicitud, tomó la palabra para corroborar la exactitud de mis afirmaciones, expresando al mismo tiempo su admiración por él conocimiento que yo tenía de todos los detalles referidos.
Tampoco faltaban jefes que exageraban sobre el escaso armamento de que disponían sus tropas con el objeto de dar más importancia a las acciones de guerra en que habían actuado. A este respecto referiré otro episodio, ocurrido después de la guerra: en febrero de 1937, viajaba en el tren internacional juntamente con un mayor en situación de retiro y un distinguido teniente coronel del servicio activo, quienes tuvieron destacado desempeño en la guerra. En el transcurso de la conversación, uno de ellos sostuvo que al comenzar las hostilidades, las armas automáticas sólo figuraban en los papeles de los regimientos. ¿Cómo -le dije yo- puede usted afirmar eso, cuando el regimiento de caballería que usted comandaba en esa fecha, contaba con 8 ametralladoras livianan Madsen con afuste, 8 ametralladoras livianas sin afuste y 2 ametralladoras pesadas Colt, en total, 18 armas automáticas? Sorprendido por mi respuesta, ese jefe sólo atinó a decir que él se refería únicamente a la escasez de ametralladoras pesadas. Pero usted sabe -repliqué- que en reemplazo de las ametralladoras pesadas llevaban los regimientos de caballería los Madsen con afuste o trípode liviano, con el objeto de dar mayor movilidad a una unidad ligera como es la caballería. El referido jefe ya no supo qué contestar, y cambió de conversación.
Si los jefes y oficiales que actuaron desde el comienzo de la lucha no conocían con exactitud el armamento de que disponía el ejército mucho menos lo sabían los oficiales que se graduaron después de estallada la contienda. Y unos y otros sufrieron la influencia de la propaganda desatada contra los gobiernos liberales sobre la indefensión del Chaco.
Pero si nosotros estábamos convencidos de nuestra falta de preparación guerrera, Bolivia lo estaba igualmente. Sus observadores y espías militares comunicaban a su gobierno lo que leían en nuestros diarios opositores y lo que escuchaban en los corrillos de la calle Palma. Y ya sabemos lo que en ellos se afirmaba. Hubo sin embargo, un general boliviano que residió muchos meses de incógnito, en el Paraguay, estudiando nuestras posibilidades para la guerra. Este general, de apellido Gumusio, llevó a Bolivia una impresión bastante aproximada a la verdad. Estuvo en Asunción hasta poco antes de iniciarse las hostilidades, cuando todo el material comprado en Europa había llegado. Advirtió al Estado Mayor boliviano que el Paraguay podía tener en jaque a Bolivia. Pero como dicho Estado Mayor había recibido noticias constantes de sus enviados, opuestas a las informaciones del general Gumosio, estas fueron tomadas como erróneas y poco faltó para que el general fuera acusado de impostor y cobarde.
El coronel Toro, uno de los grandes jefes bolivianos, refiere en su libro titulado "Mi actuación en la campaña del Chaco" que cuando quiso advertir al gobierno de su país que el Paraguay había recibido de Europa una regular cantidad de armamentos, sus manifestaciones no fueron aceptadas por las mismas razones expresadas más arriba.
Después de terminada la guerra, los generales bolivianos se arrepintieron de haber echado en saco roto las advertencias del general Gumusio. Esto me lo refirió un señor respetable de Formosa que vivió unos meses en la localidad de Villa Montes y alternó con aquellos jefes.
Respecto a este estado espiritual reinante en Bolivia, referiré una conversación sostenida con una persona allegada a algunos jefes bolivianos destacados en el Chaco. Me refiero al señor Jorge Alemán, proveedor del ejército boliviano. Este señor, cuyo trato rehuía yo en razón de sus anteriores funciones comerciales, estando en la confitería Richmond de Formosa, me hizo invitar a su mesa. No pude por cortesía, rechazar la invitación y la acepté con el fin de aclarar ciertos datos que me interesaban. El señor Alemán a manera de satisfacción, me dijo que no tenía yo motivo para estar disgustado con él, puesto que no era sino un simple comerciante que trató con los bolivianos en la misma forma en que pudo haberlo hecho con los paraguayos. Entramos enseguida en el tema que me interesaba: la guerra. Mientras conversábamos, mi interlocutor que era aficionado al buen whisky, bebió varias copas seguidas, adquiriendo ese estado espiritual en que el hombre se siente propenso a decir la verdad. En esas condiciones habló de la batalla de Boquerón, refiriendo que al comenzar ésta, él se hallaba en Fortín Muñoz, en la casa del general Quintanilla, amigo suyo, quien le brindaba distinciones muy particulares, hasta el punto de hospedarle en su propia casa. Dijo que, cuando nuestro ejército atacó a las fuerzas bolivianas fortificadas en dicho lugar, el general Quintanilla no concedió importancia al ataque, manifestando que todo se reducía a que quinientos paraguayos locos se lanzaban a una aventura y que serían liquidados. El señor Alemán le habría significado que el número de paraguayos lanzados contra Boquerón no sería de quinientos sino de cinco o diez mil, teniéndose en cuenta que en cualquiera de las revoluciones paraguayas habían sido movilizados más de cinco mil hombres. Quintanilla le respondió, muy molesto, que él sabía lo que decía y estaba seguro de que el Paraguay no tenía armas para equipar a más de dos mil hombres.
La discusión se hizo tan agria, afirmó el señor Alemán, que el general Quintanilla casi lo despidió de su casa. Aquél optó por callarse y no volver a hablar sobre el asunto. Cuando el Fortín Boquerón se rindió con sus fuerzas, el general Quintanilla llegó compungido y triste a su casa, dando la noticia y expresando que el señor Alemán había tenido razón, puesto que el contingente atacante estaba compuesto por tres mil hombres, según informaciones recibidas desde Yujra.
Así como opinaba el general Quintanilla, respecto a la potencialidad paraguaya, opinaban desde el presidente Salamanca hasta el último soldado boliviano. Ello era debido a la gran propaganda de nuestros diarios opositores que tomaron el asunto con fines políticos, expresando que el gobierno no se empeñaba en armar al país. Puede juzgarse el resultado de esa prédica que sirvió para alentar a Bolivia a realizar la agresión. Si este país hubiera sospechado que en el término de un mes podríamos movilizar y trasladar al Chaco alrededor de 17.000 soldados, con más de 400 ametralladoras y 60 bocas de fuego entre cañones y morteros, a buen seguro que no se hubiera atrevido a agredirnos y nos hubiera dado tiempo para prepararnos mejor, o al menos para intentar un arreglo por medios pacíficos que nos hubieran beneficiado porque nuestros títulos eran indiscutibles.
La sistemática reserva que los gobiernos adoptaron en los preparativos para enfrentar a Bolivia produjo, desde el punto de vista militar, un brillante resultado: el enemigo movilizó, en los comienzos de la guerra, sólo una mínima parte de sus recursos, creyendo que el Paraguay estaba inerme y que fácilmente sería eliminado del Chaco. Pero esta reserva fue de resultados funestos para el Partido Liberal, que tenía la responsabilidad del gobierno. Sus adversarios aprovecharon esta actitud patriótica, por incomprensión o mala fe, para acusarle de que no tenía interés en defender el Chaco. Esta formidable propaganda contribuyó de manera decisiva al derrocamiento de dicho partido, el 17 de febrero de 1936, pese a las categóricas victorias obtenidas, porque aun después del triunfo, los adversarios políticos argumentaban que aquéllas fueron conquistadas merced al valor del pueblo, que habría ido a la lucha sin organización y sin armas.
Sea, pues, también este libro, un homenaje a los esclarecidos ciudadanos que desde el gobierno hicieron tanto por el ejército y por la economía del país, a tal punto que colocaron a la nación en condiciones de afrontar con éxito la dura prueba a que fuera sometida en la guerra del Chaco; a esos ciudadanos que arriesgaron sin vacilaciones el porvenir de la agrupación política a que pertenecían y aún su propio prestigio, en aras de los intereses superiores de la patria.
CAPÍTULO I
LAS PRIMERAS ADQUISICIONES
Cuando el Partido Liberal llegó al poder, en 1904, nuestro parque estaba casi vacío. Apenas había 2.000 fusiles Wetterli (suizos) de modelo anticuado y algunos centenares de fusiles Remington, una batería Krupp de 75 milímetros y otra de 80 milímetros, es decir, un total de 8 cañones, muy anticuados, con cierre a cuña y sin mecanismo de retroceso, por cuya razón, a cada cañonazo, saltaban de 5 a 6 metros. Esos cañones y fusiles nunca fueron utilizados, ni siquiera en las revoluciones sobrevenidas después de 1904. Sólo en la época del gobierno del coronel Escurra fueron comprados 8 cañones-ametralladoras Maxim de 37 milímetros, que en aquella fecha eran armas modernas. Es decir que, prácticamente, estábamos inermes e incapacitados para afrontar cualquier conflicto internacional. Ese era el balance de 30 años del gobierno anterior. Y no se arguya que por entonces no existía la cuestión del Chaco, ya que ese problema surgió al poco tiempo de terminada la guerra de la Triple Alianza. Tan es así que el primer tratado fue firmado en 1879, y se le denominó: Tratado Quijarro-Decoud. El otro, que se firmó en 1887, llevaba el nombre de Tamayo-Aceval; y el tercero, concertado en 1894, llamábase Ichazo-Benítez. Por "esos tres tratados se cedía a Bolivia las dos terceras partes del Chaco. Felizmente para el Paraguay ninguno de ellos fue ratificado por los respectivos congresos. Pero esos protocolos sirvieron de base a las pretensiones bolivianas sobre el territorio del Chaco, y constituyeron posteriormente un obstáculo insalvable para llegar a un acuerdo pacífico entre las partes.
La preocupación del primer gobierno liberal surgido después de la revolución de 1904 fue la defensa del país.
Para tal efecto se formularon varios planes: uno relativo a la formación de un ejército de 10.000 hombres, otro para 15.000 y el tercero para 50.000. Por razones de urgencia se puso en práctica el primer plan o sea el de formar un ejército de 10.000 hombres, pero con miras de completar en el futuro el armamento para 30.000.
En 1906 partió para Europa el propio ministro de guerra, coronel Duarte, quien se dirigió a Alemania, llegando hasta las grandes fábricas de armamentos que había en dicho país, las que, en esa época, eran las más afamadas del mundo. En dichas fábricas se adquirieron los siguientes elementos de guerra:
Fusiles máuser de infantería (calibre 7.65) - 8.500
Carabinas máuser, para caballería - 1.500
Cañones Krupp de montaña de 75 milímetros) - 8
Ametralladoras pesadas Maxim (calibre 7.65) - 6
Proyectiles de cañón (calibre 75 milímetros) - 5.000
Cartuchos para máuser (calibre 7.65) - 7.000.000
Sables de caballería - 1.000
Pistolas Browning para oficiales y artilleros - 1.000
Proyectiles para pistolas - 400.000
Cangallas para munición de máuser - 1.000
Cangallas para munición de cañón - 70
Machetes para artillería y zapadores - 800
Monturas completas para caballería - 500
Correaje completo para infantería - 9.000
Sables bayonetas para fusiles de infantería - 9.000
Accesorios y piezas de repuesto para máuser de infantería - 9.000
Fundas de lona para fusil máuser - 9.000
Correaje completo para caballería - 1.800
Fundas de lona para carabina máuser - 1.800
Accesorios y piezas de repuesto para carabinas - 1.800
Fundas y correajes para revólveres - 1.200
Correaje completo para artillería y zapadores - 1.000
Carpas completas para 10.000 hombres.
Ambulancias, caramañolas, instrumentos, vendas individuales para 10.000 hombres.
Además, se adquirió un tren completo de dragado, que es el que aún se utiliza, y elementos completos para un regimiento de bomberos; dos avisos de guerra que se bautizaron con el nombre de Triunfo y Presidente Báez; frazadas, uniformes para invierno y verano, ropa interior, zapatones, toallas, medias, etc., etc., para 10.000 hombres.
El coronel Duarte rindió cuenta detallada, no sólo del dinero recibido para la compra de las armas, sino también del que se le entregó para gastos de viático propios y de sus acompañantes, volviendo a hacerse cargo de su ministerio sólo cuando el Congreso aprobó las liquidaciones presentadas. Al coronel Duarte le acompañó el mayor Manlio Schenoni L. (hoy general), y en Alemania se le agregó el entonces mayor Adolfo Chirife. En el apéndice de este libro van las copias de dos cartas dirigidas por el mayor Schenoni al jefe de la misión, coronel Duarte, en las que le rendía cuenta hasta de las estampillas gastadas. En una de las cartas -entresacadas de un archivo que contiene más de trescientas similares- consta que dichos jefes viajaban con pasajes de segunda clase, para ahorrar el dinero que la Nación ponía en sus manos. Publicamos esas cartas para que la conducta de dichos jefes sirva de ejemplo a las generaciones presentes y venideras. Son los mejores títulos que los mencionados militares pueden ostentar como prueba de su devoción a la patria.
Esa inversión alcanzó 1.000.000 de pesos oro, en una época en que el oro tenía un poder adquisitivo muy superior al que tiene hoy en día.
Dichas armas resultaron de gran calidad, pero se destruyó parte de ellas en nuestras luchas intestinas. A pesar de todo aún pudo aprovecharse un resto, que fue de 1.500 fusiles de infantería, 100 carabinas, 7 de los 8 cañones y las 6 ametralladoras pesadas.
El coronel Duarte concurría diariamente a la fábrica Krupp a fin de vigilar la construcción de los cañones, mientras los otros dos jefes vigilaban la fabricación de los fusiles, de las ametralladoras y de los proyectiles para tales armas. Sobre todo se observaba un estricto control en el pesaje de los distintos metales nobles que se agregan al hierro para endurecerlo, tales como el tungsteno, cromo, níquel, etc. Técnicos especialmente contratados probaban, una por una, las armas fabricadas. De ahí que el armamento adquirido resultara de tan buena calidad, aunque indudablemente, contribuyó a ello, la seriedad y honradez de los industriales alemanes, mundialmente conocidos por la excelencia de sus fabricaciones.
Esas armas fueron usadas y maltratadas en las varias revueltas, de 1908 a 1912; en el golpe del 19 de enero de 1915; en la revolución de 1922 a 1923, y durante la guerra con Bolivia. De los 8 cañones, uno se perdió en la revolución de 1922, y los 7 restantes fueron utilizados durante los 3 años de guerra por el Tercer Cuerpo de Ejército. Por decreto ley No 8.406 del 15 de enero de 1937, todas esas armas, junto con otras más que estaban en buen estado, fueron vendidas por el gobierno del coronel Franco; los cañones en la suma de 4.600 libras esterlinas, o sea 101.200 pesos argentinos, calculando a 22 pesos argentinos la libra esterlina. Es decir que cada cañón se vendió en la suma de 14.475 pesos moneda argentina, sin incluir en ese precio el importe de los proyectiles, que se cotizaron aparte. Respecto a los compradores, dijeron que la compra se hacía para una de las facciones de la revolución española.
Los fusiles fueron desapareciendo en las recordadas revoluciones. Los soldados que desertaban lo hacían llevándose sus respectivas armas. En casi todas las estancias del Paraguay, así como del territorio de Formosa, de Misiones y de Corrientes, había muchas de esas armas. También se los utilizó en las comisarías de policía, resguardos, etc., donde fueron inutilizándose paulatinamente. Cuando comenzó la guerra, los particulares devolvieron al Estado muchos de esos fusiles. El gobierno adquirió 2.500 tubos de repuestos y, con tal aporte, fueron reacondicionados otros tantos de esos fusiles.
El capitán de navío Manuel J. Duarte demostró con esas adquisiciones sus cualidades de gran patriota y su honradez acrisolada. Es un ejemplo digno de ser imitado, tanto por militares como por civiles. Nos inclinamos ante su recuerdo y le rendimos el homenaje de nuestra admiración. Hombres de esa estirpe son los que forman los pueblos.
ADQUISICIÓN DE LOS FUSILES, AMETRALLADORAS Y CAÑONES VICKERS
El Consejo Directivo del Partido Liberal, deportado en masa por la dictadura del coronel Albino jara, con el propósito de derrocar a dicho dictador, adquirió un importante cargamento de armas de la fábrica inglesa Vickers. Esa compra incluía lo siguiente:
3.000 fusiles a 25 pesos oro cada uno.... 75.000
3.000.000 de proyectiles para los mismos a 25 oro el mil................... 75.000
6 cañones de montaña de 75 milímetros a 15.000 oro c/u................. 90.000
3.000 proyectiles para dichos cañones a 15 oro c/u.......................... 45.000
8 cañones de marina de 76 milímetros a 30.000 Oro c/u................... 240.000
4.000 proyectiles para esos cañones a 30 oro c/u........................... 120.000
1 cañón de marina de 196 .............. 70.000
100 proyectiles para el mismo a 100 oro c/u………. 10.000
12 ametralladoras pesadas con sus accesorios............................ 15.000
Vapor Constitución.................... 80.000
Adolfo Riquelme...................... 50.000
Vapor General Díaz.................. 50.000
Total: ............ 920.000 oro
El número de las armas es exacto; los precios y el número de los proyectiles son aproximados.
Esas armas fueron transferidas al Estado después de triunfar la revolución. Su transferencia fue autorizada por una ley del Congreso.
El Constitución, el General Díaz y el Libertad (viejo transporte de nuestra armada), fueron vendidos durante la guerra europea, por una suma aproximada a 300.000 pesos oro, cantidad que se utilizó en obras públicas. Los cañones y ametralladoras fueron utilizados en la guerra del Chaco. Los 6 cañones de montaña formaron el grupo Número Cinco de artillería Albertano Zayas, que acompañó al Secundo Cuerpo de Ejército. Cinco de los cañones de marina de calibre 76, fueron emplazados en Bahía Negra y posteriormente en Fuerte Olimpo. Las ametralladoras pesadas fueron utilizadas por varias unidades. Los fusiles que no eran del calibre 7.65, no fueron empleados en la guerra, pero lo fueron en las comisarías de los pueblos y por los marineros de las distintas subprefecturas.
LOS CAÑONES ARMSTRONG
En 1911 se adquirió en Chile 4 cañones Armstrong de campaña y 2 de marina, calibre 76, los cuales llegaron con una dotación de cerca de dos mil proyectiles. Durante la guerra fueron emplazados en Fuerte Olimpo, y después, trasladados a Bahía Negra.
En 1922, durante la revolución del coronel Adolfo Chirife, el gobierno del Paraguay adquirió 1.500 máuser de calibre 7.65, armas a las que se les dio el nombre de cívicos, por haber sido compradas a algunos hombres del Partido Cívico -uno de los sectores del liberalismo- quienes las tenían guardadas en el extranjero, desde la época de una intentona revolucionaria de muchos años atrás.
En 1923, durante la misma revolución, el gobierno compró en Chile 2.500 mauser, de calibre 7 milímetros, con su dotación de proyectiles y 12 ametralladoras pesadas Maxim de igual calibre. Los fusiles chilenos sirvieron, durante la guerra, para armar a los soldados que guarnecían el sector Bahía Negra. A las 12 ametralladoras pesadas se les adaptó en los arsenales, tubos nuevos de ametralladoras pesadas Colt del calibre 7.65, y así pudieron servir en la guerra.
Un nuevo plan de armamentos fue preparado en los comienzos del año 1914. La comisión encargada de adquirirlos en Alemania estaba lista para embarcarse cuando se produjo el incidente de Sarajevo, seguido por la primera guerra mundial. Terminado dicho conflicto, en 1918, vino la grave crisis económica de la posguerra, que en el Paraguay produjo consecuencias nunca vistas, determinando la quiebra de casi todos los Bancos. Cuando aún el país no sé había repuesto de ese gran desastre, se produjo la revolución de los años 1922 y 23, que duró un año, y en la cual se liquidaron los fusiles comprados por el capitán de navío Duarte, de los que sólo quedaron unos 1.500 y 100 carabinas.
Cuando se inició dicha revolución, existían alrededor de 3.000 fusiles, en regular estado. El resto había desaparecido en la revueltas anteriores y a causa del continuado uso. A la sazón tenían quince años de servicios y de maltratos. Se sabe que a los 10 años de uso continuado, en los cuarteles, el fusil, practicamente ha dejado de ser apto para disparos de precisión. Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga; esa revolución sirvió para demostrar a los hombres de gobierno la precariedad de nuestro parque; cuando se quiso armar nuevos contingentes, se encontró que en los depósitos ya no quedaban fusiles. Sirvió también para poner en evidencia las Intenciones de Bolivia, que comenzó su avance, solapado, aprovechando el desguarnecimiento de esa zona, como consecuencia de nuestras luchas intestinas.
CAPÍTULO II
LOS FUSILES ESPAÑOLES, TAMBIEN LLAMADOS "MATAPARAGUAYOS"
En 1907 firmamos con Bolivia el protocolo Soler-Pinilla. Una de sus cláusulas establecía que ninguna de las partes contratantes debía avanzar sus posiciones hasta el arreglo definitivo. Los bolivianos, que se habían deslizado por la costa del río Pilcomayo, estaban por entonces en el lugar donde fundaron el fortín Ballivián. Del año 1908 al año 1922, todo hacía presumir que el diferendo de límites se arreglaría amistosamente, recurriendo los dos países a medios jurídicos. Bolivia mantenía en el Paraguay como E.E. y Ministro Plenipotenciario, durante esos años, al doctor Ricardo Mujía, quien parecía tener instrucciones de su gobierno para intentar el arreglo pacífico. Al mismo tiempo, el gobierno del Paraguay organizó una Comisión de Límites, encargada de estudiar nuestros títulos históricos que debían presentarse ante cualquier tribunal arbitral. Formaron parte de esta Comisión hombres ilustres, como Fulgencio Ricardo Moreno, Manuel Domínguez, Cecilio Báez, Manuel Gondra, Alejandro Audibert y otros.
En ese largo período nada presagiaba la tormenta que una década después debía desatarse en los desiertos del Chaco.
Con motivo de la revolución del coronel Chirife, que se inició el 27 de mayo de 1922 y que duró más de un año, Bolivia desplazó sus fuerzas sigilosamente por el interior del Chaco, fundando el fortín Arce. Avanzó también por la orilla del Pilcomayo construyendo los fortines Sorpresa, Tinfunque y Cuatro Vientos. Tal acción llegó a conocimiento de nuestro gobierno a comienzos de 1924, y los diarios se hicieron eco de ellos desde fines de ese año.
La cuestión de límites cobró así, súbitamente, otro cariz: el de la agresión y el de la violencia. Bolivia había desconocido los solemnes compromisos contraídos. Se preparaba a conquistar el Chaco por la fuerza, en circunstancias en que el Paraguay se hallaba agotado y desorganizado por una contienda civil.
El 17 de marzo de 1924, se hizo cargo de la presidencia provisional un gran patriota: el doctor Luis A. Riart. Aunque la presidencia de este ilustre hombre público no duró sino 5 meses -su objetivo era sólo asegurar y garantizar las elecciones presidenciales para el período que comenzó el 15 de agosto de ese mismo año- fue suficiente para organizar las bases de la defensa del Chaco.
Siendo posteriormente ministro de Guerra, durante la presidencia del doctor Eligio Ayala, el doctor Riart tuvo que comparecer ante el Senado para responder a una interpelación del sector "colorado", la qué en sesión secreta se llevó a cabo el 24 de mayo de 1927. En el discurso que pronunció ese día, manifestó que al poco tiempo de ocupar la presidencia provisional en 1924, tuvo, por varios conductos, noticia de avances sospechosos realizados por los bolivianos hacia la zona de Nanawa, y que inmediatamente de conocer esos avances, reunió un consejo de ministros donde se tomaron algunas medadas iníciales. Con fecha 14 de julio del mismo año, se labró un acta eh la cual consta la amplia discusión mantenida sobre la cuestión de los límites con Bolivia y la defensa del Chaco. Fueron consultados todos los ministros; cada uno presentó por escrito su opinión al respecto y el plan que debía seguirse para colocar al país en condiciones de defenderse.
Al mismo tiempo y a fin de concretar las ideas cambiadas, aisladamente con los jefes militares, el doctor Riart reunió en su casa particular, al ministro de Guerra coronel Schenoni, al Inspector General del Ejército y jefe del Estado Mayor, general Escobar y al coronel Rojas. El doctor Riart les manifestó, en esa oportunidad, que el gobierno no había omitido esfuerzo alguno para mantener el litigio de límites en el terreno de la legalidad y concordia internacional; pero que, dentro del anhelo de paz enunciado, el Paraguay no debía descuidar su propio afianzamiento. Agregó el doctor Riart que su impresión, que traducía el sentir general, era la de que nuestra preparación militar requería atención y reformas inmediatas. Les pidió meditaran sobre esta cuestión y dieran sus puntos de vista sobre los problemas siguientes: plan orgánico del ejército en tiempo de paz, teniendo en cuenta la facilidad para una movilización ordenada; y el armamento que se necesitaría adquirir para responder a la primera medida, con la recomendación de mantenerla en absoluta reserva. Los señores jefes expresaron su conformidad con las ideas expuestas por el presidente y convinieron en presentar sus respectivos trabajos para la reunión del 4 de agosto. Al respecto, ese mismo día 30 de julio de 1924, se labró un acta, que fue suscripta por todos los concurrentes nombrados.
En la segunda reunión que se celebró en la fecha mencionada, es decir, el 4 de agosto, el ministro de guerra, coronel Schenoni, manifestó que no había terminado su trabajo y que por consiguiente, no podía referirse a cálculo alguno sobre armamento, cuyo examen correspondería al nuevo gobierno, que iba a inaugurarse a los pocos días, pero que podía ganarse tiempo gestionando un millón de pesos oro, como base de un comienzo de acción para pensar en adquisiciones militares. El acta del 4 de agosto con el plan propuesto por el general Escobar y el coronel Rojas van insertos en el apéndice.
El coronel Schenoni presentó sus planes en setiembre de dicho año. Pero antes de hablar de dicho plan, voy a relatar el estado en que estaban nuestro ejército y su armamento, al comenzar el gobierno del doctor Eligio Ayala, el 15 de agosto de 1924. Para este objeto, voy a transcribir lo que dijo el doctor Riart, en la interpelación a que me he referido anteriormente. Decía el ministro de guerra:
"Estudiemos la cuestión militar. El presupuesto del Departamento de Guerra y Marina correspondiente al ejercicio 1923/24 era solamente de 22.222.963 pesos de curso legal, o sea 521.000 pesos oro sellado (tipo 4.261), y con él se atendía a las fuerzas armadas en la siguiente forma y proporción:
El Ejército se componía de:
Jefes y oficiales de guerra................. 85
Jefes y oficiales de administración......... 26
Jefes y oficiales de sanidad............... 19
Tropas de guerra (sargentos, cabos y soldados)........... 2.238
Tropas de sanidad (sargentos, cabos y soldados)…….. 67
Músicos.................................56
Radiotelegrafistas y aprendices............ 20
Esta lista de la oficialidad del ejército, así como la de la marina, que se inserta más adelante, no coincide con la de la Ley de Presupuesto, porque contiene las alteraciones posteriores a la sanción de ésta por retiros y ascensos.
El armamento de que disponía, descontando las armas inútiles, se detalla así:
Fusiles máuser m/paraguayos y cívicos (casi todos en mal estado)................. 1.506Fusiles chilenos......................... 2.485
Carabinas m/paraguayo..................110
Total: 4.091
Ametralladoras m/paraguayo.............. 6
Ametralladoras m/chileno................. 12
Ametralladoras Vickers.................... 8
Total: 26
Cañones de montaña Krupp m/paraguayo (a completarse)..................... 7
Cañones de montaña Vickers.............. 6
Cañones de montaña Armstrong........... 4
Cañones de marina ........... 2
Cañones ametralladoras Maxim......... 7
Cañones de marina Hotkiss.............. 2
Cañones de marina Vickers.............. 8
Cañones de marina 195 Vickers.......... 1
Total: 37
Municiones para máuser y ametralladoras …………….. 3.040.000
Municiones para cañones diversos útiles……….. 3.430
Municiones para cañones diversos a completarse.......................... 1.278
El ganado lo constituían los montados de tres escuadrones y las mulas para una batería y una compañía de ametralladoras. Los caballos, en su mayor parte, ya no resistían el servicio, porque habían sido maltratados durante la contienda civil. También se tenía cerca de 300 yeguarizos, de la misma procedencia, depositados en Paraguarí, con miras a utilizarlos como base para un haras militar.
El vestuario y equipo era el que estaba en uso. El vestuario se repartía al día; y el equipo en uso era incompleto, pues la infantería no tenía mochilas ni caramañolas, etc., y las armas montadas carecían de los especiales para el servicio. La Caballería, en su mayor parte, usaba recados criollos adquiridos durante la revolución.
Los medios de transporte terrestres y fluviales propios se reducían a tres barcos armados en guerra y a seis carros a mulas.
Los elementos de sanidad se hallaban concentrados en el Hospital Militar Central, tales como escasos materiales de curación, poca cantidad de medicamentos, los instrumentos de cirugía en uso en el pabellón del mismo hospital, cierta cantidad de camas y catres, algunos juegos de ropa blanca y los muebles de las oficinas, en su mayor parte deteriorados. Para el transporte de enfermos, no se Contaba sino con un carrito a mulas, que también se empleaba ¡para conducir cadáveres!
Entre los medios de comunicación de pertenencia del Ejército, no figuraban sino seis estaciones radiotelegráficas, de las cuales sólo dos pudieron ser reparadas y aun así no pudieron utilizarse. Puede mencionarse también un avión -uno solo- que prestaba servicios, y que formaba parte de los que fueron adquiridos durante la revolución.
En orden a instrucción del ejército sólo funcionaban la Escuela Militar fundada el año 1916, de acuerdo con la Ley de 23 de junio de 1915, con 80 cadetes, y la Escuela de Enfermeros y Camilleros en el Hospital Militar, con 20 alumnos-soldados. La Escuela de Aviación nunca había existido; figuraba en el presupuesto al solo efecto de mantener cierto personal para cuidado del hangar y algunos elementos depositados allí. Debe sí, mencionarse, como un esfuerzo importante, la misión de estudios en el exterior, que componían; 3 capitanes en Chile, 1 oficial de administración también en Chile, 1 teniente segundo de marina igualmente en Chile, 1 guardiamarina en los E.E. U.U., 1 estudiante de odontología en Montevideo, 10 alumnos en la Escuela de Mecánicos del Ejército en la Argentina y 5 en la Escuela de Mecánicos de la Armada del mismo país.
Respecto del alojamiento, cabe sintetizar el estado de los edificios, y cuarteles diciendo que no había uno solo que no requiriese urgentes reparaciones, comenzando por el local del Ministerio y el de la Escuela Militar, el cual ya había sido en parte refeccionado con fondos de la defensa nacional. Completa el cuadro de la situación del ejército; al 15 de agosto de 1924, el estado de los organismos superiores, entre los cuales funcionaban, con escaso personal, el Ministerio de Guerra y Marina, el Tribunal Militar, la Intendencia General del Ejército y la Dirección de la Sanidad, pero no se hallaban organizarlos ni el Estado Mayor General, ni la Inspección General, ni las Comandancias de las Zonas, que de hecho quedaron suprimidos. Basta decir que la presidencia" del Tribunal Militar, la Inspección General del Ejército y la jefatura del Estado Mayor General estaban a cargo de un solo jefe: el general P. Alejandrino Escobar.
LA MARINA DE GUERRA
Se hallaba dotada del siguiente personal:
Jefes y Oficiales de Guerra................. 15
Mayores de máquinas..................... 6
Mayores pilotos.......................... 3
Mayores de administración................ 2
Total................ 11+15 = 26
Tropas: de Guerra (contramaestres, condestables, cabos y marineros)............. 153
Tropas de máquinas (suboficiales, fogoneros y carboneros)......................... 50
Tropas radiotelegrafistas y señaleros........ 3
Tropas de maestranza.....................11
Total: .............. 217
El único organismo inmediato superior de la Marina era el Departamento de Marina, que se hallaba a cargo de un jefe y que a veces no contaba con un solo oficial de guerra. El armamento y municiones se hallaban incluidos en el Ejército. El servicio de vestuario y equipaje, así como el racionamiento los hacía la Intendencia General del Ejército, y demás está decir que la Marina en este orden se encontraba en las mismas condiciones en que se hallaba el Ejército. La sanidad era atendida por la del Ejército, pues la Marina no contaba con ningún servicio especial.
La única institución auxiliar que cabe citar era la de los arsenales, a cargo de empleados militares. Disponía de 15.000 pesos de curso legal mensuales para operarios y de 14.000 también mensuales para combustibles, materiales y repuestos de máquinas; pero su rendimiento era ínfimo, tanto por tratarse de maquinarias incompletas y anticuadas, como por su defectuosa y estrecha instalación. Algunos trabajos de fundición, carpintería, herrería, se hacían; pero el producido de un año distaba mucho de compensar el costo de su sostenimiento, y más aún de satisfacer las necesidades de este orden en el Ejército y la Marina.
No se contaba con ningún establecimiento de instrucción, pues la Escuela Naval, fundada a iniciativa del entonces teniente de marina don Atilio Peña, miembro distinguido de este cuerpo había desaparecido totalmente.
Los elementos navales se componían de tres barcos armados en guerra, una lancha a motor y dos canoas. El tren de dragado no podía ser utilizado por hallarse en pésimo estado y requerir reparaciones por valor de más de cien mil pesos oro. Tal era el estado del ejército y la marina cuando el gobierno del doctor Eligio Avala se constituyó, y, claro está, él era realmente desalentador. El problema internacional se planteaba apremiante y peligroso. Nuestras fuerzas armadas eran suficientes para mantener la paz interna y restablecerla en caso de que ella fuera alterada; pero apreciadas desde el punto de vista de la defensa nacional, sólo constituían una base, y una base bastante pequeña para iniciar una formal organización militar.
El estado de nuestro Ejército, en los días de la interpelación recordada, era el que surge de lo que el doctor Riart manifestó en dicho acto que, como queda dicho, se llevó a cabo el 24 de mayo de 1927:
ESTADO ACTUAL DEL EJÉRCITO
Jefes y oficiales de guerra................105
Jefes y oficiales de administración......... 39
Jefes y oficiales de sanidad................ 31
Tropas de guerra........................ 2498
Tropas de sanidad....................... 106
Músicos................................ 56
Radiotelegrafistas y aprendices........... 19
"El armamento, sin incluir las nuevas adquisiciones, que pronto irán llegando, es el siguiente:
Fusiles máuser m/paraguayo 1907, cívicos, chilenos, carabinas m/paraguayos 1907, estando los primeros desgastados.................... 4.096
Ametralladoras paraguayas m/1907......... 6
Ametralladoras m/chileno........... 12
Ametralladoras Vickers (tres han sido reparadas)..................... 11
Cañones diversos (los Krupp han sido completados).................. 37
Municiones para máuser y ametralladoras. (Se han adquirido quinientos mil tiros para máuser m/paraguayo 1907)……………. 3.500.000
Municiones para cañones diversos. (Se han completado algunas y adquirido nuevas para los Vickers........... 6.410
"El ganado lo constituye la dotación de tres escuadrones, una batería y una compañía de ametralladoras pesadas, que ha sido renovada. Para ello se han adquirido caballos, yeguas y mulas, de Posadas y norte de Corrientes, en tres ocasiones. El haras de Paraguarí tiene un efectivo de más de 800 yeguarizos y mulares.
"El vestuario se sigue proveyendo al día. El equipo es el que está en uso, aún cuando se han adquirido mochilas y armazones de sillas de montar. Se está estudiando la forma de efectuar compras de importancia en el exterior. Los medios de transporte terrestre son algunos carros y media docena de camiones, que sirven de base para adoptar el tipo más conveniente y formar el personal propio.
"La Sanidad Militar ha aumentado el personal superior y auxiliar, provisto su farmacia, adquirido camiones y organizado el servicio de enfermerías reglamentarias en la parte oriental del Chaco.
"La aviación militar cuenta con dos aviones de guerra en buen estado, a los que les faltan algunos accesorios, y cuatro aviones de escuela, nuevos.
"Las reformas introducidas en la Escuela Militar y en la de Enfermeros y Camilleros en el Hospital, así como la fundación de la Escuela de Aviación, la de Aplicación de Sanidad Militar y la de Aprendices Mecánicos; la creación de los cursos de perfeccionamiento para oficiales de guerra del Ejército, para oficiales de guerra de la Marina y para oficiales mayores de administración; y el sostenimiento de las misiones de estudios en el exterior, ya los he mencionado anteriormente.
"La Marina de Guerra cuenta en la actualidad con:
Jefes y oficiales de guerra.................... 21
Oficiales mayores de máquinas.............. 8
Oficiales pilotos mayores................... 6
Oficiales mayores de, administración.......... 6
Total ............................ 41
Tropas de guerra........................... 271
Tropas de máquinas........................ 74
Tropas de señales.......................... 1
Tropas de maestranza...................... 31
Personal fijo del tren dragado............... 15
Los arsenales, entre personal fijo y a jornal…. 300
"Lo relativo a la instrucción en la Marina ya lo he mencionado al hablar del estado del ejército; entre los de éste también se hallan comprendidos los servicios, administrativos y la sanidad, así como el armamento y municiones. También he hecho ya mención especial del gran impulso dado a los arsenales de Guerra y Marina y de la gran utilidad que pueden prestar a las instituciones armadas y al país.
"Los elementos navales siempre son muy pocos, pero en algo han crecido, como se desprende de la enumeración siguiente:
Barcos armados en guerra..................... 3
Lanchas a motor (cinco construidas por los arsenales).................................. 6
Una chata transporte, reparada totalmente, 280 toneladas................................ 1
Draga, chupadora, chatas (reparadas totalmente)……………………. 5
Canoas construidas por los arsenales........... 15
"Más adelante informaré sobre las disposiciones tomadas en orden al progreso de la Marina de Guerra nacional.
"El resultado de la comparación del Ejército y la Marina de hace dos años y medio y el actual, en cuanto al personal superior se refiere, son las cifras siguientes:
Aumento de jefes y oficiales de guerra del Ejército……………. 20
Aumento de jefes y oficiales de administración…………………. 13
Aumento de jefes y oficiales de sanidad................................... 12
Aumento de jefes y oficiales de guerra y mayores de Marina.................. 15
Total: ………………................ 60
"Este aumento se descompone así:
Jefes y oficiales del Ejército................. 20
Jefes y oficiales de Guerra de la Marina...... 6
Oficiales mayores para ambos................ 34
"De lo que se desprende que en dos años y medio no hemos podido formar sino 20 oficiales de guerra para el Ejército y 6 para la Marina. Esto demuestra, con evidencia innegable, la dificultad a que ya me he referido y que sólo se salvará con el aumento extraordinario de los medios destinados a este fin y el mayor aceleramiento posible en la formación del oficial de carrera."
Para calcular el número de hombres que daría una movilización, transcribimos nuevamente lo que el doctor Riart dice en la mencionada interpelación:
"Expuesto el estado actual del Ejército, pasaré a ocuparme de la capacidad militar del país. Muchos datos relativos a este punto ya los ha suministrado el señor ministre de Hacienda. Yo repetiré algunos de ellos y probablemente los completaré desde el punto de vista militar.
"La población del país en 1.886 fue de 239.774 habitantes, y en 1.900 de 490.719. Tomando por base el segundo censo, no puede ser mayor de 800.000 habitantes que es la cifra oficial de la Dirección de Estadística correspondiente a 1.926. Y adoptó esta cifra al parecer pesimista porque en estos cálculos siempre será menos nocivo el pecar por menos que por más.
"El Registro Militar debió servirnos de base para la determinación que voy a hacer; pero habiendo sido destruido en muchos pueblos durante la rebelión última, se lo ha tenido que rehacer y aún no está concluido. Por eso he de aplicar la regla del porcentaje establecido para estos casos y que ha sido ampliamente confirmada durante la guerra mundial. Según ella, una movilización general daría al Paraguay 80.000 hombres, de entre los cuales habría que separar el 30 % o sea 24.000, que constituirían el contingente de combatientes, que se descompondría así:
Para la Marina........................ 720
Para el Ejército…..................... 23.280
Total: ........................ 24. 000
"De acuerdo con la base orgánica adoptada, el contingente de 23.280 hombres, á razón de 1.455 hombres, oficiales y tropas por regimiento, formarían 16 regimientos en pie de guerra.
"La movilización, sea total o parcial, exige una serie de medidas de preparación y ejecución que la comprendan en sus diversos aspectos. Yo voy a limitarme, en este caso, al armamento que requeriría el contingente de una movilización general."
Sobre esa base el general Schenoni presentó su plan general, en un trabajo especial del 31 de julio de 1924, que fué presentado en setiembre del mismo año. En este trabajo, propuso la creación de regimientos, tal como estaban en esa época y dió las bases para la adquisición de material de guerra para uno o cuatro regimientos que servirían también para una cantidad mayor.
Esas bases son (para cuatro regimientos):
Personal......................... 5.820 hombres.
ARMAMENTOS
Fusiles.............................. 3.463
Carabinas........................... 1.900
Ametralladoras pesadas............... 32
Ametralladoras livianas............... 176
Cañones de montaña de 75............ 24
Lanzaminas livianas................... 8
Obuses de 10.5......................8
Yataganes........................... 5.138
Lanzas para caballería................ 400
Sables para caballería................ 400
Telémetros........................... 75
MUNICIONES
Para fusil........................... 10.000.000
Para fusil de fogueo.................. 2.000.000
Shrapnels............................ 3.000
Granadas......................... 5.800
Granadas fumígenas.................. 1.200
Espoletas diversas.................10.000
Granadas para obuses................. 2.000
Espoletas para obuses................. 2.000
Proyectiles para lanzaminas........... 2.000
EQUIPOS
Mochilas, carpas individuales, cinturones, cartucheras, tahalíes, morrales, caramañolas, marmitas, jarros, bandoleras, portasables, fundas para carabinas, jaquimonos, atalajes para garguio, sillas para caballería (592), ronzales, mandiles, espuelas, carpas para aviones.
MATERIALES
Estaciones radiotelegráficas.................. 12
Estaciones alámbricas....................... 8
Estaciones telefónicas....................... 16
Palas, sapapicos, hachas, hachitas, azuelas, sierras, martillos, llaves, tronzadoras, soldadoras, cortaalambres, alicates, etc..
AVIACIÓN
Aviones de caza.............................. 8
Aviones de exploración...................... 4
Aviones de bombardeo........................ 4
ELEMENTOS DE TRANSPORTE
Carros de municiones, de sanidad, de cantina, de equipajes, de víveres, de forrajes, de herramientas, cocinas de campaña, etc.
GANADOS
Caballos................................... 768
Mulas..................................... 870
PRESUPUESTO
El costo de todo a base de catálogos del año 1924 y al tipo monetario de entonces sería de 89.063.128 pesos de curso legal, equivalente a 2.090.000.00 oro sellado.
Sobre esa base el general Schenoni, entonces coronel, proyectó la formación de cuatro grupos, de cuatro regimientos cada uno. Cada regimiento estaría formado por 1.455 hombres entre oficiales y tropas, de modo que cada grupo de cuatro regimientos tendría un efectivo de 5.820 hombres. Estos 5.820 hombres tendrían una organización autónoma y podrían actuar independientemente en cualquier lugar, ya que contarían con infantería, caballería, artillería y su propia aviación. Estos cuatro grupos contarían con un efectivo de 23.280 hombres. De acuerdo con este efectivo se proyectó la compra de los siguientes armamentos, que se haría por partes, de acuerdo con los recursos disponibles:
Fusiles................................. 13.853
Carabinas.............................. 7.600
Ametralladoras pesadas.................128
Ametralladoras livianas..................704
Cañones de montaña de 75 ml.......... 96
Lanzaminas livianas.................... 32
Obuses de 105 ml......................... 32
Yataganes.................................... 20.552
Lanzas........................................... 1.600
Sables para caballería................... 1.600
Pistolas......................................... 1.227
Telémetros...................................... 124
MUNICIONES
De Fusiles y ametralladoras.................. 40.000.000
De fogueo............................................. 4.000.000
Shrapnels para cañones de 75 ml......... 12.000
Granadas ordinarias.................. 23.200
Granadas fumígeas.................. 4.800
Espoletas diversas para las anteriores…. 40.000
Granadas para obuses............... 8.000
Espoletas para las granadas de obuses…….. 8.000
Proyectiles para lanza-minas......... 8.000
Proyectiles para pistolas.............. 100.000
EQUIPOS
Carpas para aviones................ 16
MATERIALES
Estaciones radiotelegráficas......... 12
Estaciones alámbricas............... 16
Estaciones telefónicas................ 32
AVIACIÓN
Aviones de caza.....................8
Aviones de exploración............... 4
Aviones de bombardeo............... 4
ELEMENTOS DE TRANSPORTE
Un modelo de cada clase de carros y uno de cocina de campaña.
En enero de 1925 se solicitó precio a distintas fábricas europeas. El importe de dichas adquisiciones iba a importar la suma de 7.500.000 pesos oro sellado.
Tal el plan, esbozado a grandes rasgos, del entonces coronel Schenoni que se aceptó, y cuya ejecución se llevó adelante.
En fecha 9 de julio de 1925 fue aprobado, en Consejo de Ministros, el decreto 21.211, de carácter reservado. Este decreto, íntegro, está transcripto en el apéndice. Por él se autoriza al Ministerio de Guerra y Marina a adquirir administrativamente la primera partida de armas, municiones y demás materiales de guerra, especificados en el plan de Organización Militar adoptado por el gobierno. Se destinó la suma de 1.810.000 oro sellado (un millón ochocientos diez mil pesos oro sellado), para sufragar los gastos que demandaría la adquisición ordenada y que se imputaría a rentas sobrantes del ejercicio financiero de dicho año.
Durante la presidencia provisional del doctor Riart y en fecha 22 de julio de 1924, se contrató con la casa Vickers Limited, de Londres, la compra dé proyectiles de cañón y repuestos para cañones y ametralladoras Vickers, por valor de 13.142 libras esterlinas.
Proyectiles para cañón Vickers de montaña de 75 milim., 2.000. Repuestos para cañones y ametralladoras Vickers.
Importe equivalente ............. 65.710 dólares.
En fecha 23 de setiembre de 1925, y de acuerdo con el decreto número 21.211 y por resolución Nº 5.761, que va también transcripta en el apéndice, se contrató 3.500.000 cartuchos para fusiles mauser, en la suma de 290.767:38 pesos argentinos, equivalentes, según el cambio de la época (238:75) a la suma de 121.787:38 dólares.
3.500.000 cartuchos para fusiles
máuser ................. 121.787:38 dólares.
En fecha 18 de agosto de 1925 y por resolución Nº 48 (va en el apéndice) se comisionó al doctor Eusebio Ayala, ministro del Paraguay en Washington, para adquirir en el exterior material de guerra moderno, en la cantidad y condiciones que se expresan en las instrucciones que se le remitieron. El doctor Ayala firmó un contrato con el gobierno español para la adquisición de fusiles y carabinas máuser, pero no tuvo tiempo de contratar la fabricación de los otros materiales, porque volvió al país por motivos particulares. Le reemplazó el inspector general del Ejército, general de brigada Manlio Schenoni por resolución Nº 46 (va en el apéndice) de fecha 22 de setiembre de 1926. El general Schenoni es el que contrató todos los materiales que más adelante se detallarán.
El doctor Eusebio Ayala que estaba en los Estados Unidos como ministro del Paraguay, en Washington, como queda dicho más arriba, se embarcó inmediatamente en dirección a Europa para hacer efectivo lo que se le encomendaba; se encaminó a Francia y de allí a España para firmar el contrato que ya estaba aprobado por el gobierno paraguayo, con la fábrica de armas de Oviedo.
En esa fecha, solamente en España, Bélgica y Suiza se podía conseguir la fabricación de fusiles Máuser. Se sabe que este fusil es de invención alemana y que se fabricaba en ese país, en la fábrica Máuser y otras. Por aplicación del tratado de Versalles, en aquel tiempo, en Alemania no se podía fabricar armas. La industria de dicho país se dedicaba a producir implementos agrícolas, motores, etc., pero no armas. Francia producía el fusil Level y Austria uno de otro tipo.
Nuestro gobierno no pudo conseguir los fusiles en la Fábrica Nacional de Guerra Herstal, de Lieja (Bélgica), porque ésta tenía para varios años compromisos que cumplir. Había firmado varios contratos, entre ellos uno con Servia por 95.000 fusiles, otro por 23.000 con el Perú, otro con la República Argentina y finalmente, uno con México. Tampoco se pudo llegar a ningún acuerdo con las fábricas de Suiza, porque dado el elevado cambio del franco suizo, los precios allí eran muy subidos. No quedaba otro lugar donde recurrir que las fábricas de armas de Oviedo, que eran del gobierno español, y estaban a cargo de ingenieros del Cuerpo de Artillería. En esa fecha, estas fábricas gozaban de prestigio y eran las que suministraban el fusil reglamentario para el ejército español desde el año 1893. Aparte de esto había cumplido debidamente varios contratos de fusiles con países extranjeros. En esos días había terminado la entrega de 50.000 fusiles máuser, al Brasil. Además los técnicos, en su mayoría, eran alemanes, quienes al no poder trabajar en su país de origen a causa del tratado de Versalles, emigraron a España, donde fueron contratados por las fábricas de Oviedo. Eran técnicos que habían actuado en las fábricas de Krupp, Máuser y otras productoras de armas. Por tanto, no parecía existir inconveniente alguno para encomendarles la fabricación de los fusiles que necesitábamos con gran urgencia.
En las conversaciones que sostuvo nuestro gobierno con las fábricas de Oviedo, se halló sin embargo, una primera dificultad: allí no se fabricaban fusiles del calibre 7,65 sino del 7, y nuestros fusiles eran de aquel calibre y no podíamos aceptar otro. Las armas de un país deben ser lo más uniformes posible, a fin de evitar equivocaciones en el aprovisionamiento de proyectiles, que pueden ser de consecuencias fatales. La fábrica exigía el pago de cerca de 100.000 oro para poder transformar parte de sus instalaciones a fin de adaptarlas al cambio de calibre.
No hubo otra alternativa que aceptar esta imposición; pero entonces se presentó otro problema: la fábrica sólo podía producir tubos de fusil de acero de Trubia, que es un acero sin tungsteno. Como se sabe, para que el acero del fusil sea de superior calidad necesita el agregado de unos metales llamados nobles, raros en la naturaleza y muy caros. Estos metales se llaman tungsteno, cromo, níquel, vanadio, etc., El fusil necesitaba, sobre todo, tungsteno. Las planchas blindadas contienen cromo, níquel y tungsteno. Pero España no tiene minas de tungsteno y en esa época era muy difícil conseguirlo en Europa, por tratarse de un producto importado de Rusia y China, países revolucionados en aquella época. Los fusiles no iban pues a fabricarse con tungsteno; sin embargo, podrían llevar cromo y níquel. La fábrica prometía construir un arma de primer orden, fundada en que el fusil fabricado para el ejército español no contenía dicho metal, no obstante lo cual resultaba excelente. Todos estos detalles fueron comunicados al presidente de la república, doctor Eligio Ayala, y éste, considerando que la necesidad era apremiante, ordenó la firma del contrato.
El contrato fue signado en marzo de 1926 y dice entre otras cosas: "Entre los que suscriben: de una parte el Cnel. Luis Masats y de Tomás, Director del Archivo Facultativo, Museo de Artillería y Centro de Contratación General de los Servicios a cargo del cuerpo, en representación del gobierno español, autorizado por el Excelentísimo Sr. Ministro de la Guerra, según comunicaciones del Excelentísimo Sr. General jefe de la sección de artillería de dicho departamento ministerial, fecha 19 de noviembre de 1925 y 14 de marzo de 1926, Nos. 9329 y 1417, respectivamente, "2º negociado" y de la otra, el Excelentísimo Sr. Dr. Don Eusebio Ayala, ministro del Paraguay en los Estados Unidos, en representación de su gobierno, se ha convenido lo siguiente:
"Art. 1º - El gobierno español vende al citado Excelentísimo Don Eusebio Ayala, con destino a la República del Paraguay, el material de guerra que con sus precios se especifica a continuación y con arreglo a las condiciones técnico-facultativas que se expresan, y del anexo N° 1 que forma parte integrante de este proyecto de contrato".
El contrato íntegro va en el apéndice. El gobierno español se comprometía a fabricar y a entregar los siguientes materiales:
8.463 fusiles máuser, modelo paraguayo, a 175 pesetas cada uno. Es decir, el total en 1.481.025 pesetas que, en el cambio de entonces, alcanzaban a 245.614 dólares.
1.900 carabinas de caballería, completas, sistema máuser, modelo paraguayo, con dispositivo para adaptarles el sable bayoneta del fusil, al precio de 175 pesetas cada una, lo que da un total de 332.500 pesetas para el total de las carabinas y que hace la suma de 55.142 dólares. Por lo tanto la transacción fue por un total de 1.813.505 pesetas, que en dólares da la suma de 300.756.
Vale decir que, los 10.363 fusiles costaron 300.756 d6lares.
El artículo 18 establece: "Los materiales empleados en la fabricación de los cañones de los fusiles serán de primera calidad y sufrirán los tratamientos apropiados al trabajo que haya de desempeñar cada pieza en él funcionamiento general del arma".
El artículo 19 establece que: "El acero empleado en la fabricación de los cañones será el que actualmente se emplea en la construcción del máuser español reglamentario, obtenido por el procedimiento «Dahiler-Marcolla» en la fábrica de Trubia".
El articulo 17 determina: "Las armas serán semejantes entre sí de tal forma que las distintas piezas de cada una serán intercambiables.
Como prueba de seguridad y tormento se conviene: "El 2 % de los cañones terminados serán sometidos a una prueba de tiro, con dos cartuchos que desarrollen una presión de 4.500 atmósferas, no admitiéndose ninguna deformación con carácter permanente que exceda de su diámetros de 0.05 mm. Si una sola barra excediera de esta tolerancia de deformación o bien se agrietara o rompiera, se probará uno a uno todo el lote, rechazando las que excedan de las tolerancias".
El contrato de referencia fue aprobado por Real Orden del Rey de España, el 5 de abril de 1926.
En una de las cláusulas, también se expresa: "El gobierno español se obliga a construir y entregar al gobierno del Paraguay y en el plazo de 10 meses, a contar de la fecha de la aprobación de este proyecto de contrato, por la Real Orden correspondiente del Ministerio de la Guerra español, todos los fusiles contratados". Como fue aprobado el 5 de abril de 1.926, debieron ser íntegramente entregados, el 5 de febrero de 1927.
Se convino, igualmente: "En el caso de que el material objeto de este contrato no se entregue en el plazo estipulado en la condición 1º de este pliego de condiciones económico legales, salvo caso de fuerza mayor, el gobierno español, a titulo de compensación se compromete a abonar al gobierno del Paraguay una peseta por cada carabina o fusil, por mes de retardo de material no entregado". "Se entenderán como caso de fuerza mayor, las guerras, incendios, inundaciones y cualesquiera otros no previstos".
Leyendo detenidamente el contrato, cualquier persona con medianos conocimientos de armas, se dará cuenta perfecta de que es excelente, ya que por él se obligaba el gobierno español, a entregar a nuestro país, armas de primera calidad.
Como decíamos en páginas anteriores, el doctor Ayala volvió al país por asuntos particulares, a mediados del año 1926, antes de cumplirse las cláusulas del contrato. Fue enviado, en su reemplazo, el general de brigada, Manlio Schenoni L., quien, en esa fecha, ocupaba el puesto de inspector general del Ejército. El general Schenoni, llegado a España a fines de octubre del mismo año, encontrose con una anormalidad en las fábricas de Oviedo y en todo el cuerpo de artillería del ejército español. ¿Qué es lo que había producido ese estado de cosas? El hecho venía de algunos meses atrás. Era costumbre secular en el cuerpo de artillería que los ascensos se confirieran por riguroso orden de antigüedad. Para nada se tenía en cuenta la mayor o menor capacidad del postulante, sino el número de años de servicios. Poco tiempo antes de la firma del contrato de armas con el Paraguay, se hizo cargo del gobierno español el general Primo de Rivera, quien dispuesto a terminar con ese estado de cosas, estableció un régimen de ascensos sobre la base de la mayor capacidad profesional en el arma de la artillería, y de acuerdo al cual, en le sucesivo, se tendría en cuenta, sobre todo, la idoneidad y los méritos adquiridos en el servicio. Esa resolución trajo consigo gran malestar y descontento entre la oficialidad del cuerpo de artillería y fueron tantas las protestas y quejas llegadas al gobierno, que éste, alarmado por tales hechos, resolvió disolverlo. Y como la fábrica de Oviedo estaba dirigida por ingenieros militares del arma de artillería, tuvo que cerrar sus puertas por algún tiempo.
Para restablecer el funcionamiento de las fábricas hubo que cambiar buena parte del personal superior. Esos graves trastornos motivaron una gran demora en la entrega de los fusiles y, probablemente, fueron causa de los defectos que, después de recibidos, se advirtió en una parte de ellos.
En marzo de 1927 se produjo el asesinato del teniente Adolfo Rojas Silva, en las proximidades del Fortín Sorpresa, ocupado por los bolivianos. La muerte de ese militar causó intensa conmoción en el pueblo paraguayo. Una manifestación de más de veinte mil personas se dirigió a la casa de gobierno, a fin de oír las palabras del primer magistrado de la Nación, quien esperó a los manifestantes en uno de los balcones del edificio de Correos y Telégrafos. Ahí el doctor Eligio Ayala, en un inspirado discurso, expresó a los manifestantes que el hecho lo conmovía tanto a él como a cualquier otro paraguayo; que su gobierno se preocupaba intensamente del pleito de límites con Bolivia y que ya llegaría el día en que el gobierno y pueblo de aquel país deberían rendir cuenta de sus actos.
En esa fecha, los fusiles no habían llegado todavía. Por dicho motivo, el doctor Ayala envió, desde entonces, reiterados telegramas, urgiendo a la fábrica, y al gobierno español el envío de los mismos. Debido a ello, a los pocos meses, comenzaron a llegar las referidas armas en diferentes partidas. Después de un tiempo de uso, diez o doce de dichos fusiles estallaron en la recámara, hiriendo los dedos de los tiradores. Pero no provocaron muerte alguna, como para justificar el nombre de "mataparaguayos" que le dieron los políticos opositores, al tener noticia de aquellas fallas. Este hecho dio origen a una intensa campaña de difamación contra el Poder Ejecutivo y el Partido Liberal, campaña que después de veinte años, aún continúa.
Al comprobarse el defecto de los fusiles, el gobierno resolvió hacer una reclamación a España. Ella fue formulada por el doctor Gerónimo Zubizarreta, ministro de relaciones exteriores del gobierno del doctor José P. Guggiari.
El gobierno español se mostró extrañado de los hechos denunciados por el Paraguay y pidió se le mandaran algunos de los fusiles que habían estallado, lo que se hizo de inmediato. Después de cierto tiempo, el gobierno español informó que, habiendo sido examinados los fusiles, se comprobó que el material de los mismos era excelente, y solicitaba se le mandaran algunos de los proyectiles que se habían utilizado. Tiempo después, la fábrica comunicaba a nuestro gobierno que la causa de la explosión era la pólvora de los proyectiles, que estallaba como dinamita por no tener substancias estabilizadoras, produciendo en la recámara de los fusiles la considerable presión de más de 4.500 atmósferas. Los fusiles reglamentarios sólo pueden soportar hasta 3.200.
El contrato, no obstante, decía que los cañones de los fusiles soportarían hasta 4.500 atmósferas, sin presentar ninguna deformación permanente que excediera su diámetro de 0.05 mm., ni agrietarse, ni romperse. Pero esta presión debía producirse con pólvora impulsiva y no con pólvora explosiva, ya que aquélla hace soportar la presión desde la recámara hasta el orificio de salida, es decir, a todo el tubo, repartiéndola uniformemente; en cambio, la pólvora explosiva hace soportar dicha presión, exclusivamente a la recámara.
Durante la revolución de 1922-23 y en vista de que los proyectiles habían disminuido enormemente en nuestros parques, se adquirieron en Europa, alrededor de 500.000, restos de cartuchos fabricados durante la primera guerra mundial, y que no contenían estabilizadores. Estos proyectiles fueron los que hicieron estallar algunos de los fusiles.
El gobierno, no conformándose con lo que decía la fábrica de Oviedo, comisionó a la Argentina, al jefe de los Arsenales ingeniero José Bozzano, quien hizo examinar la pólvora en varios laboratorios. Se comprobó así que las afirmaciones de los fabricantes eran ciertas. Es decir, que la pólvora de dichos proyectiles no contenía estabilizador. Esto se explica fácilmente teniendo en cuenta que fueron fabricados en Europa para ser inmediatamente utilizados.
Se sabe que la pólvora que llevan los proyectiles en la vainilla, al estallar, deflagra progresivamente hacia adelante. Es decir, va estallando desde la recámara hasta la punta del fusil, a fin de producir un empuje uniforme que arroja el proyectil a 4.000 metros. De ese modo, la presión es soportada por todo el largo del tubo del fusil, desde la recámara hasta el orificio de salida. A esta pólvora se la denomina pólvora de impulsión. Pero esa propiedad no se conserva; se va perdiendo paulatinamente, y al cabo de cierto tiempo, no mayor de dos años, la pólvora estalla como la dinamita, instantáneamente, haciendo soportar a la recámara del fusil toda la fuerza de la explosión, que llega a más de 4.500 atmósferas. Vale decir que la pólvora de impulsión se ha convertido en pólvora explosiva, igual que la dinamita, el trinitro-tolueno, etc.
Durante las guerras y cuando el consumo de proyectiles es extraordinario, no se colocan los estabilizadores. Pero cuando se trata de proyectiles que deben ser estacionados, se agrega a la pólvora unos derivados de la urea. Uno de esos elementos se llama centralita, de difícil fabricación y de elevado precio. Vuelvo a repetir que la pólvora de los proyectiles que hicieron estallar los fusiles había sido fabricada sin centralita. No hubo, pues otra solución que retirar del uso los proyectiles mencionados. Los cartuchos fueron recargados en el extranjero con pólvora que contenía estabilizadores. Desde entonces, los fusiles españoles dejaron de estallar.
En los primeros días del año 1932, se hizo cargo del Ministerio de Guerra el señor Luis Escobar. Este, al remover los papeles del ministerio, encontró una serie de quejas de algunos oficiales contra el fusil español. Inmediatamente y de acuerdo con el doctor Guggiari, presidente de la República, en esa época, se resolvió formar una comisión compuesta de jefes militares, el director de los Arsenales de Guerra y técnicos de este Arsenal, la que tenía por misión examinar el fusil mencionado. El señor Escobar les encomendó expedirse a la brevedad posible, y él mismo se encargó de urgirles diariamente.
La Comisión contestó que parte de los fusiles presentaba varios defectos. En primer lugar, algunos no estaban bien calibrados. Introduciendo por el orificio de salida un calibrador de precisión, se encontraba que, en algunos, no entraba; en otros, sólo penetraba varios milímetros y en otros penetraba hasta la mitad del fusil, lo cual quiere decir que la recámara y todo el tubo no tenían el calibre exacto. El proyectil tenía que salir con una presión exagerada. Es posible que este defecto haya contribuido, junto con la falta de centralita, a la explosión de la recámara. Se produciría el hecho al estallar la pólvora como dinamita y teniendo dificultad el proyectil para salir, los gases, con más de 4.500 atmósferas, presionarían sobre las paredes de la recámara y no pudiendo ésta soportarlas, provocaría la rajadura y la explosión.
Otro de los defectos era la falta de pulimento en los cerrojos, los que tendían a atascarse después de una serie disparos y al dilatarse el material por efecto del calor. Había otros defectos de menor cuantía, siendo aquéllos los principales.
Después de la llegada de los 7.000 fusiles fabricados por la casa Herstal de Lieja (Bélgica), y que eran armas de gran calidad y precisión, se retiraron los fusiles españoles del servicio, siendo remitidos a los Arsenales de Guerra, donde fueron examinados y probados bajo la competente vigilancia de su activo director, el ingeniero Bozzano. Los que tenían defectos fueron, paulatinamente, arreglados, ya que los técnicos que allí trabajaban tenían que "hacer la mano" para una especialidad a la que no estaban acostumbrados. Al comienzo se arreglaban pocos fusiles por día; pero transcurridos algunos meses, se aceleró el trabajo.
Al analizar el acero de los fusiles, el ingeniero Bozzano, encontró que era de buen material. No contenía tungsteno, pero sí contenía cromo y níquel, que, como hemos dicho más arriba, se utilizan también para dar resistencia al acero. Cuando comenzó la guerra con Bolivia, se estaban arreglando los últimos fusiles. Nuestros soldados fueron armados con éstos, en una proporción de más del 50 %, los que constituyeron el eje de nuestra defensa, juntamente con los 7.000 fusiles belgas. Soportaron los 20 días de la batalla de Boquerón, los duros combates de Yujra, Cabo Castillo, Arce, Saavedra. Soportaron las tenaces ofensivas del general Kundt sobre Herrera, Nanawa, Arce y la guerra de milímetros en Gondra, en donde hubo combates continuos hasta de cuarenta y ocho lloras y llegaron victoriosos hasta Pampa Grande, Pozo Favorito y Campo Vía.
El que escribe estas líneas llegó al Chaco el 17 de agosto de 1932, unos días antes de la batalla de Boquerón, y tomó especial interés en el resultado que dieron estos fusiles, teniendo en cuenta la crítica que se había hecho contra los mismos. Los siguió hasta Campo Vía. Se hizo amigo del armero, señor Mellok, quien fue técnico armero del. R. I. 6 "Boquerón", al comienzo de la guerra, siendo después del primer cuerpo de Ejército. Durante los días de la batalla de Arce, en mayo, junio y julio de 1933, dicho armero se hallaba cerca de Arce. Aquí iba a visitarle los domingos a fin de averiguar el funcionamiento del fusil español. Nunca pudo encontrar un fusil que hubiera estallado. Invariablemente repetía el señor Mellok que el fusil español seguía sin darle ningún trabajo. No conforme con lo que observaba en la armería del Cuerpo, solicitaba a los soldados enfermos y heridos que se presentaban en la Sanidad su opinión sobre el referido fusil. Todos decían que era bueno; que el único inconveniente que presentaba era su exagerada longitud, siendo molesto llevarlo en los avances por los montes. Esto se refería a los fusiles de infantería, pues las carabinas de caballería son cortas. Por lo demás es sabido que la mayor longitud del fusil de infantería, da a éste más precisión, y alcancé: alrededor de cuatro mil metros. Los fusiles de infantería que adquirió el capitán de navío Manuel Duarte, en Alemania, eran de la misma dimensión.
Dichos fusiles españoles fueron sustituidos, a medida que se tomaban otros a los bolivianos. Se los traía a retaguardia, donde servían para armar a los nuevos regimientos que se iban formando. Lo que quiere decir que no se los retiró del servicio. Sólo después de Campo Vía, fueron reemplazados en mayor escala, porque en esa oportunidad cayeron en nuestro poder armas bolivianas en cantidad apreciable. Después de Campo Vía, sirvieron para armar a los conductores de camiones, a los enfermos, camilleros y a las guarniciones de retaguardia, para enfrentar al enemigo en caso de ataques sorpresivos. Se sabe que los camilleros, enfermeros, empleados de administración, etc., constituían una especie de reserva que, en los momentos de apremio, actuaban como hombres de combate. Mucha gente cree que estos fusiles fueron cambiados en su totalidad después de las primeras batallas de Boquerón y Yujra, pero se olvida que, dentro del recinto de Boquerón, sólo tomamos 11 ametralladoras pesadas, 24 livianas y 700 fusiles, y que fuera del fortín, tomamos alrededor de 7 ametralladoras pesadas, 15 livianas y 200 fusiles. En los combates por la posesión de los fortines Yujra, Ramírez y Cabo Castillo, volvimos a tomar 3 ametralladoras pesadas, alrededor de 15 livianas y 200 fusiles. Frente a Saavedra, en el ataque del 8 de noviembre se tomaron 2 pesadas, 6 livianas y 100 fusiles, y en el ataque sorpresivo de los bolivianos del 10 de noviembre se volvió a tomar 5 ametralladoras pesadas, 9 livianas y 300 fusiles. Es decir, un total de 28 ametralladoras pesadas, 69 livianas y 1.500 fusiles. Aparte de estos fusiles, tomamos también en el sector Nanawa algunas partidas. Estas fueron las armas tomadas a los bolivianos antes de que se desencadenaran las ofensivas del general Kundt, que comenzaron el 27 de diciembre de 1932 y siguieron durante casi todo el año 1933.
Los primeros 5.000 fusiles máuser contratados en Alemania al comienzo de la guerra, sólo comenzaron a llegar en diciembre de 1932 y sirvieron para armar los regimientos de Infantería "Mariscal López", "Yatayty Cora", "Pitiantuta", el Regimiento de Caballería "Capitán Bado" y otros.
Todo esto quiere decir que los "mataparaguayos" constituyeron el eje de las grandes batallas, desde setiembre de 1932 basta diciembre del año 1933; que no mataron a ningún para guayo; pero sí, por millares, a los bolivianos y salvaron al país en los momentos de mayor peligro.
En conclusión, puede decirse de los fusiles españoles lo siguiente:
1º Su material era inferior al del mosquetón belga y al boliviano, porque carecía de tungsteno en su fabricación.
2º Vinieron con algunos defectos de fábrica, consistentes en el mal calibramiento y falta de pulimento de una parte de los fusiles, defectos que fueron subsanados en nuestros arsenales.
3º Que el culpable exclusivo de estos defectos fue el gobierno español, que prometió, en solemne contrato, que los fusiles fabricados en la Fábrica Nacional de Oviedo serían de primera calidad, iguales en todo a los fusiles reglamentarios del ejército español.
4º Que esta fábrica, que es de propiedad del gobierno español, sorprendió la buena fe de los técnicos armeros cuyos servicios fueron contratados para controlarlos y probar parte de los mismos, presentando a estos técnicos los lotes buenos y amañándose en forma de que los otros no fueran revisados.
5º Los técnicos armeros contratados no pusieron de su parte todo el empeño necesario para rechazar cualquier lote que no estuviera de acuerdo con los contratos; si bien cabe decir que esos mismos armeros fueron los que recibieron el fusil ametrallador Madsen, las pistolas Browning, los cañones Schneider, armas de excelente calidad y precisión. Lo que significa que el principal responsable es el gobierno español, quien nos entregó fusiles con algunos defectos. Aminora, en parte, la culpabilidad del mismo, la intensa desorganización producida por la disolución del Cuerpo de Artillería, que motivó el reemplazo de todo el personal superior. Por otra parte, el cambio de calibre del fusil debe de haber contribuido a hacer menos exacta y precisa la labor de los obreros, ya que trabajaron sobre un calibre nuevo para ellos. Además el doctor Eligio Ayala colocó a los fabricantes en un intenso estado de nerviosidad, al exigir, en continuos telegramas, el urgente envío de esas armas. La muerte de Rojas Silva nos creó una difícil situación, pues los momentos eran realmente de apremio.
6º Fueron utilizados al principio proyectiles cuya pólvora no contenía estabilizadores, y por tanto, estallaba como dinamita ejerciendo más de 4.500 atmósferas de presión. Esta pólvora produjo en algunos fusiles, explosiones que no eran, por lo tanto, atribuibles ni a los fusiles, ni a la fábrica. En su oportunidad fueron retirados los mencionados cartuchos y el fusil dejó de estallar.
7º La calidad del fusil no puede atribuirse a negociados, ni a desidia del gobierno. El doctor Eusebio Ayala firmó el contrato; el doctor Eligio Ayala autorizó su compra; un alto jefe lo recibió, el señor Juan E. O'Leary, que es colorado, fue el pagador de varias cuotas y el que recibió las últimas partidas siendo, en aquel entonces, nuestro encargado de negocios en España. Todos los citados son grandes ciudadanos. Nadie puede dudar de ellos.
8º Estos fusiles, ya maltrechos por la guerra, fueron en 1.936, vendidos en número de 7.119, en la bonita suma de 7.800 libras esterlinas, equivalente a 160.000 m/arg., más o menos, o sea, a más de 20 m/arg. cada fusil -no como hierro viejo, que no se compra en tiempo de paz, porque el hierro es muy barato-, sino para ser utilizados probablemente en la revolución española. Es decir que, maltrechos, produjeron todavía utilidad.
Todo esto demuestra que sólo nuestra mala suerte, unida a otros factores accidentales, fue lo que contribuyó a que el fusil no resultara todo lo perfecto que hubiéramos deseado; pero es indudable que las negociaciones de su adquisición fueron claras y honestas.
Aparte de la recepción de los fusiles, el general Schenone, firmó 33 contratos y atendió otro suscripto el 18 de agosto de 1926 por el Encargado de Negocios del Paraguay en Londres, doctor Venancio Galeano, con la casa Madsen, para la adquisición del fusil ametralladora del mismo nombre. Por decreto del 31 de marzo de 1927, fue nombrado el entonces capitán de infantería, don Arturo Bray, para el cargo de secretario de la Inspección General del Ejército. Este distinguido y talentoso oficial se embarcó inmediatamente para Europa, donde colaboró con el general Schenoni.
El general Schenoni recibió y contrató las siguientes armas que van detalladas en el apéndice, con sus precios en dólares, las fechas de los contratos, fechas de recepción de las armas, nombres de los fabricantes, números de los contratos y detalles de los pagos:
8.463 fusiles máuser en............. 245.614.
1.900 carabinas máuser en............ 55.142.
176 ametralladoras livianas Madsen en ............ 238.875.
Repuestos complementarios.......... 1.525.
304 pistolas Browning y 25.000 cartuchos para estas pistolas en............ 3.655:60
10.860 yataganes en............. 32.587.
500 sables para caballería............. 2.970.
56 telémetros diversos y 11 reglas rectificadoras y accesorios en...........28.853.
32 ametralladoras pesadas Colt, con sus accesorios completos en.......... 35.380.
2.500.000 cartuchos de máuser con cargadores; 2.500.000 cartuchos de máuser sin cargadores en............. 155.000.
24 cañones de montaña Schneider, cal. 75 mm., 8 abuses, cal. 105 mm. y 9.800 proyectiles para ambos calibres en.............................. 659.780.
1.000.000 de proyectiles, de fogueo para máuser en...................... 24.000.
16 motores Lorraine de 450 HP. p/14 aviones en..................... 100.063,40
7 aviones Wibault de caza, todo metálico, incluso repuestos en.......... 71.216,66
Fletes y seguro en................... 2.552,60
300 sables para oficiales............. 1.605.
7 aviones Potez 25 (de gran radio), incluso repuestos en................. 58.130,40
Fletes y seguro en................... 2.423.
1.000 monturas para caballería en..... 51.500.
107 gruesas tafiletes para garras en.... 438,70
107 gruesas viseras para gorras en...... 1.128,85
6 monturas completas para oficiales en…. 457,20
1 montura completa con cháchara en…… 94,05
Gastos de control................... 94,05
1.000 mantas de lana para caballería en……. 3.350.
3.700 mantas de lana para tropa en.... 8.510.
83.200 mts. de brin kaki en.......... 25.084:80
14.060 mts. de brin azul en........... 4.239:09
6.890 mts. de brin blanco en.......... 1.906:65
79.490 mts. de cretona en............. 12.877:38
24.000 mts. de lienzo para mosquitero en………… 2.640.
670,30 mts, brin kaki especial en...... 254:71
EXCEDENTES ADQUIRIDOS
1.569,20 mts. de brin kaki en.........473:11.
218,70 mts. de brin azul en............ 65:94.
70,40 mts. de brin blanco en......... 20:06.
718,90 mts. de lienzo en.............. 116:46.
504,30 mts. de lienzo para mosquitero en……..55:47.
7 estaciones radiotelegráficas para aviones en......................... 11.970.
7 estaciones radiotelegráficas semi-transportables en..................... 9.318.
14.800 toallas para tropas en.......... 3.670:40.
Excedentes de estas toallas........... 83.48.
3.000 metros paño para capote de tropa y 330,20 mts. paño para capote excedente en ....................... 9.040.
25 paracaídas p/aviones, fletes y seguros……… 3.387.
22 ametralladoras Madsen p/aviones y sus accesorios en................. 28.549.
Piezas complementarias para las mismas………… 1.806:79.
7 sincronizadores p/aviones de caza en………..238.
5 ametralladoras fotográficas p/aviones………… 755.
Materiales para fotografías aéreas.................... 6.359:89.
Materiales complementarios para fotografías aéreas...................... 692:65.
Fletes y seguros.................... 490.
2.500.000 cartuchos c/cargadores en…………. 67.000.
2.500.000 cartuchos s/cargadores en…………..63.500.
Fletes y seguros..................... 7.000.
Almacenaje en Buenos Aires........... 1.053:24.
Aparatos p/fotografías aéreas........ 3.775.
3 aviones Morane de escuela en........ 15.000.
12 mantas de lona p/12 atalajes para ametralladoras.................. 54:20.
12 atalajes p/ametralladoras pesadas……. 546.
12 atalajes p/transportes de 12 telémetros de artillería.................... 429.
Fletes y seguros hasta Montevideo............ 23.
96 atalajes (32 juegos) p/transporte de ametralladoras pesadas en........ 8.064.
2.000 carpas individuales p/tropas en………. 7.000.
2.000 camas individuales de campaña en……. 14.800.
10.000 caramañolas de 1.500 grms. con tapa de corcho en............... 5.095.
10.000 fundas con correa para caramañolas en........................ 5.100.
Materiales para fotografía en..........1.680.
En resumen, las armas recibidas y contratadas por el general Schenoni, dejando de lado los tejidos y cosas accesorias, son:
Fusiles y carabinas máuser........... 10.363
Fusiles ametralladores Madsen........ 176
Yataganes............................... 10.860
Ametralladoras pesadas Colt......... 32
Proyectiles para fusiles y ametralladoras…….. 10.000.000
Ametralladoras Madsen para aviones…. 22
Sincronizadores para aviones de caza…..7
Cañones de montaña (calibre 75 min.) Schneider...................... 24
Obuses Schneider (calibre 105 mm.)…. 8
Proyectiles para ambos calibres...... 9.800
Proyectiles de fogueo................ 1.000.000
Pistolas, sistema Browning............ 301
Cartuchos para estás pistolas.......... 25.000
Sables para caballería................. 500
Sables para oficiales................. 300
Motores Lorraine de 450 HP. p/aviones…… 16
Aviones Wibault de caza, todo metálico……. 7
Aviones Potez 25 (de gran radio)....... 7
Aviones Escuela Moran Saulnier....... 3
Paracaídas para aviadores............ 25
Telémetros diversos.................. 56
Reglas rectificadoras............ 11
Estaciones radioteleg. p/aviones...... 7
Estaciones radioteleg, semitransportables……. 7
Ametralladoras fotográficas p/aviones…… 5
Carpas individuales p/tropas......... 2.000
Camas individuales de campaña...... 2.000
Caramañolas de 1.500 gramos tapa de corcho............................ 10.000
Fundas para caramañolas con correas……. 10.000
El importe de estas adquisiciones alcanzó la suma de...................... 2.109.164:83 dólares
Agréguesele lo siguiente:
El importe de los 3.500.000 cartuchos fabricados en los arsenales argentinos, en 121.787:38 dólares.
El importe de la compra de proyectiles de cañón Vickers y repuestos para ametralladoras y cañones, durante la presidencia del doctor Riart en.................. 65.710.- dólares.
Además, antes de la ida del general Schenoni y del doctor Eusebio Ayala, se compró por intermedio de la Legación en París, los siguientes aviones de Escuela:
3 aeroplanos Henriot en........... 11.780.
3 aeroplanos Moranes en.......... 5.949.
Repuestos para estos aeroplanos.... 9.248.
El total suma la cantidad de...... 2.323.639:21
Agréguesele la suma de............ 76.360:79
importe aproximado de fletes, seguros, viajes, viáticos y otros gastos, y tendremos, en números redondos, la suma de dos millones cuatrocientos mil dólares, equivalentes a ciento siete millones cuatrocientos cuarenta y ocho mil pesos papel de la moneda de entonces, al cambio de un dólar igual a 44.77 pesos de curso legal, y, cuando éste estaba al cambio de 18.75 por cada peso argentino.
Agréguese a éstos los enormes gastos ocasionados por el traslado de parte del ejército al Chaco, la construcción de decenas de fortines, de centenares de kilómetros de caminos, telégrafo y teléfonos para unirlos con la capital, la edificación de cuarteles, las instalaciones del arsenal de Puerto Sajonia, las costosas de la nueva Intendencia de Guerra, gastos para la exploración del Chaco, ampliación de la Escuela Militar para alojar a 160 alumnos, contratación de una misión francesa de seis miembros, construcción en Campo Grande de la Escuela de Aviación Militar, edificaciones para el Parque de Guerra, etc., y se podrá admirar el intenso esfuerzo realizado durante el gobierno del doctor Eligio Ayala para colocar al país en condiciones de defenderse.
Durante su gobierno fue saneada la moneda, y reorganizada la Oficina de Cambios, el 31 de diciembre de 1931; siete meses antes de la guerra, tenía un encaje metálico de 2.895.663:41 pesos oro sellado. A pesar de las calamidades de todo orden que se desencadenaron sobre el país, posteriormente a la guerra, a causa de los pésimos gobiernos que se sucedieron, dicha institución fue ampliándose y hoy es orgullo del país.
Esa solidez demuestra que dicha institución tiene cimientos de granito y habla bien alto del patriotismo y visión certera de sus fundadores y de los directores que la han encaminado.
La Oficina de Cambios prestó incalculables servicios durante la guerra. Por su intermedio se expropió el 50 % del oro de la exportación; así pudo el gobierno adquirir armas, equipos diversos, etc.
Sin embargo, las continuas extracciones de guaraníes realizadas por los últimos gobiernos han colocado las finanzas del Banco al borde del abismo. Sobre esta situación se habla en otro capítulo de esta obra.
Durante el gobierno de Eligio Ayala, fueron pagadas casi todas las deudas internas: 16.000.000.- de pesos al ferrocarril, 11.877.000.- a los comerciantes que, por el incendio de la Oficina Revisadora, habían perdido todo lo depositado en esa oficina, consistente en tabaco cuyo importe alcanzaba a aquella suma. A fin de sanear la situación de los Bancos, facilitó 25.000.000.- de pesos al Banco Mercantil y al Banco de España y Paraguay. Pero aun así estos Bancos fueron a la quiebra, quedando el Estado, en pago del préstamo que se les acordó, con casi todos los bienes del Banco Mercantil, consistentes en el edificio de las calles Estrella y Chile, el ferrocarril de Concepción a Horqueta y los obrajes y bosques que poseía en esa región.
También por intermedio de nuestra Legación en Londres, se hizo un arreglo equitativo con los tenedores de bonos, de los empréstitos realizados en 1870 y 1872, el primero de un millón de libras esterlinas y el segundo de dos millones de la misma moneda, que después se redujo a un millón. Estos empréstitos constituyen la mayor ignominia que pesa sobre los gobiernos de aquella época, formados por legionarios y no legionarios. Fueron financiados en tan pésimas condiciones que apenas llegó al país el 25 % del oro contratado, es decir, más o menos la suma de quinientos veintiocho mil libras. Del primer empréstito sólo llegó la suma de 403.000 libras, que ingresaron en las áreas fiscales; pero no sirvieron para nuestra reconstrucción, ni impulsaron obra alguna de progreso, tales como ferrocarriles, caminos; escuelas, etc.; fueron malversadas en pretendidas obras de progreso que nunca fueron realizadas. El segundo empréstito, que debió ser de dos millones de libras, se redujo a un millón. De dicha suma sólo llegó al Paraguay la cantidad de 125.000 libras, qué fueron llevadas a las casas particulares de algunos jerarcas de aquella época, quienes con toda tranquilidad y cinismo se repartieron aquel dinero que debió ser sagrado para todo buen ciudadano. Para pagar los intereses y amortizaciones de estos empréstitos, en la época de los gobiernos colorados, se transfirió a los acreedores, allá por los años de 1890 a 1897 y de acuerdo con la ley del 20 de marzo de 1886, la cantidad de 477 leguas de tierras fiscales por un valor total de 1.440.000. libras o sea 7.200.000. pesos oro sellado. Los tenedores de bonos mandaron sus representantes, quienes vivieron en el Paraguay hasta realizarse toda la venta de esas tierras.
Por ley del 28 de mayo de 1885 se inició la venta en gran escala de las tierras fiscales, qué fue de gravísimas consecuencias para el porvenir de la nación, y bien vale la pena historiarla brevemente.
Se sabe que en la época de nuestra Independencia, la Región Oriental era la única parte habitada y poblada en cierta escala. En el Chaco no había otras poblaciones que los fortines fundados en diversas épocas del coloniaje.
Dice un articulista: "En la época de la Independencia la propiedad privada se descomponía así: Eran de propiedad de las comunidades indias, los pueblos y tierras comunales de Yuty, Caazapá, Ypané, Guarambaré, Yaguarón, Altos, Atyrá, Tobatí, San Joaquín, San Estanislao, Belén, San Ignacio Guazú, Santa María, Santa Rosa, Santiago, San Cosme, Itapúa (Encarnación), Jesús y Trinidad. Eran de los pueblos y comunidades de raza negra: Emboscada, Aregua y Tabapy.
"Todas estas comunidades, fueron desposeídas de sus tierras, que pasaron al poder del Estado entre la Independencia y la guerra del 70.
"Sobraban nada más que las tierras, con títulos de Merced Real Comunales y de la Media Annata (llamábase así a las propiedades otorgadas por el rey a funcionarios españoles, con cargo de pago de la mitad del valor). La inmensa mayoría de los favorecidos, no había cumplido con esta cláusula, y, en consecuencia, entre las mismas épocas ya más arriba mencionadas, fueron anulados estos títulos, pasando las propiedades al patrimonio territorial. Eran esas tierras las de los ejidos y adyacencias de la Asunción, Cordillera, Piribebuy, Caacupé, Tapúa (Limpio), Pirayu, Capiatá, Itauguá, Curupayty, Villarrica; Remolinos (Villa Oliva) y Nuestra Señora del Pilar de Ñeembucú.
"Así, al término de la guerra del 70, sobre los 161.013 kilómetros cuadrados, de que constaba la Región Oriental, eran de propiedad del Estado 150.000 kilómetros cuadrados, y de propiedad privada 11.013 kilómetros cuadrados, divididos en parcelas, ejidos y pequeños predios de uno o varios cientos de hectáreas.
"Los gobiernos colorados vendieron, hasta el año 1904, en que fueron desalojadas del poder, 140.525 kilómetros cuadrados, quedando sobrantes al patrimonio territorial 9.475 kilómetros cuadrados".
Lo más grave de todo fue que esas tierras fueron vendidas con sus áreas pobladas, incluidas en su perímetro, que abarcaban pueblos enteros. Así pasó con Jesús y Trinidad, Lima, Caaguazú, Sapucay, Caballero, etc.
El campesino paraguayo, que durante siglos había cultivado y poblado esas tierras, se vió, de la noche a la mañana, privado de ellas, de sus chacras y de sus casas. En vez de salvaguardar las tierras ocupadas por los agricultores, vendiéndoseles a bajo precio, se las enajenó en gran escala a capitalistas extranjeros, creándose así los grandes latifundios.
Esa forma de proceder fue fatal para la economía nacional. La agricultura es la fuente principal de nuestra riqueza y de la alimentación del pueblo. Los productos agrícolas constituyen los rubros más importantes de nuestras exportaciones. Era pues necesario conservar esa fuente de riquezas, reservando para los agricultores los mejores y más fértiles lotes de tierra. Pero, con una irresponsabilidad rayana en lo criminal, todos fueron enajenados, sin tenerse en cuenta para nada la suerte de los labriegos.
Con esa ley de venta, comenzó la tragedia de los agricultores, y, por extensión, la de toda la Nación.
Al poco tiempo de ponerse en vigencia la ley de venta de tierras, comenzaron las demandas de desalojo, la imposición de altos precios de arrendamiento y la expulsión en masa de modestos trabajadores. Estos resistieron desesperadamente. Así comenzó la lucha sin cuartel, de caracteres trágicos, y que, frecuentemente, llegó al crimen, situación aún subsistente en ciertas regiones del país.
El agricultor, desposeído de sus tierras, comenzó a sentirse huérfano de toda protección, se vió perseguido por el gobierno, que le despojaba de sus tierras; en una palabra, se sintió extranjero en su propia patria. He ahí el origen de las emigraciones en masa, hacia los países vecinos, en busca de mejores posibilidades para su existencia. Más de 300.000 paraguayos pueblan los territorios argentinos de Misiones, Chaco, Formosa, Corrientes y varios estados brasileños, como Matto Grosso, San Pablo y otros.
Un conocido "'nacionalista" decía en un discurso que esas emigraciones eran debidas a nuestras revoluciones; pero esa aseveración no es cierta, ya que durante nuestras crisis politicas fueron deportadas las personas de influencia, dé alguna cultura y prestigio, es decir, aquéllas que de alguna manera podían poner en peligro la estabilidad del gobierno. Él agricultor, en general, no fue molestado sino para servir de carne de cañón, y en general, se presentaba por propia voluntad, porque el que no quería acudir podía ocultarse en nuestros grandes bosques. Además, el agricultor obligado a salir del país, no volvía más, sencillamente porque nada lo ataba a su tierra. Otra cosa muy diferente hubiera sido si en su patria poseyera tierra y casa propia. En estas condiciones, pasada la crisis, fácil le hubiera sido regresar. Algunas de las tierras vendidas a capitalistas extranjeros, alcanzaron la extensión de 3.000 leguas, es decir, más de 5.500.000 hectáreas transferidas a una sola persona, como es el caso de la venta hecha al señor Carlos Casado. A "La Industrial Paraguaya" se le vendió 850.890 hectáreas de los mejores yerbales y bosques del Alto Paraná. Estas ventas se hicieron en la mísera suma de 50 ctvs. por hectárea. Algunas tierras, sobre todo las de pastoreo, fueron vendidas dos y tres veces. Mi finado padre compró en Santiago de las Misiones, alrededor de 6.000 hectáreas, y cuando quiso mensurarlas, se encontró con que también habían sido vendidas a su vecino, el señor Víctor Duarte. El pleito que se inició para saber quién era el verdadero dueño del terreno duró 21 años. Al cabo de esta fecha; mi padre quedó dueño del campo, porque pudo comprobarse que fue el primer comprador. El pleito le costó 10 veces más de lo que había costado el terreno. Y así, como este caso, existen numerosos otros que prueban, en forma inequívoca, el desquicio que reinó en la venta de las tierras fiscales.
Desde 1904, en adelante, los gobiernos se vieron abocados a un pavoroso problema. Diariamente llegaban a Asunción delegaciones de vecinos que pedían al P. E. y al Congreso la expropiación de las tierras ocupadas por ellos. Desde 1904 hasta el comienzo de la guerra del Chaco, fue expropiada por los distintos gobiernos liberales que se sucedieron, la extensión de 228.808 hectáreas, las que fueron mensuradas y loteadas en 17.697 parcelas y entregadas gratuitamente en su mayor parte, a más de 88.000 personas, que formaban parte de más de 17.000 familias. Estas adquisiciones costaron al erario público, con gastos de mensura y loteamiento, la suma de 88.931.300 pesos de curso legal. Estas tierras expropiadas forman parte de más de 60 colonias repartidas dentro del país, las, cuáles son: Agaguigó (en Belén); Martínez de Irala (en
San luan Nepomuceno, 25 de Noviembre (en Coronel Oviedo), 25 de Diciembre (en San Estanislao), General Delgado (en Santiago), Independencia (en Mbocayaty), Alberdi (en Villa Franca), General Aquino (en Villa del Rosario), Boquerón en Yhacanguazú ); etc., etc.
En resumen, los gobiernos colorados, desde 1881 hasta 1900, enajenaron, según datos estadísticos, perfectamente compulsados, 25.604.500 hectáreas de tierras públicas; por un valor total de 10.275.754. pesos de curso legal, comprendiendo montes, los mejores campos y yerbales del Paraguay. En esa cantidad, están incluidas las tierras del Chaco, que fueron divididas en tres zonas según su proximidad al río Paraguay. Las tierras de la 1º zona eran las que lindaban con dicho río, y las de la 3º las más alejadas.
Pero volvamos á los empréstitos de Londres. Al de dos millones de libras se agregó otro de 440.326:82 de la misma moneda. Este empréstito se gestionó para sufragar los gastos de la revolución de 1912 y para pagar las armas Vickers adquiridas para derribar la dictadura del coronel Albino Jara y que fueron traspasadas al Estado, después de triunfar la revolución, de acuerdo con una ley del 27 de noviembre de 1912.
Sobre esa deuda escribe el doctor Teodosio González, en su libro titulado "Infortunios del Paraguay", en la página 126, lo siguiente:
"Según se decía, lo que el señor Rodríguez había facilitado al señor Schaerer para la campaña de la revolución triunfante, ascendía alrededor de 350.000 pesos oro (800.000 pesos argentinos).
"Pero, por lo que potest contingere y para poner el crédito del señor Rodríguez a cubierto de todo peligro de no ser ampliamente satisfecho en capital, intereses y prestaciones accesorias, se fijó la cuenta del préstamo en 1.723.143 pesos oro sellado, es decir, quintuplicada.
"Así, aún cuando la cotización de los bonos del empréstito fuese de entrada, nada más que del 25 % (en aquella época se cotizaba en Londres, los bonos de la deuda externa del Paraguay alrededor del 27 %, bonos que, según se decía, estaban casi todos en poder del Directorio del Ferrocarril Central del Paraguay, en el que Rodríguez jugaba un rol prominente ), siempre daría lo suficiente para cubrir el crédito real y efectivo del señor Rodríguez, en capital, intereses y accesorios."
"Emitidos los bonos del empréstito autorizado por la ley del 28 de noviembre de 1912, sucedió lo que se esperaba: ningún capitalista serio quiso tener en su cartera valores de esta clase, tanto por la inmoralidad de su procedencia, cuanto por el peligro, de que cualquier golpe de estado, a corto plazo, trajese al gobierno una nueva situación que había de repudiar y con justa razón, semejante deuda.
"Y sucedió lo que ya se había previsto: el gobierno echó mano al depósito sagrado de los fondos de conversión, existente en el Banco de la República, para pagar la cuenta, (no la deuda) de Rodríguez. Este recibió en cancelación de su cuenta 250.000 pesos oro sellado en efectivo y un bono del Empréstito de 1912 de 440.326:82 libras, o sean 2.219.247:17 pesos oro sellado en títulos de este empréstito, que Rodríguez, según se dijo, entregó a miembros del Directorio del Ferrocarril Central, en Londres, poseedores, según se decía, de la mayor parte de los títulos de deuda externa del Paraguay, de los empréstitos del 71 y 72.
"El tipo verdadero de adquisición de estos bonos de Rodríguez por el Directorio del Ferrocarril Central en Londres, que se hizo figurar después, en 70 pesos oro, sólo pueden saberlo quienes intervinieron en el negocio.
"No debió ser muy elevado, pero por poco que fuese, dada la inmensa diferencia entre el crédito en bonos del señor Rodríguez, 2.219.247:17 pesos oro y el saldo del crédito real en dinero, 100.000 pesos oro, el negocio resultaba colosal para el señor Rodríguez."
Para hacer todas esas disquisiciones, el doctor Teodosio González se basa en decires, repitiendo en varios pasajes, la frase de: según se decía. Para este señor, constituye una documentación digna de trasmitirse a la posteridad la chismografía recogida en las calles o en los corrillos familiares. Con esa deleznable base, hace el proceso de todos sus correligionarios, por motivos personalísimos que no es del caso referir.
El doctor González, que actuó de cerca en la revolución de 1911 y 1912, siendo senador de la Nación y después ministro podía habernos ofrecido documentos más convincentes. Nada le hubiera costado pedir en cualquiera de las cámaras, copia completa de la rendición de cuentas de los gastos de dicha revolución y sobre esa base hacer su crítica. Pero a pesar de la rotunda afirmación del doctor González, disiento con sus conclusiones. No se puede fiar en el informe callejero de que el señor Rodríguez, sólo haya facilitado la suma de 350.000 pesos oro, teniéndose en cuenta que los barcos y las armas Vickers compradas en Inglaterra deben de haber costado alrededor de 920.000 pesos oro, como puede verse en páginas anteriores. Además, para conducir dichas armas y los tres vapores fue necesario contratar pilotos, maquinistas, artilleros y tripulantes ingleses a quienes se les tuvo que pagar sueldos elevados porque tenían que actuar en una revolución en que sus vidas corrían peligro. Hubo necesidad de comprar, uniformes, zapatones, frazadas, equipos diversos, etc. para más de tres mil hombres, pagar el aprovisionamiento de dicho ejército durante todo el tiempo de la revolución, que duró cerca de ocho meses; aprovisionamiento que debió comprarse en Inglaterra, Buenos Aires, Corrientes y Formosa, y pagar todas las adquisiciones al contado. Además, antes de comenzar la contienda, hubo que ayudar pecuniariamente a más de tres mil personas que esperaban, en territorio extranjero, el momento de pasar a territorio paraguayo para iniciar la revolución. Tuvo que abonarse en Inglaterra la instalación de los cañones de marina de 76 mm. en los tres barcos, para lo cual fue necesario reforzar las cubiertas y agregar planchas de acero para obtenerse apoyo 'sólido,' que es lo que necesitan tales cañones. A eso hay que agregar los gastos de propaganda y dé numerosas misiones reservadas.
Por lo tanto, la suma de 1.723.143 pesos oro que reconoció el Congreso, como gastada por la revolución, debe haber sido la suma exacta, más los intereses.
En realidad, la revolución costó bastante poco, ya que el Estado quedó con todas las armas que eran de excelente calidad y que, en parte, llegaron a ser utilizadas 20 años después en la guerra del Chaco. Digo que resultó barata, porque la revolución que terminó en agosto de 1947 y que sólo duró un poco más de cinco meses, costó al gobierno 15.000.000 de guaraníes, es decir, alrededor de 8.000.000 de pesos oro, y eso que el sostenimiento de una buena parte del ejército gubernista ya figuraba en el presupuesto general de gastos y que el gobierno no tuvo que comprar barcos ni cañones, sino algunas pistolas ametralladoras, algunos fusiles y cierta cantidad de proyectiles diversos, armas cuyo importe nunca pudo pasar de 1.000.000 de pesos oro. La suma de 15.000.000 de guaraníes es la que el dictador Morínigo asegura haber gastado según informe al Congreso, en la sesión de apertura de dicho cuerpo en abril de 1948.
Pero según el doctor González, el negocio realizado por el señor Manuel Rodríguez fue de colosales proporciones. Veamos en qué consistió ese estupendo negociado. Si la revolución no hubiera triunfado, aquel señor hubiera perdido todo su dinero. Como la revolución triunfó, a cambio de 1.723.143 pesos oro, sonantes y contantes, que él entregó, recibió la suma de 250.000 pesos oro en efectivo, y por el resto, que era de 1.473.143 pesos oro, que aún le sobraba de crédito, recibió bonos por valor de 2.219.247 pesos oro, dándose a cada bono de 100 pesos el valor aproximado de 70. Según el propio doctor González, dicho valor en Londres, no podía alcanzar a más de 25 por cada bono de 100, es decir, que en realidad, lo que el señor Rodríguez recibió fue la suma de 887.698 pesos oro, que sumados a los 250.000 pesos de la misma moneda que recibió en efectivo, hace que lo que obtuvo en realidad fuera la suma de 1.137.698 pesos oro sellado, a cambio de 1.723.143 qué entregó y con grave riesgo. Pero todo esto en el caso de que se hubiera podido colocar tales bonos. Si no hubiera podido negociarlos, el resultado para él, hubiera sido mucho peor desde el punto de vista de las ganancias, ya que esos bonos estuvieron durante doce años sin cobrar los intereses, ni las amortizaciones correspondientes. Sólo desde diciembre de 1924, y de acuerdo con el arreglo de que hablaré más adelante, esos bonos comenzaron a ser pagados en cuotas trimestrales. El arreglo se realizó con la renuncia de los poseedores de tales bonos, de los intereses devengados durante los 12 años y en cuotas que se pagarían trimestralmente con el 3 % de interés anual y el 3 y 4 de amortización.
Pero sea que los haya vendido o se haya quedado con los bonos, el señor Rodríguez, con toda seguridad, salió perdiendo con su intervención en la guerra civil de 1912. ¡Y a todo eso le llama colosal negocio!
Fue objeto de muchas críticas el hecho de que tales gastos fueran convertidos en deuda nacional. Pero durante la revolución de 1947, muchos revolucionarios que no eran liberales, preguntaban desesperadamente por qué el Partido Liberal no buscaba, para poder financiarla, otro empréstito parecido al de Rodríguez, que sería pagado por el país, después con todo gusto, ya que los pueblos están obligados a sacrificarse para derribar a los tiranos. Así, los mismos o los herederos de los que, en su hora, criticaron acerbamente aquel empréstito considerándolo inmoral, eran los que clamaban por la búsqueda de un nuevo Rodríguez para financiar la revolución cuyo programa era derribar del poder al general Morínigo, el más irresponsable, inmoral e ignominioso tirano que ha tenido el Paraguay en toda su vida independiente. Pero, desgraciadamente para la causa de la libertad, no se encuentran a la vuelta de cada esquina hombres como Rodríguez, que se aventuran a perder, si una revolución fracasa, alrededor de 2.000.000 de pesos oro, y en caso de éxito, a recibir bonos que se cobrarán cuando Dios quiera.
Como ya se ha mencionado en páginas anteriores, los barcos adquiridos para esa revolución fueron vendidos a mediados de la primera guerra mundial, poco más o menos por la suma de 275.000 pesos oro.
El 4 de abril de 1915 se ordenó por ley del Congreso la venta de los vapores, Libertad, General Díaz, Pirabebé y Patria.
En 1916, se vendió el Libertad a la Société Française d’Exportation, por la suma de 561.000 pesos papel. El vapor General Díaz se vendió a la misma Sociedad por la suma de 900.000 pesos papel.
El 25 de agosto de 1916, se vendió el Constitución al señor Jorge González, por 45.000 libras esterlinas.
Por ley del 14 de octubre de 1916, el importe de la venta del Constitución, se destinó a las siguientes inversiones:
2.500.000 pesos para la amortización de la deuda flotante;
1.500.000 pesos para préstamos a los agricultores;
1.500.000 pesos para construcciones militares;
1.000.000 pesos para caminos;
300.000 pesos para cárceles;
375.000 pesos para obras portuarias en Concepción, Pilar, Villeta y Encarnación;
200.000 pesos para construcciones escolares y útiles.
La venta de los tres vapores produjo la suma de 8.836.000 pesos, equivalente a 275.000 pesos oro al cambio de 3.200; que era el de esa época.
Es decir que el gobierno se resarció de los 250.000 pesos oro que había pagado en efectivo al señor Rodríguez.
En realidad, el gobierno salió beneficiado con 11.000 pesos oro, ya que el resto de la cuenta se pagó con bonos, que comenzó a amortizar después de 12 años. El doctor Teodosio González atribuye a los 250.000 pesos oro pagados al señor Rodríguez, todas las desgracias sobrevenidas después de terminada la primera guerra europea, tales como la quiebra de casi todos los bancos y la intensa crisis consiguiente. Pero para nada menciona la venta de los tres vapores que produjo una suma mayor que lo abonado al señor Rodríguez. Volviendo a los empréstitos de Londres, diremos que el arreglo con los acreedores se hizo con importantes quitas a favor del Paraguay, quedando reducido el "debe" a las siguientes cantidades:
Empréstito de Londres (1871/2). 635.090:00 librs.
Empréstito del 27 de nov. de 1912 434.460:00
Certificados:
Artículo 3º del convenio.......... 42.868:11.6
Total...... 1.112.418:11.61brs.
Que reducidas a pesos oro, alcanzan, a 5.562.092.-
A esto hay que agregar la deuda al Banco Nacional Argentino de 68.227:45 pesos oro que, sumados a lo anterior, hace ascender a 5.630.319:45 pesos oro, el monto total de la deuda externa, a la fecha del arreglo de noviembre de 1924. El convenio consistió en el pago mensual de 5.000 libras, o sea 60.000 libras por año. Este convenio fue aprobado por ley Nº 721 de fecha junio de 1925.
Las remesas, desde diciembre de 1924 hasta noviembre de 1926, alcanzaron a la suma de................................... 117.512. Lbs.
Hasta el 31 de octubre de 1927…. 155.060. „
Hasta el 31 de octubre de 1928…. 60.041. „
Hasta el 30 de noviembre de 1929 65.030. „
Hasta el 30 de noviembre de 1930 60.000. „
Hasta el 30 de noviembre de 1931 60.000. „
Total: ...... 517.643.- Lbs.
Desde el 30 de noviembre de 1931
hasta el 30 de junio de 1932 …….. 35.000.
Total........................................... 552.643.-
Equivalente a................. 4.763.215.
De la deuda al Banco Nacional Argentino se pagó en el año 1927,
la suma de ................. 11.371:25 Lbs.
Total:......................... 2.774.586:25
Que reducidos a pesos paraguayos, al tipo 4261 (que era el cambio de aquella época),
alcanzan a la suma de: ....... 118.225.120:11
Aparte de esta deuda había otras derivadas de los perjuicios de las revoluciones, desde el año 1904 hasta 1912, que alcanzaban a la suma de 1.976.364:60 o/s y 42.508.920:89 de c/l. Reduciendo la suma o/s a papel, al tipo 4.261 y agregándola a la cantidad en pesos papel, el total de las deudas ascendía a la suma de 126.721.819:05. De esta deuda, una parte estaba consolidada; la que ascendía a 1.513.926:78 0/s y 21.385.058 pesos de c/l., lo que hace reduciendo a papel la deuda consolidada la suma de 85.893.478:09. La deuda no consolidada montaba a 40.828.340:96 c/l. Esta fue completamente pagada en la época del doctor Eligio Ayala. Desde 1924 hasta 1932, fueron pagados en concepto de intereses de la deuda consolidada (al 6 % de interés) alrededor de 45.000.000 de pesos papel.
CAPÍTULO XIV
PARALELO ENTRE LOS PREPARATIVOS
PARA LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA Y LA DEL CHACO
Las armas de que disponíamos durante la guerra del 65 al 70 eran, en su mayoría, tan anticuadas, que en otra parte eran utilizadas como curiosidad de museos o para adornos de las plazas públicas. Las que se podían llamar modernas eran tan reducidas en cantidad que, Thompson, en el capítulo 54, pág. 63, de su libro titulado "La Guerra del Paraguay", se expresa al respecto en la siguiente forma: "La escolta del presidente se componía de 250 hombres armados con carabinas rayadas, de cargar por la recámara, sistema Turner; el regimiento de dragones de la escolta, con carabinas comunes rayadas. Como los primeros no se batieron hasta los últimos días de la guerra, no pudieron ensayar sus armas.
"Tres batallones estaban armados con rifles Witon. Uno de éstos formados por López, había permanecido constantemente en Humaitá, donde, en lugar de provisiones de boca, se les entregaban tres tiros para que cazaran en los bosques el alimento necesario. Como proyectil, usaban cortados, para tirar a los patos. Esta circunstancia destruyó las rayas de los rifles quedando, por consiguiente inutilizados.
"Tres o cuatro batallones estaban armados con fusiles fulminantes y los demás con fusiles de chispas, que tenían la marca de las armas de "La Torre de Londres". No llevaban más armas blancas que las bayonetas, para las cuales no usaban vainas porque las conservaban siempre armadas.
"Solamente el batallón seis tenía machetes, los encontrados en los vapores tomados en Corrientes, porque después de la expedición de Matto Grosso hacía el papel de infantería de Marina.
"La mayor parte de la artillería consistía en cañones de hierro viejo, todo carcomido, probablemente traído como lastre por algunos buques comprados por el Paraguay, parecidos a los que sirven de postes en Woolrich".
Es decir que, apenas unos 5.000 hombres estaban armados con fusiles, que más o menos podían compararse con los del enemigo. Los fusiles de chispa fueron inventados en 1630, es decir dos siglos y medio antes de nuestra guerra. Eran fusiles que estaban depositados en nuestros cuarteles y parques desde la época del coloniaje. Otros fueron comprados por el dictador Francia, a cambio de yerba, en el único puerto donde se podía comerciar, que era el de Itapúa.
Los cañones también eran de la época de la colonia y algunos fueron fabricados en los arsenales, antes de la guerra, y otros en el curso de la misma. No teníamos un solo cañón de retrocarga, un solo Whitworth, ni un Lahitte, ni un Krupp. Solo el Tacuarí, construido en 1854, 10 años antes de la guerra, llevaba seis cañones Whitworth rayados, pero eran de avancarga.
Estas eran las armas con que enfrentamos a las dos terceras partes del continente y con la agravante de que desde el comienzo estuvimos bloqueados y, por lo tanto, en todo el curso de la guerra no recibimos ni un solo fusil, ni un proyectil, ni un gramo de pólvora del extranjero.
En nada modifica esa situación el hecho de que en mayo y agosto de 1864, cuatro meses antes de la guerra, Solano López hubiese ordenado a Cándido Bareiro la adquisición urgente de 10.000 fusiles modernos, cañones Krupp y algunos monitores, porque la tormenta se estaba preparando con anticipación, casi desde la expedición de Flores al Uruguay, iniciada el 10 de abril de 1863, un año y medio antes de la guerra con el Brasil. Veamos lo que dice Gregorio Benítez sobre dichas adquisiciones, en su libro titulado: "Guerra del Paraguay", pág. 255:
"Ha quedado bien constatada, en todos los combates de los encorazados con las fortalezas paraguayas de Itapirú, Curuzu, Curupayty, Humaitá y Timbo, la deficiencia del poder de la artillería de estas plazas fuertes, para detener y destruir a buques blindados. Sus proyectiles, apenas producían fuertes depresiones y sacudimientos más o menos violentos en el blindaje de dichos buques, rompiendo pernos, perforando algunas chimeneas y las partes débiles de las corazas, como le sucedió al Tamandare en frente de Humaitá y a otros encorazados delante de Curuzú.
"Si el mariscal López no se hubiera precipitado en aceptar la guerra que fue provocada por el Imperio del Brasil, y se hubiese dado el tiempo necesario para recibir los grandes monitores y los armamentos que habla encargado a Europa, entre los últimos unas 36 piezas de artillería de posición, sistema Krupp, contratados en Alemania con intervención personal del suscripto, entonces ningún encorazado de agua dulce habría sido capaz de embestir con éxito las mencionadas fortalezas, si éstos hubiesen estado armadas con aquella artillería poderosa.
"En efecto, cualquiera que tenga idea del poder formidable de la artillería Krupp, comprenderá que, colocados tales cañones en las baterías de Curuzú, Curupayty, Humaitá, la Triple Alianza no hubiera tenido un solo encorazado que pudiera aventurarse a pasar bajo sus fuegos, so pena de una destrucción segura. Mas López hizo el pedido de estos elementos bélicos con demasiado retardo, de manera que el representante diplomático del Imperio, acreditado en Berlín, Barón de Itajuba, al tener conocimiento de la adquisición de cañones por cuenta del Paraguay, hizo uso del derecho que otorgan las leyes internacionales a los agentes públicos, reclamando la detención de la artillería en referencia. El gobierno prusiano, respetando los usos y las leyes invocados, impartió las órdenes para que dichos cañones no fueran despachados al Paraguay, cuyas relaciones diplomáticas con el Brasil se hallaban a la sazón muy tirantes, con motivo de la intromisión del Imperio en los asuntos internos de la República del Uruguay.
Lo expresado más arriba revela que, en 1865, con relación a los del enemigo, los armamentos eran indiscutiblemente inferiores en calidad a los que temíamos en junio de 1.932, al iniciarse la guerra del Chaco.
En cuanto a la preparación técnica de los jefes y oficiales de aquella época, era completamente nula. Ni uno solo había cursado estudios militares ni en el país ni en el extranjero. Dos de los que estaban estudiando en Francia, cadetes de la Escuela Militar, de Saint-Cyr, pudieron llegar al Paraguay, cruzando el Perú, Bolivia y el gran Chaco. Llegaron cuando ya se habían librado las batallas decisivas y estaba fatalmente decretada nuestra derrota. Teníamos algunos autodidactos, como el general Aquino y el mismo mariscal López; teníamos algunos buenos artilleros, como el general Bruguez, que aprendió los rudimentos de la artillería con la misión militar brasileña dirigida por el capitán Cabrita, en la época de don Carlos Antonio López.
Lo que llama la atención es que el mariscal López, cuyo espíritu de progreso no se puede poner en duda, que contrató a más de 50 técnicos europeos e instaló, con la intervención de esos técnicos, un gran arsenal y una fundición de hierro, no haya contratado una misión militar extranjera que le sirviese de consejera, es decir, de Estado Mayor, y para dar instrucciones a nuestros jefes y oficiales.
Repito que el progreso del Paraguay comenzó con el enérgico impulso que le dió el mariscal López desde su vuelta de Europa. En este viaje adquirió el pequeño aviso de guerra de nominado "Tacuarí", de 488 toneladas y 6 cañones; posiblemente, los fusiles Turner y Witon. Contrató varias decenas de técnicos, entre ellos el ingeniero militar Wisner Morgenstern, que tan grandes servicios prestó en la guerra. Fue quien diseñó las fortificaciones de Humaitá, Curupayty, etc., etc. Como queda dicho, con los mencionados técnicos organizó los arsenales, la fundición de hierro de Ybycuí, etc. Dichos arsenales contribuyeron decisivamente a sostener los cinco años de la guerra. Allí se fundieron cañones y proyectiles, se arreglaban las armas que se destruían. Dice a este respecto Thompson, en el libro citado, pág. 210, lo siguiente: "Todos los cañones, etc., etc., que se fabricaron en el Paraguay durante la guerra fueron obras de ingenieros ingleses que nunca se habían dedicado a estas clases de manufacturas. Tenían que diseñar y construir sus propias máquinas para taladrar, rayar, etc. y demostraban gran habilidad por la manera como se desempeñaban. Dicho sea de paso, que estos cañones no eran superiores a los que ya teníamos; pero muchos fueron fabricados para utilizar los proyectiles aliados que caían por millares y sin explotar".
Los jefes y oficiales que pelearon en esa guerra se comportaron heroicamente; pero no tenían ninguna preparación técnica y ni remotamente podrían compararse, en preparación profesional, al cuadro de jefes y oficiales que se formó para la guerra del Chaco.
Los arsenales fueron de grandiosa utilidad en la guerra contra la Triple Alianza, pero no puede negarse que los que teníamos durante la contienda del Chaco prestaron los mismos o superiores servicios.
Así como eran inferiores nuestras armas y la preparación de nuestros oficiales, también eran inferiores los servicios auxiliares. Dice Thompson, en el libro mencionado, pág. 55, refiriéndose a la sanidad: "El cuerpo médico consistió en un cirujano mayor, tres cirujanos con el rango de capitanes y un farmacéutico con el de teniente. Todo ellos eran ingleses. Estos tenían bajo sus órdenes muchos practicantes paraguayos, todos enseñados por ellos y por el farmacéutico. Las drogas, eran ya, muy escasas". Esta sanidad exigua, no puede ni remotamente compararse con la que teníamos durante la guerra del Chaco, atendida por más de 200 médicos y farmacéuticos, de alta preparación profesional obtenida en nuestra Facultad de Medicina y más de cien practicantes, estudiantes de los distintos cursos de la misma Facultad.
En cuanto al régimen de alimentación, dice el mismo autor, en la pág. 67: "Las raciones eran una vaca diaria para 80 hombres y cuando escaseaba la carne, para 200. Sin embargo, esto sucedía raras veces. Recibían mensualmente una libra de yerba, un poco de tabaco, sal y maíz, cuando había, para hacer con él una sopa. Durante la guerra la sal era escasísima y su falta era la que más se sentía y ha costado al Paraguay millares de vidas. Millares se han perdido igualmente por falta de alimentos vegetales, que habían sido la base de la alimentación hasta que entraron en el ejército, donde sólo se comía carne cansada y flaca. Los soldados recibían una ración, los oficiales dos, los jefes de campo cuatro y los generales ocho. El ejército que volvía de Corrientes, parecía extremadamente fatigado; pero todos sus hombres se regocijaron de haber vuelto al Paraguay. Sólo volvieron sanos como 14.000 y 5.000 enfermos. Estos últimos habían llegado en diferentes ocasiones durante la campaña. Cerca de 8.500 habían perecido en Corrientes, lo que incluyendo la columna de Estigarribia, daba una pérdida total de 21.000 hombres. En el Paraguay, habían muerto desde el principio del reclutamiento unos 30.000 hombres, haciendo un total de 40.000 hombres muertos y 10.000 rendidos cuando la guerra apenas comenzaba. Los que morían eran generalmente los reclutas, pues los veteranos resistían mejor. Desde el principio del reclutamiento, la diarrea y la disentería no habían cesado de hacer grandes estragos". Probablemente, la diarrea de que habla el autor mencionado era la fiebre tifoidea. La disentería y la tifoidea causaron también bajas en el Ejército del Chaco; pero no en la proporción indicada. Esto es debido a que actualmente se conoce la causa, cómo prevenirlas y curarlas. Lo que llama la atención es la deficiencia del régimen alimenticio, completamente inadecuado para conservar la salud del soldado. Muy diferente era la alimentación del soldado en el Chaco. Su régimen estaba estudiado científicamente, mucho antes de comenzar la guerra, y consistía en:
Sal............................... 15 “
Yerba........................... 30 “
Azúcar.......................... 60 “
Arroz............................. 60 “
Fideo........................... 60 “
Locro........................... 80 “1
Poroto.......................... 80 “
Grasa........................... 15 “
Fariña.......................... 30 “
Galleta ..................... 300 “
Total........................ 1.430 gramos
Además, jabón............. 15 „
Durante toda la contienda chaqueña se repartían 120.000 raciones diarias de esa clase, porque no sólo era alimentado el guerrero en el frente de batalla, sino también los miembros de sus familias que quedaron en la retaguardia. Si alguna vez se pudo pasar hambre en el campo de batalla fue, seguramente, durante las maniobras y también como consecuencia de las grandes y prolongadas lluvias que hacían imposible la llegada de los convoyes de camiones; pero esto pasaba excepcionalmente, porque los días de buen tiempo eran aprovechados para llenar los depósitos situados en las proximidades de las líneas de batalla. De Asunción salían normalmente todas las provisiones necesarias para que, en ningún momento, faltara que comer a nuestros heroicos soldados.
Se explica en parte la exigüidad de nuestra sanidad durante la guerra del 65 al 70. No teníamos Facultad de Medicina y los pocos médicos fueron contratados en Inglaterra. Si menciono el estado de la sanidad en aquella época, es solo para destacar la brillante contribución de nuestra Facultad de Medicina que dió tantos médicos y estudiantes capaces, que con su actividad, salvaron millares de vidas.
En realidad, el error fundamental del mariscal López consistió en su precipitación para arrastrar a su país a una guerra contra los países más grandes y poderosos de América.
En las condiciones en que se inició, no podía esperarse otro resultado que el de nuestra completa destrucción. Si López hubiera tenido la suficiente serenidad de espíritu para esperar, hubiera podido recibir los dos acorazados que había mandado construir en Inglaterra y Francia y enriquecido nuestros parques de guerra con armas más perfeccionadas de las que teníamos en los comienzos de la contienda. Conviene destacar el hecho de que los acorazados que había mandado construir el mariscal, fueron adquiridos por el Brasil en el curso de la guerra y formaron parte de la escuadra que utilizó el almirante Joaquín José Ignacio, para forzar el paso frente a los cañones de Curupayty, el 15 de agosto de 1867 y posteriormente, frente a la misma fortaleza de Humaitá. Este pasaje fue realizado en la noche del 19 de febrero de 1868. Nuestros proyectiles esféricos, lanzados por los viejos y anticuados cañones de Humaitá rebotaban y se hacían pedazos sobre el blindaje de 10 centímetros de espesor que protegía en sus partes vitales a los modernos acorazados brasileños. Además, algunos eran del tipo monitor, es decir, tenían posibilidades de sumergirse hasta la línea de la cubierta, dejando fuera del agua sólo las torres blindadas de los cañones y de los comandos.
Pero López fue arrastrado a la guerra a destiempo por los desesperados pedidos de auxilio de los blancos del Uruguay, país que, en esos momentos, era invadido por fuerzas regulares del ejército brasileño. En esa oportunidad gobernaba en el Uruguay el partido denominado blanco y el gobierno hacía frente a una revolución de los colorados, mandados por el general Flores. Desde el comienzo de dicha revolución el gobierno uruguayo ejerció desesperada presión sobre López, para decidirlo a terciar en la contienda, en su ayuda. Los gobiernos uruguayos anteriores enviaban, desde tiempo atrás, numerosas misiones al Paraguay. Entre las mismas merecen destacarse las encabezadas por Herrera, Octavio Lapido, Carreras, Vázquez Sagastume y otros. El objetivo principal de esas numerosas embajadas era convencer al mariscal López de que el Paraguay sería la próxima víctima del imperialismo brasileño y porteño, los cuales, después de someter al Uruguay, caerían sobre nuestro país para destruirlo. López resistió mucho tiempo a la presión del Uruguay; pero, al fin, cedió y entró a terciar en la contienda, en inferioridad de condiciones, ya que las armas y barcos encargados en diversos países de Europa no pudieron llegar.
El otro error del mariscal fue el de encargar esas armas demasiado tarde; ya en las proximidades del conflicto o después del comienzo del mismo, como lo manifiesta claramente el señor Gregorio Benítez en su libro de historia más arriba mencionado.
Estos dos errores, aparte de otros numerosos, nos condujeron a una terrible derrota que todos conocemos y dejaron convertido al país en escombros. Pero de estos errores, más que al mariscal, hay que culpar al régimen de gobierno imperante en el país desde cincuenta años atrás. Era el régimen llamado hoy totalitario, ya que todos los poderes y todas las responsabilidades recaían sobre una sola persona. Si el gobierno hubiera sido republicano democrático, con sus tres clásicos poderes, habría sido mucho más difícil a los uruguayos arrastrarnos a la guerra a destiempo, pues es más difícil convencer a un grupo numeroso de personas, con libertad de emitir libremente su pensamiento, que a una sola persona rodeada de otras que tienen que medir hasta las palabras y las opiniones, so pena de caer en desgracia y perder la buena voluntad del dictador.
Otro de los grandes inconvenientes que tuvo que soportar el gobierno del mariscal, fue la absoluta falta de hombres capaces. El dictador Francia había dispersado por completo a todas las personalidades con alguna capacidad. Así, de la élite que había gobernado al Paraguay en los varios siglos del coloniaje, gran parte tuvo que emigrar al extranjero: aquellos que tuvieron tiempo. Otra parte fue encerrada en las cárceles, donde algunos permanecieron hasta la muerte del dictador, y muchos murieron de enfermedades o fueron ejecutados por orden del mismo. Este estado de cosas no mejoró mucho en la época de don Carlos Antonio López, quien era muy celoso de su autoridad y no permitió tampoco la expresión de opinión alguna que no estuviera de acuerdo con las directivas de su gobierno que, en último término, se reducía á su sola persona. Esa élite de hombres con alguna capacidad y preparación que se refugiara en el extranjero, casi en su totalidad no volvió al Paraguay, porque en 50 años de destierro formaron sus hogares en el extranjero y sus hijos adoptaron la nacionalidad del país en que nacieron. Fue, pues, una generación completamente perdida para la patria. La víctima expiatoria de este estado de cosas fue el mariscal que tuvo que desenvolverse como gobernante y en los momentos más dramáticos, con hombres de escasa capacidad. Ninguno podía aconsejarle, porque a un temperamento autoritario como era aquél, sólo hubiera podido hacerlo persona con mayor capacidad que él y como esa clase había desaparecido, tuvo que desenvolverse solo y soportar sobre sus hombros tan enorme responsabilidad. Además, López no fue creador del régimen con el que tuvo que gobernar, como lo fueron Hitler y Mussolini. El mariscal nació en los días más sombríos de una bárbara tiranía como fue la de Francia. Se educó durante la dictadura de su padre. Fue general a los 18 años; no podía pues, esperarse de él sino prepotencia y arranques de autoritarismo.
Creemos que la existencia de lopezistas y antilopezistas en nuestro país no tiene razón de ser. Al mariscal hay que juzgarlo serenamente, como paraguayo. No deben ser ocultados sus errores ni sus virtudes, si las tuvo. Si algún servicio presta la historia, es, precisamente, enseñarnos las experiencias del pasado. Si algo se hizo de bueno, para imitarlo y si todo fue malo, para evitar reincidir en los mismos errores. Sólo así la historia puede contribuir a forjar la grandeza de los pueblos. Pero en nuestro país el estudio de nuestro pasado es realizado con un fanatismo increíble. Para los partidarios del mariscal, éste era un genio como gobernante y como estratego. No admiten sus errores. Para ellos todo es grande, hasta los crímenes cometidos por su gobierno. En ningún caso aceptan separar al gobernante que cometió infinidad de errores fatales para la Nación, del héroe que, al fin, lo fue el mariscal, ya que con su energía extraordinaria, pudo tener a raya a los enemigos de la Nación, durante cinco años, y rubricó la resistencia con su muerte trágica y gloriosa, negándose, ya herido de muerte, a rendir su espada que había ceñido durante los años de heroísmo imperecedero.
Para los enemigos de López, éste era un monstruo. Rodean sus actos con todos los errores, que la mentira y la propaganda interesada del enemigo inventó, para hacerlos más repulsivos a los ojos propios y extraños. Creemos que a este terreno no debemos dejarnos arrastrar los paraguayos que queremos el bien de la patria. No podemos olvidar que López tuvo que asumir solo, una de las responsabilidades más grandes que ha registrado la historia. Hay que colocarse serenamente en la situación del gobernante y de la época histórica en que le tocó actuar, con las Siete Partidas como Código Militar, con las dos terceras partes del continente en contra de él y en medio de derrotas y descalabros continuos. En realidad, el dictador sanguinario recién apareció después de Humaitá, cuando toda esperanza de éxito había desaparecido y cuando temió que las clases dirigentes intentasen pactar con el enemigo: López sabía que ese pacto sólo podía realizarse eliminándoselo y ante esa idea, que consideró un sacrilegio, porque creía encarnar la suerte misma de la Nación y convencido estaba de que su desaparición sería el comienzo de la esclavitud o de la desaparición de la patria paraguaya, se mostró implacable.
No se le puede comparar con Nerón ni con Rosas, porque éstos cometieron peores crímenes y sin estar amenazados sus países con el peligro inmediato de la destrucción por los enemigos extranjeros, como lo estaba el Paraguay después de la caída de Humaitá. En definitiva admiramos al héroe; pero reprobamos al tirano y repudiamos el régimen totalitario que causó la ruina de nuestra amada patria.
Resumiendo, 55 años de férrea dictadura, de paz ininterrumpida y en la que el Estado era dueño de todas las riquezas de la nación, dieron por resultado la formación de un Ejército armado con fusiles y cañones traídos por los conquistadores españoles. Este Ejército así armado, mal equipado y peor dirigido, se llenó de gloria, pero volvía invariablemente acuchillado del campo de batalla como bien expresa el mismo Thompson. Este valeroso ejército no pudo evitar nuestro completo exterminio. El país quedó convertido en humeantes ruinas y sólo restaron mujeres y niños; aún éstos en cantidad reducida. Nuestro aniquilamiento sólo puede compararse al de Cartago vencida por Roma. Aquélla desapareció. Nosotros sobrevivimos, y esto se debe a que a nuestros vencedores no les convenía nuestra desaparición, por la rivalidad existente entre los mismos.
En cambio, 28 años de vida democrática interrumpida por numerosas revoluciones, y trastornos de toda clase, dieron por resultado la preparación de un Ejército que se llenó de gloria y nos condujo a la victoria final.
Hablando de revoluciones, diremos que no se produjeron solamente después de 1904. Las hubo también, y numerosas, en el cuarto de siglo anterior a esa fecha. En aquel período no sólo hubo revueltas intestinas, sino que el ciudadano contaba con escasas libertades, sobre todo, cuando no era del mismo color de los que estaban en el gobierno. Tal fue la falta de garantías que el ex presidente, don Cirilo Antonio Rivarola, fue asesinado en plena calle Palma e Independencia Nacional, a tres cuadras de la Policía de la Capital y a una cuadra y media de la casa particular del propio presidente de la República. Los presos políticos eran asesinados en las cárceles, como pasó con el doctor Facundo Machaín y otros cinco o seis compañeros. En esta oportunidad el gobierno manifestó que había intentado fugarse, pero el público que se agolpó para presenciar el macabro espectáculo constató que las víctimas tenían colocados grillos remachados en las piernas, grillos que les impedían, no sólo escaparse, sino caminar con alguna celeridad.
Pero no sólo hubo revoluciones en las dos épocas anotadas. También se vivió en un clima de fuerza, desde el 17 de febrero de 1936. Esta fecha marca el predominio sombrío del militarismo, matizado con numerosos golpes de estado que se sucedían por decenas cada año. Cada golpe significaba la destitución de numerosos jefes y oficiales que partían hacia el destierro o eran conducidos al famoso campo de concentración, tristemente célebre, llamado "Peña Hermosa". Por esa peña desfilaron altos jefes, oficiales, ex ministros, etc., etc.
En 1940 se inició otro tipo de brutal dictadura, que se mantiene hasta nuestros días.
Las causas de nuestras luchas intestinas hay que buscarlas en el brusco cambio de régimen que se produjo al terminar la guerra del 70. Hasta esa fecha y desde los albores de la revolución de Mayo, nuestro país vivió gobernado por métodos dictatoriales. Aunque tal régimen se humanizó hasta cierto punto, durante el período de gobierno de don Carlos Antonio López, quien ejerció la dictadura que, algunos dicen que fue paternal, no se conoció la libertad de prensa ni de pensamiento; no hubo Congreso que controlara las gestiones del gobierno; en una palabra, el presidente era un soberano que gobernaba por su propia iniciativa sin consultar para nada la voluntad popular.
En definitiva, el pueblo paraguayo no conoció, desde 1811 hasta 1870, el menor resplandor de libertad, ni se le dio la menor intervención en el manejo de la cosa pública. Esta situación no se modificó en nada, con la reunión de uno que otros congresos que eran convocados al terminar uno o dos lustros y que estaban formados por los jueces de paz y allegados al gobierno, la mayoría semi analfabetos manejados por las mismas autoridades.
El paso brusco del régimen que el ciudadano paraguayo soportó durante 59 años, al de completa libertad establecido en la libérrima Constitución del 70, tenía que producir, forzosamente, un fuerte desequilibrio en la vida institucional del país. En este sentido, todos los pueblos de América han rendido un duro tributo de sangre, al pasar del régimen colonial al de la independencia.
La República Argentina tuyo terribles convulsiones; desde el día siguiente de la gesta de mayo, la sangre de los hermanos se derramó a torrentes; temibles tiranos y tiranuelos se sucedieron en todas las provincias. Las cabezas de los adversarios políticos llegaron a exhibirse en las plazas públicas. Las instituciones democráticas comenzaron a desenvolverse con cierta normalidad, en dicho país, a fines del siglo pasado.
Lo mismo ha sucedido con el Uruguay, cuya vida institucional sólo pudo afirmarse en el primer cuarto del siglo que estamos viviendo. Lo propio aconteció en las otras repúblicas americanas.
Toda la historia de la humanidad nos enseña que, en ninguna parte, se ha podido pasar de un régimen a otro, sin la secuela de una intensa anarquía durante varias décadas. El régimen liberal creado por la revolución francesa, pudo instaurarse 90 años después, es decir, en 1870, y sobre las ruinas de la nación francesa, producidas por una guerra desastrosa. Otro tanto ocurrió con los cambios realizados en nuestros días. La revolución comunista de 1917, aun cuando han transcurrido 30 años de su advenimiento, no ha logrado estabilizarse en Rusia. Para sostener el régimen actual, se ha necesitado recurrir a una enérgica y despiadada dictadura que se mantiene a base de campos de concentración en Siberia, fusilamientos y medios de represión de toda índole. En estos treinta años ha habido períodos de crisis verdaderamente infernales, de horrendas masacres, llamados por ellos "purgas", de matanzas sistemáticas, ordenadas por el gobierno ante la menor sospecha de que la situación periclitaba. El propio dictador vive en una ciudadela fortificada, invisible para la mayoría de los mortales y el que, por alguna suerte especial, debe ser recibido, es revisado, varias veces, por oficiales de alta jerarquía.
Lo mismo pasó con los regímenes creados por Mussolini e Hitler. Este último para sostener su bárbaro régimen, tuvo que sacrificar millones de vidas en centenares de campos de concentración. La bestia abominable que salió de los laboratorios de Hitler no tiene de humano sino la figura. Sus sentimientos son más brutales que los de las fieras, porque éstas matan solamente para satisfacer necesidades vitales, mientras que aquélla lo hace por fanatismo y por espíritu de dominación. Lo que llama la atención en nuestro país es que, mientras la mayoría de las naciones americanas han entrado ya, en una franca regularización de sus instituciones democráticas, nosotros todavía no hemos podido superar la etapa de la anarquía revolucionaria. Este hecho tiene una fácil explicación. Los otros países han podido adiestrarse en la vida institucional desde los primeros días de la emancipación. En cambio, nosotros hemos tenido un paréntesis de 60 años, pues en la época de las dictaduras tal entrenamiento ha sido imposible. En ese período todos los hombres capaces e instruidos eran sistemáticamente deportados, encarcelados o eliminados en forma violenta. Lo que otros hicieron desde 1810, nosotros pudimos comenzarlo recién después de 1870 y sobre las ruinas de una nación aniquilada, que sufrió la destrucción de una guerra sin cuartel, que duró cinco largos años.
Los gobiernos democráticos que se sucedieron, después de 1904, tuvieron que soportar una oposición demagógica, tenaz y sistemática, que por todos los medios buscaba entorpecer la acción gubernativa. Esta oposición se intensificó en los seis años anteriores a la guerra. El fenómeno no fue suficiente, sin embargo, para impedir que grandes gobernantes, como los doctores Luis A. Riart, Eligio Ayala y José P. Guggiari, realizaran los más proficuos actos en pro de la defensa del país, esfuerzos que dieron por resultado, como queda dicho, la preparación de un ejército mucho mejor armado y capacitado que el que tuvimos en la guerra del 65, el cual nos condujo victoriosos, desde las proximidades del rio Paraguay hasta los primeros contrafuertes de los Andes, tomando al enemigo decenas de millares de fusiles y miles de ametralladoras.
La mayoría de los que escriben libros o monografías en la prensa diaria, no se cansan de hablar de las grandezas pasadas y de las miserias presentes. Afirman que aquellas grandezas se deben a las dictaduras constructivas y patriarcales que alaban. Muchos añoran tales gobiernos y prometen reeditar las directivas seguidas por los mismos, en caso de escalar el poder. Aseguran el fracaso de la Constitución del 70 y del régimen democrático que creó dicho estatuto político.
Francamente, no creemos que tales regímenes hayan sido superiores al que fue abatido el 17 de febrero de 1936, ni que sus resultados hayan sido mejores. Tenemos la sincera convicción de que el saldo del régimen depuesto en 1936 fue muy superior, pero infinitivamente superior al que fue vencido en 1870, con la muerte del mariscal López. Y para pensar en tal forma nos basamos en un cúmulo de hechos y circunstancias que pasamos a puntualizar.
Los dictadores que gobernaron el Paraguay desde los albores de la revolución de mayo hasta el 14 de marzo de 1870, heredaron una colonia en buen estado de progreso, con toda su clase dirigente en situación de gobernar, sin más problemas que estabilizar la revolución y garantizar la independencia del país. Este era el problema más serio, ya que en el Río de la Plata hubo algunos intentos de reconstituir el Virreinato. En cambio, el régimen democrático recibió como herencia una nación agonizante, abatida y cercenada hasta en su extensión geográfica.
A pesar de que durante las dictaduras el Estado era dueño de todas las tierras públicas, de casi todas las estancias, de la flota mercante y de las explotaciones de muchos productos nobles, como la yerba, cuando se presentó el conflicto con el Brasil, en noviembre de 1864, las arcas fiscales estaban casi vacías. Algunas sumas de dinero que pudieron girarse a nuestro representante diplomático en Europa para la adquisición
de armas, no pasaron de la cantidad de 30.000 libras, las que fueron suficientes para vaciarlas. Esto es lo que se deduce leyendo el libro del señor Gregorio Benítez, intitulado "Anales Diplomáticos y Militares de la Guerra del Paraguay" y también del viaje que realizó Luis Caminos, a Buenos Aires, en febrero de 1865, para gestionar en dicha plaza un empréstito de 100 a 200 mil libras esterlinas, a fin de remesarlas a Cándido Bareiro, quien debía pagar la fabricación de armas y de dos barcos de guerra. Pero no pudo conseguir tal empréstito, el citado Caminos. Apenas tuvo promesas de algunos giros que, en total, sumarían diez mil libras, que no aceptó por temor de acarrear el desprestigio sobre el crédito del Paraguay.
El Congreso reunido en marzo de 1865 y que el 18 del mismo mes declaró la guerra a la República Argentina, autorizó al mariscal López a contratar un empréstito de 25 millones de pesos (equivalente a igual cantidad en oro) en el exterior. El mariscal dio poder a su representante en Europa, Cándido Bareiro, para colocar la suma de cuatro millones de pesos oro que, a pesar de todas las gestiones, no tuvo éxito.
Tales gestiones tuvieron que fracasar porque se intentó colocarlos demasiado tarde. El viaje de Caminos a Buenos Aires se realizó ya en plena guerra con el Brasil y cuando se intentó la operación en Europa, ya se había declarado la guerra a la República Argentina. En esas circunstancias, ningún capitalista habría de arriesgar su dinero, ya que la destrucción del Paraguay se presentaría a la imaginación de cualquier persona que tuviera, mediana capacidad de razonar.
La misma casa de los señores J. A. Blith Hnos., que desde varios años atrás había sido agente financiero del gobierno de la República, en Europa, al comprobar que estábamos en guerra con los países más poderosos del continente, limitó los créditos para el Paraguay. A este respecto dice Gregorio Benítez, en la obra ya mencionada, pág. 138: "López estaba mistificado y en qué circunstancias. Los señores Blith no se han portado como debieron con el gobierno del Paraguay, a quien debían pingües beneficios, como sus agentes financieros en Europa". A esta casa se le había encomendado la construcción de uno de los acorazados; pero el mismo Benítez no menciona en su libro dicho barco, lo que hace pensar que ni siquiera dieron comienzo a su construcción.
Por falta de dinero tuvo que rescindirse la construcción del grande y magnífico monitor que, por cuenta del Paraguay se estaba construyendo en los astilleros del señor Arman, en Burdeos, después de haberse abonado más de 70.000 pesos oro que, según Benítez, representaban casi la mitad de su valor.
Quiere decir que el Paraguay, después de 50 años de un régimen tan alabado por algunos patriotas de hoy, no disponía de 20.000 libras para completar el pago de dicho barco, que, por lo que dice Benítez, no iba a costar más de 40.000 libras.
En cambió, el fracasado régimen democrático, según algunos, pudo girar en 1927, a su representante en Europa, general Schenoni, alrededor de 350.000 libras para pagar en dinero contante y sonante, las adquisiciones que se estaban realizando en dicha época. Poco después giraba alrededor de 500.000 libras para la compra de 2 barcos de guerra y otras partidas de armas. Tales sumas eran el fruto de ahorros realizados dentro del presupuesto y no de empréstitos en el extranjero.
Resumiendo, cincuenta años de régimen dictatorial terminaron con el completo aniquilamiento del país y el que comenzó en 1870, recibió sólo ruinas, deudas y un país empequeñecido en todos sus aspectos, estrangulado geográficamente por la pérdida de los territorios de Formosa, Misiones y la porción comprendida entre el río Blanco y el Apa, cubierto de riquísimos yerbales, vale decir, más de 150.000 kms2. El saldo, como se ve, no pudo ser más trágico.
En cambio, cuando el régimen democrático cayó el 17 de febrero de 1936, el panorama nacional era totalmente diferente. Se terminaba una guerra victoriosa, conducida y solventada hábilmente con recursos propios, por ilustres jefes y gobernantes. Los ejércitos de la patria acampaban en los contrafuertes andinos. La Nación se había agrandado en más de 150.000 kms.2. El Paraguay victorioso veía agigantada su personalidad en el continente. No había casi deudas; la guerra misma, honradamente financiada, apenas dejó compromisos en el interior y en el exterior. Las posibilidades que se presentaban para el país eran brillantes y halagadoras. Si hasta la fecha no se han podido concretar tales posibilidades es por la incapacidad de los regímenes dictatoriales que se han sucedido y por la intensa anarquía que reina en el país, sometido, desde el 17 de febrero de 1936, a la férula de los usurpadores sostenidos por la fuerza.
Los dictadores que gobernaron antes de la primera guerra son considerados figuras nacionales y los restos de los dos últimos descansan en el Panteón de los Héroes. En cambio, los que prepararon al país para la defensa gloriosa del Chaco son considerados, por políticos mezquinos o renegados traidores a la patria", y hasta el invicto jefe que nos condujo a las grandes victorias fue ultrajado en la prisión durante seis meses por el solo delito de su gran prestigio. Tales hechos revelan un estado espiritual incomprensible y demuestran todo lo que pueden la propaganda sistemática, el odio, la ofuscación y la pasión de los componentes de algunos de los sectores políticos en que está dividido nuestro país.
Y no es que yo me oponga a la glorificación del gran gobernante que fue don Carlos Antonio López, ni del héroe, su hijo, el mariscal; lo que quiero hacer resaltar es la injusticia con que se ha juzgado a los grandes gobernantes de antes y durante la guerra del Chaco que, ahorrando centavos sobre centavos, adquirieron los materiales de guerra con los cuales -vuelvo a repetirlo- nos condujeron a la victoria.
CAPÍTULO XX
CONSIDERACIONES FINALES
El que serena y desapasionadamente haya leído el presente libro, llegará a la conclusión de que en los últimos siete años, es decir, desde el momento en que comenzaron a entreverse las verdaderas intenciones de Bolivia, los que tuvieron la responsabilidad del gobierno en sus manos, tanto civiles coma militares, hicieron de su parte todo el esfuerzo posible para colocar al país en condiciones de ir a la guerra con algunas posibilidades de éxito. Si no se pudo hacer más, fué por la intensa anarquía política en que se vivió durante los dos o tres últimos años, anarquía producida por la demoledora propaganda realizada por los distintos sectores de oposición. Ella llevó la desmoralización a muchos espíritus. Tanto es así que cuando se realizó la venta de bonos pro-fusil, muy pocos fueron los que se suscribieron, y muchos alegaron que era inútil todo lo que se hiciera, dada la enorme superioridad boliviana. Estaba, el que escribe estas líneas, en febrero de 1932, año de la guerra, en la casa de un distinguido abogado -ex profesor de la Facultad de Derecho- que ya se había retirado de la vida pública. Este abogado se mostraba tan pesimista respecto de nuestra situación militar que llegó a manifestarme que él no había contribuido con un solo bono, porque consideraba inútil todo sacrificio; que uno de sus hermanos había comprado 40 bonos, equivalentes a la misma cantidad de fusiles, a pesar de todos los consejos que él le había dado en contra. Cuando yo le manifesté que teníamos cañones y ametralladoras modernas como para armar alrededor de 15.000 hombres, me contestó con una carcajada estrepitosa, diciéndome que si tales armas existieran, él hubiera sido el primero en saberlo. Tal era el estado de espíritu reinante entre muchos hombres capaces y de responsabilidad, a sólo cinco meses de la guerra. La intensa campaña los tenía desorientados y la verdad era tenida como mentira. También la retoma de Vanguardia, que se realizó a pesar de la orden expresa dada por el gobierno de no chocar con los soldados bolivianos, imposibilitó incrementar la compra de armas, ya que costó, como queda dicho más arriba, alrededor de 20.000.000 de pesos de curso legal y produjo una profunda conmoción que provocó la fuga de capitales en oro hacia el extranjero.
Otra de las grandes acusaciones que se han hecho contra los hombres que gobernaron desde 1904, es que el país poco había progresado, comparativamente con los países vecinos.
Las causas por las que el Paraguay no progresó en la misma proporción que los otros países de América, creemos son las siguientes:
1º Nuestro aislamiento: El Paraguay es un país perdido en el corazón del continente americano, más o menos a igual distancia de los dos océanos. Con el Pacífico no puede tener ninguna comunicación por las dificultades que la naturaleza ha amontonado en esa dirección, quedándole tan sólo la comunicación con el Atlántico, por intermedio del río que lleva su nombre y el del Paraná cuya desembocadura en el Plata se halla a 1.500 kilómetros, lo que significa más de tres días de navegación. Esta gran distancia hace que los fletes sean tan subidos que imposibilitan la exportación de muchos artículos o, por lo menos, la reduce, ya que el productor debe vender sus artículos a bajo precio, a fin de compensar el subido importe del flete y poder competir con los productos similares de otros países.
2º La ínfima cantidad de la inmigración europea: El gran desarrollo y progreso de los países de América y en particular de los Estados Unidos, la Argentina y el Brasil, se debe a la enorme masa de inmigrantes europeos que han acudido a ellos. Esa inmigración no ha llegado al Paraguay sino en pequeñísima cantidad. Este hecho se ha producido a pesar de los esfuerzos realizados por los gobernantes, que ofrecieron toda clase de facilidades, porque la mayoría de los inmigrantes que venían dirigidos al Paraguay, quedaban en el Brasil, en Buenos Aires, o en las provincias argentinas ribereñas del río Paraguay. Los amigos o parientes que encontraban en el camino, les pintaban nuestra pésima situación económica, haciéndoles, en cambio, con entusiasmo el relato de la brillante situación del Brasil o de la Argentina y los determinaban a no llegar al Paraguay. Este estado de cosas durará todavía muchas décadas, porque el Brasil y la Argentina son países relativamente despoblados y necesitan aun millones de inmigrantes, antes de comenzar a limitar la entrada de trabajadores extranjeros.
3º La completa destrucción del país en la guerra del 65 al 70, contienda que asociada al cólera y otras calamidades, dejó convertido al país en un montón de ruinas. El Paraguay, por muchas décadas vivió empobrecido, olvidado, con su moral quebrada y la confianza perdida. Estábamos convencidos de que la victoria del Chaco sería el punto de partida de una nueva era de paz y de progreso, pero la anarquía comenzó apenas firmado el armisticio, y el Paraguay, en vez de continuar en marcha ascendente, fue descendiendo, sin que hasta hoy se vislumbre el fin de la tragedia.
4º La incapacidad de los gobernantes legionarios: Los hombres que formaron la famosa legión paraguaya en la guerra del 70, que revistó en las filas enemigas desde el comienzo hasta el final de la contienda, salvo honrosas excepciones, se hicieron cargo del gobierno, inmediatamente después de la ocupación de la capital por las fuerzas aliadas. Estos gobernantes, apenas consolidados, realizaron gestiones en Inglaterra y consiguieron dos empréstitos, que en total sumaron 2.000.000 de libras esterlinas. En otra parte de este libro se da detalles de estos empréstitos, con los que se enriquecieron algunas familias, pero el país no obtuvo beneficio alguno. Hasta el día de hoy, siguen gravitando sobre la economía de la nación, los intereses y amortizaciones de esas deudas. Como en los primeros años no fueron pagados tales intereses, el país perdió su crédito en el exterior. Durante 60 años, los gobiernos no pudieron hacer uso de la ayuda del dinero extranjero, a causa de aquella desgraciada operación. Dicha falta de crédito contribuyó así grandemente al atraso del país, por-que el capital extranjero utilizado profusamente, es el que realiza el grandioso progreso de los países que más han adelantado en América, tales como Brasil, Argentina, Chile, etc. Los ferrocarriles, los puertos, los caminos, las fábricas, etc. sólo pueden ser construidos o levantados con el capital extranjero, sobre todo en un escenario como el nuestro, totalmente destruido por una guerra espantosa.
5° El escaso rendimiento del trabajo de nuestros campesinos: La pobreza del Paraguay, se debe a su escasísima producción. El año de mayor rendimiento no ha dado sino alrededor de 30.000 toneladas de algodón. El territorio del Chaco Argentino, teniendo cuatro veces menos población, produjo diez veces más algodón que el Paraguay. Nuestros agricultores no cultivan ni la cantidad suficiente para su propia alimentación. Así se explica que en un país tan bien dotado por la naturaleza y con tierras tan fértiles, haya enfermedades por falta de alimentación adecuada y así es frecuente encontrar la pelagra y hasta el escorbuto en nuestra población. La raza degenara de día en día, el desarrollo corporal de los campesinos se va reduciendo, su dentadura se descompone desde temprana edad; envejecen precozmente y mueren relativamente jóvenes. Su rendimiento para el trabajo es exiguo. Creemos que los factores determinantes son los siguientes:
a) La benignidad del clima. El campesino puede desenvolverse con muy pocas comodidades. En verano casi no necesita ropas a causa del excesivo calor; en invierno por la benignidad del frío apenas requiere abrigo; en los bosques tiene maderas en abundancia que le sirven para una fácil calefacción en los pocos días de mucho frío. Quemando la leña bajo techo, puede dormir tranquilo sin preocuparse del frío.
b) La extrema feracidad del suelo. Nuestra tierra produce con facilidad el maíz, el poroto, la mandioca y la batata, que son los productos que más cultivan nuestros agricultores, porque constituyen la base de su alimentación. Se sabe que una hectárea de mandiocales llega a producir hasta cincuenta toneladas de raíces alimenticias; con sólo media hectárea de ese cultivo, el agricultor tiene para alimentar a su familia durante un año. Así cuando se termina el poco maíz que cultiva todos los años, siempre le quedan la mandioca y la batata para alimentarse. La mandioca tiene la ventaja de poder ser cosechada todo el año y no se descompone mientras no es arrancada del suelo, pero no tiene sino hidratos de carbono, carece de albúmina, de grasa y de la mayoría de las vitaminas; por lo tanto, es un alimento incompleto.
Hay quienes dicen en libros y en la prensa diaria, que la base de la alimentación de nuestros campesinos es la carne. Es un error de muchas personas que nunca han vivido en la campaña. Nuestros obreros del campo son, en su mayo-ría, vegetarianos. Sólo comen carne todos los días los que viven en los pueblos y las zonas urbanas. Los que viven fuera de los mismos, no lo hacen sino cada 15 ó 20 días, es decir, cuando el proveedor del lugar se resuelve a faenar una vaca o un novillo. En esas circunstancias, parte de la carne la deja para su consumo y el resto lo permuta por maíz, tabaco, algodón, etc. Por lo tanto, los que viven fuera de los pueblos sólo tienen la oportunidad de utilizar este alimento, en determinadas ocasiones.
Además nuestros bosques están llenos de naranjales, que aprovechan los que no tienen cultivado este citrus. Nuestros campesinos son muy frugales, se contentan con poca alimentación; por lo tanto y dada la feracidad de la tierra, se limitan a cultivar escasas parcelas.
c) Pero otras de las causas fundamentales y que convierten a nuestros agricultores en hombres débiles y sin energía suficiente para el trabajo, son las enfermedades producidas por los parásitos intestinales. Se ha podido comprobar que casi el ciento por ciento de la población campesina, alberga en sus intestinos gran variedad de parásitos, que son, ordenándolos de acuerdo con su malignidad: las giardías llamadas también lamblias intestinales, los anquilostomas que son de la variedad llamada necator americano, la tenia saginata, que llega a medir varios metros, el estrongilus gigas, el áscaris lumbricoides, el oxiurus, el tricocéfalo, etc., etc. Todos estos parásitos tienen diversos aparatos bucales para succionar la sangre de sus víctimas y además producen ciertas sustancias para evitar que la sangre se coagule; dichas sustancias son tóxicas para el organismo humano. La persona que alberga algunos de estos parásitos, sufre de anemia crónica; es pálida, hinchada y con pocas ganas de trabajar; esto debido a que el anémico tiene menos glóbulos rojos y hemoglobina que las personas normales, porque los glóbulos rojos y la hemoglobina son los vectores del oxígeno que transportan desde los alvéolos pulmonares, donde se ponen en contacto con el oxígeno del aire inspirado, hasta la intimidad de los tejidos, entre los cuales están los músculos que son las partes del cuerpo que producen los movimientos para el trabajo. Se comprende así que el organismo que recibe poco oxígeno, pocas energías debe tener y por lo tanto muy poca actividad podrá desplegar. Así se explica que a nuestros campesinos, que albergan hasta tres clases de esos parásitos y a consecuencia de su anemia e intoxicación, les quedan escasas energías para el trabajo. Agréguese a eso la escasa y defectuosa alimentación que reciben y se explicará fácilmente el reducido rendimiento de nuestros hombres de campo.
Desde 1918 ó 1919 se hizo obligatorio combatir la anquilostomiasis. Fué durante la presidencia del doctor Montero, médico, que comenzó una seria campaña contra esos parásitos. Después se contrató los servicios de la organización Rockefeller, que desde hace tiempo se dedica a combatir dicha afección. La mencionada entidad trabajó intensamente durante casi diez años, habiendo disminuido bastante los parásitos en las personas afectadas. Poco tiempo antes de comenzar la guerra con Bolivia, v habiendo terminado el contrato suscrito con el gobierno, se retiró del país dicha organización, pero siempre se ha seguido combatiendo el mal mencionado aunque no con la debida energía.
Después de varios años de lucha contra el anquilostoma, se ha llegado a comprobar que en nuestro país existía otro parásito, acaso más perjudicial, llamado giardias, que no sólo produce anemia sino que también ataca al hígado y al intestino y ocasiona trastornos generales de diversa índole. Presenta también las características -que lo hace más grave- de que los medicamentos que hasta ahora se utilizan para combatirlo, son de muy poca eficacia y, por lo tanto, es muy difícil exterminarlo.
d) Otro de los factores que han gravitado sobre nuestra producción, es la falta de mercados para nuestros productos naturales, tales como la yerba, los citrus y las maderas. Los mercados de la yerba se han ido perdiendo paulatinamente. En la época del coloniaje se exportaba a Chile, al Perú, a la Argentina y al Uruguay. Con el cuarto de siglo de encierro ordenado por Francia, perdimos los dos primeros mercados; en tan largo período, los chilenos y peruanos olvidaron la costumbre de saborear el mate. Desde hace 25 años, la Argentina se ha empeñado en producir la yerba en su propio territorio y hoy día el territorio de Misiones produce más yerba de la que consume el país, obligando a sus gobernantes a fijar cuotas de producción a cada dueño de yerbales, a fin de poder importar cierta cantidad del Brasil y del Paraguay, yerbas que agregan a la de producción nacional para darle calidad, porque la que produce Misiones es inferior a la brasileña y a la paraguaya.
La exportación de la naranja también se ha paralizado. Corrientes y Entre Ríos producen en invierno toda la cantidad que necesita el consumo en la Argentina y en primavera y verano se importa grandes cantidades del Brasil
La exportación de la madera ha sufrido también serios trastornos. Los muebleros argentinos prefieren importar maderas más ordinarias y baratas que las del Paraguay, como las de pino del Brasil para fabricar sus muebles, recubriéndolas con delgadas chapas de madera fina. Por dicha causa, importan mucho menos maderas paraguayas que en las décadas pasadas.
e) También ha gravitado en nuestra escasa producción nuestra extrema hospitalidad. Esta hospitalidad heredada de los castellanos y de los guaraníes, permite que muchas personas puedan vivir largo tiempo sin trabajar. En nuestra campaña, se vive un régimen casi de corte comunista; el trabajador que produce más cantidad que otro, se ve obligado a repartir sus productos con los vecinos que por cualquier causa han producido menos. Si esto no lo hiciera, quedaría estigmatizado como hombre avaro y seria mal conceptuado por todo el mundo. Esto contribuye a que mucha gente pueda vivir casi sin trabajar.
5º También nuestras periódicas convulsiones intestinas han gravitado inmensamente en el sentido de contribuir a paralizar nuestro progreso. Sobre la causa de nuestras periódicas revoluciones, ya me he extendido en páginas anteriores. Sólo agregaré algunas líneas sobre otro de los factores que han contribuido en forma importante a mantener ese estado de anarquía crónica en que hemos vivido desde hace más de 60 años, y que se ha agudizado en estos últimos. Se trata de la intromisión del ejército en las luchas políticas. En nuestro país, el ejército pocas veces ha sido el guardián sagrado de las instituciones; rara vez ha defendido al gobierno constituido. La inmensa mayoría de las revueltas y de las revoluciones, han surgido de los propios cuarteles. Como ejemplo voy a citar algunos casos: en el golpe del 2 de julio de 1908, que dió por tierra con el gobierno del general Ferreira, fueron los sublevados el batallón de infantería y el regimiento de artillería; la policía y el cuerpo de bomberos defendieron al gobierno y lo hicieron con singular heroísmo, peleando durante tres días. En enero de 1915, también fué el batallón de infantería, el que se sublevó y fué igualmente la policía la que soportó el peso de la defensa. En la revolución de 1922, se sublevó casi todo el ejército, que estaba de guarnición en las ciudades del interior; quedaron leales al gobierno la policía, el batallón de guardia cárceles, anexo a la policía, la escuela militar y la marinería. Como estas dos últimas unidades tenían muy poco efectivo, prácticamente la defensa se realizó en base a los contingentes de policía. En el golpe del 17 de febrero de 1936 y como en los casos anteriores, la policía fué la única que actuó en defensa del gobierno. Desde esa fecha, prácticamente gobierna el ejército. Ningún cambio en los ministerios, ni la renovación de funcionarios subalternos, puede hacerse sin el visto bueno de los jefes de los regimientos con asiento en Campo Grande.
En resumen, desde muchos años a esta parte, las sublevaciones siempre han surgido de los regimientos de línea y la policía ha sido la única entidad que ha velado y defendido las instituciones.
Dirigiendo la mirada hacia los grandes países democráticos, tales como Inglaterra, Estados Unidos y Francia, observamos que en esos países el ejército prescinde por completo de la política. No se ven militares en los ministerios. A veces, no se los ve en tales puestos ni en tiempo de guerra. Los ministros de Guerra y Marina por regla general son civiles. Los jefes militares de esas naciones no ponen ningún empeño en ser presidentes ni dictadores. Se sienten felices con cumplir sus deberes profesionales. En cuestiones militares, los gobernantes se limitan a pedir sus opiniones y consejos a los estados mayores. Hay una perfecta armonía entre el gobierno y las fuerzas armadas y entre éstas y el pueblo. Este se siente orgulloso de tener tal ejército y les aplaude sincera y entusiastamente cuando los ve desfilar en los días patrios.
Los jefes y oficiales no se creen superiores a los demás; no gozan de privilegios extraordinarios.
¿Por qué en esos países los militares no intervienen en los traqueteos políticos y no tratan de realizar revueltas continuas? Esa prescindencia se debe a que las instituciones se hallan consolidadas y el respeto del ejército a dichas instituciones está arraigado en las costumbres, que se van transmitiendo de generación a generación. Esos jefes y oficiales saben por la experiencia de siglos que la intromisión del ejército en las luchas políticas es fatal para su carrera, ya que al romperse la armonía que debe reinar en la familia militar, se destruye lo esencial para la vida de la institución, la jerarquía, sin cuyo requisito no puede haber ejército que tenga eficacia y cohesión. La disciplina es el todo en las instituciones armadas, es la que permite que una sola persona, que se llama jefe, pueda comandar a miles de personas, a veces, hasta millones y la que hace que una orden emanada de éste, sea cumplida hasta por el último soldado que puede estar colocado a miles de kilómetros. Con la intromisión del ejército en la política, fatal-mente debe relajarse la disciplina, porque el jefe ya no puede ordenar sino pedir y se ve obligado a contemporizar con sus subalternos, única forma de contar con la aquiescencia de ellos en los vaivenes de la política. Como ésta es siempre variable, las alternativas son continuas. El que hoy es jefe prepotente, a los pocos días puede ser reemplazado; la caída casi siempre significa su retro del ejército y, por lo tanto, la pérdida de la carrera en el mejor de los casos, si no el destierro, la cárcel, el confinamiento.
Observando el panorama de nuestro país, encontramos que es bastante aleccionador lo ocurrido a los mejores combatientes, que se han destacado por su valor en la guerra del Chaco. Pregúntese dónde están los grandes jefes, los Ramos, los Paredes, los Antola, los Terreani Viera, los Martinich, los Smith, los Brizuela, los Sosa Valdez, los Fernández, los Balbuena, los Rojas, los Nardi, etc., etc. Unos están en el destierro, otros en las cárceles y algunos han perdido la vida en las luchas entre hermanos. Muchos de estos jefes ni siquiera intervinieron en las cuestiones políticas. Fueron arrastrados por el turbión de la anarquía. No se puede pedir un saldo más trágico de la intromisión de las fuerzas armadas en la política. Se explica así fácilmente por qué en los grandes países democráticos, la clase militar no actúa sino para defender a la patria en peligro.
Diversos factores han contribuido en nuestro país a que la política se infiltre en los cuarteles. El principal fue la virulencia de la propaganda de los partidos opositores, según la cual los hombres del partido gobernante eran legionarios, vende-patria y traidores. El jefe u oficial ante estas prédicas diarias que duraron años y décadas, llegó fácilmente a la conclusión de que todos los políticos son personas sin honorabilidad ni patriotismo y como los ataques se hacen sin discriminación, la propaganda salpica a todo el mundo hasta alcanzar a sus propios autores. El resultado de tales campañas políticas, es fácil de comprender: los militares llegan a la conclusión de que ellos son las únicas personas honradas y patriotas y las únicas que reúnen condiciones para salvar a la patria. El otro factor es la ambición desmedida de los sectores políticos de oposición, algunos desprendidos de los grandes partidos tradicionales y otros formados por pequeños grupos de hombres que se nuclean alrededor de un periódico o de un jefe militar. Convencidos de que en una justa electoral no pueden contar con la cantidad de votos necesarios para ir al poder, recurren a los cuarteles, asedian a los jefes que creen más prestigiosos, generalmente al que más rebeldía ha demostrado en su carrera, o al que más ambición demuestra tener; los llenan de halagos desde sus periódicos, los presentan como ciudadanos con grandes inquietudes patrióticas y con magníficas preocupaciones por la suerte de la patria, cuyo destino peligra en manos de los mandatarios actuantes. Así se ha formado el prestigio político de muchos jefes, a quienes se les ha presentado ante la opinión pública como los futuros salvadores del país. En conclusión, de la intromisión del ejército en política, quizás los menos culpables sean los militares. Buena parte de esa responsabilidad debe cargarse a la propaganda política y a las continuas y tenaces solicitaciones de que aquellos son objeto.
6º Otra de las causas que han contribuido a nuestro atraso, es la extrema pasión que hemos puesto en nuestras lides. Al adversario político se le mira como enemigo mortal. Se considera un verdadero pecado ser amigo de las personas del sector contrario. Se tiene la convicción de que a los componentes de los otros bandos hay que hacerles una guerra a muerte y sin cuartel. Se mira con desprecio al hombre sin partido. Es norma inexorable estar afiliado a un grupo político y perseguir en cualquier forma a los que no comulgan con uno. Se considera decentes, capaces y talentosos a todos los partidarios, y traidores, legionarios y vende-patria a los otros, sólo porque no piensan de la misma manera. Así se explica que el estado de subversión sea crónico y que, a los gobiernos, con la constante preocupación de sostenerse en el poder, les quede un tiempo reducido para dedicarse a los intereses de la nación. En los Estados Unidos, sólo el 5 % de la población está afiliada a los partidos políticos. El resto de los habitantes, o sea el 95 %, vota por el candidato que presenta mejor pro-grama y más conviene en determinados momentos a los intereses de la nación. El presidente, rara vez es reelegido; esto sólo se hace cuando el candidato ha demostrado cualidades excepcionales o circunstancias graves lo exigen, como ha sido el caso del presidente Roosevelt, que fué reelegido dos veces. Allí, la opinión pública se agita una vez cada cuatro años y durante las elecciones de miembros para las cámaras y las municipalidades. En esos momentos ponen pasión y entusiasmo; pasada esa fecha nadie se acuerda de que pertenece a tal o cual grupo político. Sólo se preocupan de trabajar y producir. Igual cosa pasa con los gobernantes, que viven liberados de la amenaza de los cuarteles.
7º Otra causa determinante de nuestro atraso, es la venta total de las tierras públicas, de lo que ya se ha hablado en páginas anteriores.
Las causas más arriba anotadas son parte de los factores que han contribuido a que el Paraguay no haya progresado en la misma medida que los países vecinos.
Pero no basta mencionar las causas de nuestro atraso. Hay que buscarle solución. Creemos que la mayoría de nuestras dificultades pueden superarse poniendo fe, entusiasmo y patriotismo en la empresa, que debe ser de largo aliento, porque nuestros problemas sólo pueden solucionarse con esfuerzo continuado y tenaz. Pensamos que lo que el Paraguay necesita para su reconstrucción, es resolver los problemas siguientes:
Gobierno constitucional surgido de elecciones libres. Estas elecciones, creemos que pueden estar garantizadas, por primera vez, por el ejército. Habiendo libertad en los comicios, se puede saber con exactitud el poder de cada partido y el grupo que pierde legalmente en unas elecciones, se resigna a su derrota, porque tiene la convicción de la legalidad de la justa. Aún en nuestro país, se ha notado que los presidentes surgidos por el voto del pueblo, han sido mucho menos resistidos que los impuestos por la fuerza de golpes cuarteleros. Aquéllos han podido gobernar con relativa tranquilidad. En cambio, éstos han tenido que vivir rodeados de bayonetas y con los cuarteles en pie de guerra.
Debemos fomentar por todos los medios posibles la producción nacional. En las escuelas, es en donde debe sistematizarse la propaganda en favor de la producción intensiva. Con vencer al niño de esta verdad, creando el amor al trabajo y enseñarles que todos los ciudadanos, por humildes que sean, son responsables del atraso de su país. En lo posible, hay que incrementar las escuelas-granjas, donde el adolescente aprende a trabajar y producir. En los Estados Unidos, están funcionando, y con excelentes resultados, escuelas de esta clase, y que con la venta de los productos elaborados, llegan a pagar sus propios gastos, no obligando por lo tanto al Estado a ninguna erogación. Gracias a un método docente bien planeado que se realice en las escuelas, se puede conseguir cambiar la mentalidad del niño. Que esto es posible, se ha demostrado en la Alemania de Hitler y en la Rusia Soviética, donde con la propaganda sistemática se ha podido formar hombres fanáticos, capaces de servir hasta el sacrificio a la causa cuya doctrina se les ha inculcado en las escuelas. Debemos tratar de formar al niño en el hábito del trabajo y del patriotismo, porque al adulto ya es difícil convencerlo. Cambiar la mentalidad del hombre maduro, es empresa de dudoso éxito. A la enseñanza que se haga en las escuelas, hay que agregar la propaganda por la prensa, por la radio y hasta por los partidos políticos. Estos, en vez de vivir de la diatriba, deben enseñar a sus correligionarios a trabajar y producir para aumentar sus recursos y comodidades.
Hay que fomentar por todos los medios posibles la inmigración europea de agricultores y artesanos, pero de inmigrantes sanos y trabajadores, seleccionándolos bien. No se debe aceptar, como otros países han hecho descuidadamente, la entrada de elementos que viven al margen de la ley y de las buenas costumbres. Esta clase de inmigrantes han creado graves problemas en todos los tiempos.
Se debe tratar de reimpatriar a los miles de compatriotas que han emigrado a los países vecinos, en particular a los agricultores, ofreciéndoles tierras, implementos agrícolas y facilidades para la colocación de sus productos. El gobierno debe buscar intensamente mercados en el extranjero, estudiando los artículos que con facilidad puedan producirse y que tengan fácil colocación en dichos mercados y que al mismo tiempo dejen un buen margen de utilidad al campesino. Incrementar la industrialización de nuestras materias primas, tales como el algodón y la madera, etc. El precio de los tejidos, de la madera aserrada y terciada es muy superior al del algodón y la madera en bruto.
Nuestro aislamiento y la gran distancia que nos separa del mar y de los mercados de consumo, se pueden atenuar creando la flota mercante nacional, que puede ser mixta, es decir, formada con capitales particulares y del Estado. Habiendo competencia con las compañías extranjeras, forzosamente tendrá que bajar el precio de los fletes.
La parasitosis intestinal debe ser combatida tenazmente. Mientras no se termine con esos males, muy poco es lo que podremos exigir en materia de trabajo a nuestros débiles y anémicos campesinos. Si es necesario hay qué volver a interesar a alguna de las organizaciones norteamericanas, tales como la Rockefeller u otras, que tengan larga experiencia en esa ardua, tarea. Los médicos deben luchar sistemáticamente en este sentido, si desean prestar un señalado servicio a la patria.
Los militares deben tratar de comprender que no conviene ni a sus intereses ni a los de la patria, su intromisión en la política. El oficial o jefe que tenga vocación para la misma, debe retirarse del ejército y no contagiar a sus camaradas, de sus propias inquietudes. Deben imitar a los políticos ingleses, Attlee y Churchill, quienes fueron militares en su juventud, pero cuando descubrieron que tenían vocación para la política, se retiraron de la milicia para dedicarse a la carrera de su predilección, que al final los llevó al triunfo, y prestaron señalados servicios a su patria. Los grupos políticos también tendrán que dejar de un lado la costumbre de golpear las puertas de los cuarteles y comprender que los éxitos conseguidos por este camino, son pasajeros mientras los daños causados al país son incalculables.
Los partidos políticos, sin excepción, deben cultivar la tolerancia política. Se debe pensar que el país no puede dividirse en tantas provincias como para darle una a cada partido; que los adversarios políticos son hijos de la misma tierra, con las mismas costumbres y necesidades, que fatalmente hay que convivir y que para que la patria pueda progresar, es necesario buscar la armonía y colaborar mancomunadamente para el logro de ese desiteratum. Durante la guerra con Bolivia, hubo una promisoria tregua. Nadie pensó sino en cooperar para el éxito. Esta magnífica unidad nacional contribuyó eficazmente para obtener la victoria sobre el enemigo. Mediante esta paz espiritual, todo fué posible: en el campo, los que no fueron a la guerra, trabajaron intensamente; la producción fué muy superior a la de tiempos de paz y nadie sufrió hambre ni miseria. En el Chaco se hizo prodigios, se construyeron centenares de kilómetros de caminos camionables, de líneas telegráficas y telefónicas; trincheras y fortificaciones inexpugnables. Se instalaron fortines, hospitales, depósitos subterráneos para proteger los proyectiles y a las personas. Si en tiempo de paz se hiciera la mitad de lo que fuimos capaces de hacer en tiempo de guerra, otro aspecto presentaría el Paraguay.
La tolerancia política también es necesaria para nuestra, propia seguridad como nación soberana e independiente. No debemos olvidar que algunos pueblos han perdido su independencia o han desaparecido a causa de la excesiva pasión en las luchas internas, y como ejemplo no voy a citar sino dos casos: uno el de Polonia. Este país fue dividido tres veces. En la tercera desapareció como país independiente, dividiéndose su territorio entre Rusia, Alemania y Austria. Estos países aprovecharon las intensas luchas intestinas que existían en su seno, para sojuzgarla. Cuando sus hijos se dieron cuenta, ya estaban tan debilitados que Koszciusko, el héroe polaco, sólo pudo gritar al morir en el campo de batalla sus proféticas palabras: Finix Polonia.
También la grande y poderosa Cartago desapareció a causa de la intolerancia de sus partidos políticos. En dicha nación, dos fuertes agrupaciones se disputaban con saña y en forma implacable, el gobierno del país. Cuando Aníbal, que tenía acorralada a Roma, pidió refuerzos al gobierno cartaginés para darle el golpe de gracia, se los negaron sistemáticamente porque aquel gran general no era del partido que estaba en el poder. Cuando los romanos desembarcaron sorpresivamente en territorio africano y comenzaron a derrotar a las fuerzas cartaginesas, llamaron urgentemente a Aníbal, pero ya era tarde. Estas fueron derrotadas en la batalla de Zama y desde allí comenzó la destrucción de Cartago.
Es cierto que por el momento nadie amenaza la independencia del Paraguay, pero no sabemos lo que vendrá en el porvenir y no debemos olvidar que vientos de imperialismo soplan por todas las latitudes.
Tampoco hay que olvidar el dar solución a los problemas obreros que con el nombre de cuestión social han revolucionado el ambiente político del mundo entero, en los últimos veinticinco años.
La causa de dicha agudización debe buscarse en los siguientes hechos:
1. En las dos últimas guerras que produjeron la destrucción de inmensas riquezas y que trajeron aparejada la miseria y el hambre en los pueblos y paradójicamente la formación de inmensas fortunas privadas, repartidas entre una insignificante minoría. La creación de inmensos trusts y poderosos consorcios comerciales, cuyos tentáculos se extienden por todo el orbe, imponiendo precios bajos y una verdadera dictadura en sus relaciones con los países productores de materias primas.
2. En que los obreros del mundo entero se han vuelto más instruidos, a favor de la mayor extensión de la instrucción primaria, de la baratura de los diarios, revistas y libros, que han hecho que la ilustración esté más a mano de todos los trabajadores del mundo. La mayor instrucción ha creado mayores necesidades y ambiciones. Hoy día el obrero quiere vivir con más comodidades y poseer aparatos de radio, heladeras eléctricas, ir al cine, etc., en una palabra tiene aspiraciones superiores a los de sus colegas de hace veinticinco años.
3. En las ideas extremistas de derecha e izquierda, cuyos métodos brutales son equivalentes, produciendo la desorientación en el hombre de la calle.
Por esos motivos, en la actualidad, no se habla sino de los derechos del trabajador, de los problemas del proletariado universal y de justicia social.
En definitiva, el obrero se cree con los mismos derechos que los patrones, porque en realidad ellos son los productores de las riquezas, que en último término usufructúa con mayor largueza el capitalista.
Pero es pueril creer que para resolver los problemas del proletariado y afirmar sus derechos, se necesita cambiar todo el andamiaje social y que, solamente, las dictaduras de izquierda o derecha, son capaces de resolverlos.
Creemos que en ese terreno se está equivocado.
Nos parece que la democracia es el único sistema político capaz de dar al obrero todos sus derechos y garantizar su normal desenvolvimiento.
La democracia es la forma de gobierno que más generosamente ha asegurado un sinnúmero de derechos y garantías. Ha dado, en todos los países que se gobiernan con ese régimen, prerrogativas para trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio; de publicar las ideas para la prensa sin censura previa; de usar y disponer de la propiedad; de asociarse con fines útiles, de profesar libremente el culto; de enseñar y aprender, etc., etc.
En las constituciones liberales están implícitamente reconocidos los derechos del trabajador y nada más fácil reglamentarlos por medio de enmiendas que se pueden hacer a la misma constitución, como lo han hecho los norteamericanos.
En cambio, ¿qué ofrece el comunismo al proletariado universal que no pueda ofrecerle la democracia?
En Rusia el ciudadano no goza de ninguno de tales derechos y garantías, no puede emitir libremente su opinión por la prensa, no puede salir de su país: en una palabra, nada puede realizar sin permiso del gobierno. El único capitalista es el Estado, quien fija los sueldos, los horarios y toda la reglamentación, sin que nadie pueda protestar ni manifestar su disconformidad, so pena de ser considerado como enemigo de la revolución e inmediatamente enviado a Siberia para sucumbir en las minas o en otros trabajos forzados, donde será considerado como pi eso político y tratado sin piedad alguna.
Por lo tanto, en Rusia el obrero no goza de ninguna libertad. A cambio de su esclavitud, el proletariado ruso se considera feliz si llega a satisfacer medianamente sus necesidades vitales, tales como la alimentación y el vestido. Desgraciadamente, para el trabajador ruso ni esas necesidades son satisfechas plenamente, según informaciones de escritores que han visitado aquel país.
En realidad, es un régimen donde 180 millones de habitantes trabajan como esclavos para que una minoría de afiliados al Partido Comunista pueda vivir con cierto lujo y gozar de comodidades que no conoce el obrero. Y con el pretexto de preparar al país para imponer la revolución en todo el universo, se los explota y esquilma en forma despiadada y cruel.
Desde algunos años antes de la guerra, se ha generalizado en nuestro país la moda de hablar mal de los políticos. Ser tal, significa para muchas personas: deslealtad, falta de patriotismo, ser amigo de peculados y de turbios negociados. Para esas gentes, la mayoría de los políticos sólo se preocupan de sus intereses personales, de su propio acomodo, de intentar favorecer a una camarilla de parientes y allegados, de no preocuparse de los intereses de la patria ni de los intereses generales.
Esta propaganda fue el primer paso preparatorio para la consolidación de los déspotas que se sucedieron desde 1936. Entre los políticos los hay buenos y malos, hay grandes patriotas y otros a quienes sólo les interesan sus personales conveniencias.
Pero pretender, que todos son malos es un absurdo que ha producido mucho daño a nuestro país. Ha favorecido la aparición en escena de muchos que se titulaban "apolíticos" con pretensiones mesiánicas y que al final de cuentas resultaron simples ambiciosos que en el gobierno no pasaron de ser sino vulgares fracasados, ya que desconocían completamente la ciencia o el arte de gobernar, que sólo se aprende tras largos años de práctica en las actividades del gobierno. No conocían en absoluto los problemas del país porque nunca estuvieron en contacto con ellos; no supieron elegir a sus inmediatos colaboradores, porque no conocían la capacidad ni la experiencia de cada uno de ellos y porque esos mismos colaboradores jamás, en su mayoría, se habían dedicado al arte de gobernar. No pudieron resolver ni los pequeños ni los grandes problemas del país, porque no atinaban a establecer en qué consistían los más urgentes, o ignoraban en absoluto la forma de resolverlos, ya que para esto se necesita dominar la ciencia política, que no es patrimonio de gobernantes improvisados.
Hacer la historia de los grandes desaciertos cometidos por los gobernantes de estos últimos años, sale de los límites de esta obra y desde luego, necesitaría muchos volúmenes.
Lo extraordinario es que haya muchas personas y entre ellas, algunos universitarios, que creen que un país puede gobernarse con el primer coronel que se encuentre a mano y que la propaganda ha colocado en primera línea, sin considerar que al militar se le ha dado enseñanza con miras a aplicaciones profesionales y que, desde luego, muy poco sabrá de la compleja ciencia de gobernar una nación.
Esas mismas personas no llamarían jamás a un carpintero o a un herrero para que les enyese un brazo fracturado; preferirán llamar al más desprestigiado de los médicos antes que a aquél, ya que por poca que sea su capacidad, sus conocimientos profesionales siempre serán superiores a los del herrero o carpintero. Llamar para el gobierno a un militar o a una persona que jamás se ha dedicado a la política, equivale a hacerse curar una enfermedad por un mecánico o por un electricista.
Ha habido algunos gobernantes militares de buena actuación como los generales Washington, Jackson y Grant en los Estados Unidos de América. Pero esos gobernantes no constituyeron ninguna excepción a la regla, ya que antes de llegar a la primera magistratura actuaron muchos años en la política, ejerciendo funciones de ministros, de senadores, etc., donde se pusieron en contacto con los problemas y los hombres del país. Además actuaron como gobernantes democráticos y no como dictadores. No fueron impuestos por la fuerza de la bayoneta, sino por el concurso del pueblo.
En este sentido, creemos que un militar puede aspirar a los más altos cargos de la nación, inclusive los de presidente o ministro, pero, no prevalido de las armas que el pueblo confió a su custodia, sino por la voluntad de sus conciudadanos, manifestada libremente.
Hay otras personas que se enorgullecen de decir que no son políticos o que no les interesa la política. A éstos hay que recordarles que sus bienes y los del país están manejados precisamente por esas personas que él desprecia y que no conviene a sus propios intereses desentenderse del todo de lo que pasa en el terreno de la política.
Hay otros que están a la espera del hombre genial y de elevado patriotismo, que ha de salvar al país de su infortunio. No pierdo la esperanza, me decía un conocido caudillo de elevada jerarquía, de que alguna vez ha de aparecer el gran paraguayo que ha de resolver todos nuestros problemas. Me parece que esperar a tal hombre es prepararse a rendir culto al futuro amo, ya que otra cosa no puede ser el Mesías esperado. Creemos que la grandeza paraguaya la realizarán todos los paraguayos en conjunto, sin distinción de clases ni partidos y el día en que todos se respeten y cumplan los altos postulados de derechos y garantías, acordados por nuestra Carta Magna del 70, tan generosos para asegurar a nacionales y extranjeros, el máximum de garantía para poder desenvolver sus aptitudes.
Otro argumento que especiosamente esgrimen algunos revolucionarios, es que comparando las ciudades del Plata con Asunción, la diferencia es extraordinaria. Atribuyen esta diferencia a la incapacidad de los hombres que gobernaron durante treinta años. Los motivos del atraso de nuestro país y de nuestras ciudades están esbozados en páginas anteriores, pero quiero explicar brevemente la causa del asombroso progreso material de la República Argentina y de su Capital Federal. Desde hace cerca de 50 años, la Argentina marcha al lado de los grandes países productores de granos. Exporta casi tanto trigo, maíz, carne y lana, como Estados Unidos, Rusia, Canadá y Australia. Además, envía al extranjero muchos otros productos como algodón, lino, tanino, azúcar, alcohol, etc., etc. Todo esto ha sido posible mediante el trabajo intensivo de millones de inmigrantes y de capitales extranjeros atraídos por su privilegiada situación sobre el mar y por la inmensa fertilidad de su suelo, que con poco trabajo produce millones de toneladas de granos y deja pastar a millones de cabezas de ganado lanar, vacuno, equino, porcino, etc. Además, esos inmigrantes ahorran hasta sus últimos centavos, que depositados en los bancos, producen millones de pesos que sirven para impulsar el comercio, las industrias y la edificación en las ciudades. Ahí está la explicación del gran progreso argentino.
Para terminar, cabe decir que todos los falsos apóstoles del "nacionalismo" han desfilado por el gobierno desde el 17 de febrero de 1936. El país vive desde entonces en una trágica anarquía de la que sólo podremos liberarnos cuando seamos capaces de cumplir el lema de nuestro escudo: paz y justicia, porque solamente en un ambiente de paz labraremos nuestro bienestar económico y en un régimen de justicia triunfará la democracia y será posible, la libertad, que constituye el bien más preciado del hombre y del ciudadano.
BIBILIOGRAFIA
ESTUDIÓ DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY, por Fulgencio R. Moreno
LA CIUDAD DE LA ASUNCIÓN, por Fulgencio R. Moreno.
INFORTUNIOS DEL PARAGUAY, por el doctor Teodosio González.
ANALES DIPLOMÁTICOS Y MILITARES DE LA GUERRA DEL PARAGUAY, por Gregorio Benítez.
GUERRA DEL PARAGUAY, por Gregorio Benítez.
HISTORIA DE LA GUERRA DEL CHACO, por el general Nicolás Delgado.
MI ACTUACIÓN EN LA CAMPAÑA DEL CHACO, por el coronel David Toro R.
AUTOPSIA DE UNA GUERRA, por el teniente general Ángel Rodríguez.
LA GUERRA DEL CHACO, por el mayor Antonio E. González.
NUESTROS ZAPADORES EN LA GUERRA DEL CHACO, por el teniente coronel de ingenieros Basiliano Caballero Irala.
HOMBRES Y ÉPOCAS DEL PARAGUAY, por el coronel Arturo Bray.
DATOS PARA LA HISTORIA DEL TACUARÍ, por J. B. Otaño (hijo).
LOS ORÍGENES DE LA GUERRA DEL PARAGUAY CONTRA LA TRIPLE ALIANZA, por Pelham Horton Box.
LA PAZ DEL CHACO. UN PUEBLO TRAICIONADO, por Marco Antonio Laconich.
NOTAS DE LA PASADA GUERRA DEL CHACO, por el mayor Juan Esteban Vacca.
LA GUERRA DEL PARAGUAY, por J. Thompson.
SOLANO LÓPEZ (SOLDADO DE LA GLORIA Y DEL INFORTUNIO), por el coronel Arturo Bray.
MEMORIAS O REMINISCENCIAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY, por Juan Crisóstomo Centurión.
CORONEL CARAY, por el mayor P. A. M. Leandro Aponte.
Mensajes Presidenciales del doctor ELIGIO AYALA.
Mensajes Presidenciales del doctor JOSÉ P. GUGGIARI.
Mensajes Presidenciales desde 1940 hasta 1948.
Memorias del Banco de la República desde 1937 hasta 1940.
Memorias del Banco del Paraguay desde 1941 hasta 1947.
Ley Orgánica del Banco del Paraguay y Ley de Bancos.
Copia taquigráfica de la Contestación del Ministro de Guerra doctor Luis A. Riart, a la interpelación del sector colorado del Senado el 24 de marzo de 1927.
INDICE
INTRODUCCIÓN
- LAS PRIMERAS ADQUISICIONES
- LOS FUSILES ESPAÑOLES, TAMBIÉN LLAMADOS “MATAPARAGUAYOS”
- ADQUISICIÓN DE LA COMISIÓN “PRO FUSIL”
- LOS BARCOS DE GUERRA
- ADQUISICIÓN DE LOS MORTEROS STOCKES BRANDT
- DEPENDENCIAS MILITARES
- CONSTRUCCIONES MILITARES
- RESUMEN DE LAS ARMAS ADQUIRIDAS ANTES DE LA GUERRA Y QUE PARTICIPACIÓN EN LA MISMA
- RECURSOS CON QUE FUERON FINANCIADAS LAS ADQUISICIONES DE LAS ARMAS
- PREPARATIVOS DE BOLIVIA
- ARMAS COMPRADAS AL COMENZAR LAS HOSTILIDADES Y EN EL CURSO DE ELLAS
- ARMAS TOMADAS A LOS BOLIVIANOS
- CALIDAD DE LAS ARMAS PARAGUAYAS Y BOLIVIANAS
- PARALELO ENTRE LOS PREPARATIVOS PARA LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA, Y LA DEL CHACO
- COSTO APROXIMADO DE LA GUERRA
- BOQUERÓN
- TUYUTI Y CAMPO VÍA
- ARMISTICIO DE CAMPO VÍA
- CONSIDERACIONES FINALES.
APENDICE
Resolución Nº 46 // Resolución Nº 49 // Decreto Nº 22.014 // Decreto Nº 28.623 // Decreto Nº 27.595 // Decreto Nº 26.770 // Decreto Nº 21.767 // Decreto Nº 26.719
Proyecto de contrato para la venta al Excmo. señor doctor don Eusebio Ayala, Ministro del Paraguay en los Estados Unidos, del material de guerra objeto de este proyecto de contrato, con destino al Gobierno del Paraguay
Decreto Nº 26.603 // Resolución Nº 7 // Resolución Nº 8 // Decreto Nº 26.622 // Decreto Nº 31.369
Resúmenes de contratos firmados por el doctor Eusebio Ayala, el doctor Venancio B. Galeano y el general don Manlio Schenoni L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario