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jueves, 26 de noviembre de 2009

EFRAÍM CARDOZO - LA GUERRA DEL CHACO / Fuente: BREVE HISTORIA DEL PARAGUAY

LA GUERRA DEL CHACO
Autor:
EFRAÍM CARDOZO
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LA CUESTIÓN DEL CHACO. Muchos factores influyeron para que finalmente estallara la guerra entre el Paraguay y Bolivia por la posesión del Chaco, que venía debatiéndose desde muchos años atrás. De acuerdo con el UTI POSSIDETIS, Bolivia alegó derechos sobre todo el territorio hasta los ríos Paraguay y Pilcomayo, con títulos emanados de la Audiencia de Charcas, y el Paraguay los provenientes de las ordenaciones territoriales de la Corona española, desde las Capitulaciones del siglo XVI hasta las Ordenanzas de Intendentes de 1782, amén de la continuada y no contestada posesión antes y después de 1810. Las disparidades eran fundamentales, pues ambos países ni siquiera estaban de acuerdo sobre la materia del litigio, que, según Bolivia sostenía, versaba sobre todo el Chaco, y según el Paraguay, solo sobre sus límites. Pero tal como estaban las cosas en 1932, el problema ya no era de confrontación de títulos, sino de contraste de políticas en términos no reducibles a soluciones jurídicas.
LA POSICIÓN BOLIVIANA. No impulsó a Bolivia la convicción de sus derechos tanto como el anhelo de compensar con una salida sobre el río Paraguay la pérdida de su litoral sobre el Pacífico. También perseguía razones de prestigio. El presidente de Bolivia, Daniel Salamanca, había predicado en la oposición: "Bolivia tiene una historia de desastres internacionales que debemos contrarrestar con una guerra victoriosa, para que el carácter boliviano no se haga de día en día más y más pesimista. Así como los hombres que han pecado deben ser sometidos a la prueba del fuego para salvar sus almas en la vida eterna, los países como el nuestro que han cometido errores de política interna y externa, debemos y necesitamos someternos a la prueba del fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el Paraguay. Por un lado, es el único país al que podemos atacar con seguridades de victoria, lo que fortalecería nuestro débil sentimiento patrio, y por otro, la guerra exterior haría desaparecer las fronteras partidistas, indispensable acontecimiento para terminar con la vergonzosa cadena de revoluciones caudillistas, que nuestro país muestra en su historia".
LA POSICIÓN PARAGUAYA. De la parte paraguaya, había no solo la conciencia de los derechos, sino la necesidad de defender las bases físicas de la nacionalidad, ya que las pretensiones bolivianas abarcaban más de la mitad del territorio nacional, donde se encontraban fuentes principales de su economía. Aquellos derechos habían sido reconocidos por el laudo del presidente de los Estados Unidos, Rutherford Hayes, y estaban respaldados por el hecho de que el Chaco, uno de los más bárbaros territorios de la América española, había sido ganado a la civilización gracias a los denodados esfuerzos del Paraguay.
LA OPINIÓN PÚBLICA. Contrariamente a lo que ocurrió en los prolegómenos de la guerra contra la Triple Alianza, la opinión pública fue un factor preponderante en la anteguerra del Chaco. La libertad de prensa, de reunión y de asociación, la presencia de la oposición en el Parlamento y la participación de figuras opositoras en las negociaciones diplomáticas impedían al gobierno una política que no estuviera conforme con el sentimiento público. Y este era densamente contrario a toda nueva cesión a Bolivia. El Partido Liberal, que tanto había criticado los tratados firmados por el coloradismo en el siglo XIX, participaba de modo principal en esta intransigencia nacional. A él se debió la nueva doctrina de la "intangibilidad" del río Paraguay invariablemente sostenida en las gestiones diplomáticas, que llevaron a la convicción de que la guerra era inevitable, pues Bolivia insistía en la cesión de gran parte de ese litoral como condición previa para todo arreglo pacífico. Las apreciaciones de la oposición sobre el estado de la defensa nacional no generaron derrotismo.
LOS INTERESES PETROLEROS. Una de las más importantes empresas petroleras de Estados Unidos tenía vastas explotaciones en el territorio boliviano aledaño al Chaco. Con el escondido apoyo del Departamento de Estado, estimuló a Bolivia en sus pretensiones, deseosa de ensanchar sus pertenencias con los hidrocarburos que se creía existentes en gran escala en el Chaco y para asegurar salida propia a sus productos por el río Paraguay. La preponderante gravitación de los intereses petroleros norteamericanos -denunciada en Washington por el senador Long- cesó bruscamente con el advenimiento de Franklin D. Roosevelt al poder en 1933. Pero desde entonces el petróleo se convirtió en un factor de las luchas de las cancillerías en torno al conflicto del Chaco.
INICIACIÓN DE LAS HOSTILIDADES. Dentro de su plan de ocupación progresiva del Chaco, sin detenerse ante sus consecuencias, los bolivianos se apoderaron, el 15 de junio de 1932, del fortín Carlos Antonio López, a orillas del importante lago Pitiantuta. Fue la chispa que hizo estallar el conflicto. El 15 de julio, fuerzas paraguayas comandadas por el capitán Abdón Palacios recuperaron la posición después de sangrienta batalla. En represalia, Bolivia tomó Boquerón y varios fortines. En vano la Comisión de Neutrales reunida en Washington instó a detener los movimientos militares. Las diecinueve restantes naciones americanas declararon, el 3 de agosto de 1932, que no reconocerían adquisición territorial obtenida por las armas. Aunque el Paraguay se avino a arreglos pacíficos, Bolivia se mostró intransigente, resuelta a encontrar en los campos de batalla la solución del viejo diferendo.
NUEVO GOBIERNO. El 16 de agosto de 1932, Guggiari entregó el mando a Eusebio Ayala, a quien se le conocía por sus ideas pacifistas, pero que pronto se transformó en el vocero de la intransigencia paraguaya. A la cancillería fue llevado Justo Pastor Benítez, y se dio el insólito hecho de que la cartera de guerra y marina fuera confiada, en plena contienda bélica, a un civil, Víctor Rojas. Aunque funcionaba nominalmente un comando en jefe a cargo del general Manuel Rojas el peso principal de la conducción militar recayó, desde el primer momento, sobre el teniente coronel José Félix Estigarribia, jefe de una división y luego de un cuerpo de ejército. Los arsenales de Asunción, bajo la dirección enérgica del teniente José Bozzano, se convirtieron en el principal organismo de la retaguardia.
LOS PLANES MILITARES. La vieja guardia del ejército, apoyada por expertos militares extranjeros, propugnó la defensa a orillas del río Paraguay, abandonando el resto del Chaco. Estigarribia se opuso enérgicamente a este plan y sostuvo la necesidad de la guerra ofensiva desde el primer momento. Propuso atacar las posiciones bolivianas antes de que se completara la concentración de las fuerzas enemigas. El presidente Ayala apoyó su plan, y el 1° de setiembre comisionó al mayor Juan Manuel Garay para llevar la orden de ataque. Garay fue designado jefe del Estado Mayor, cargo que ocupó hasta la terminación de la guerra.
LA BATALLA DE BOQUERÓN. El Paraguay pasó a la ofensiva atacando el fortín Boquerón, poderosamente fortificado, desde el 9 de setiembre hasta el 29 de setiembre de 1932, en que finalmente se rindió la guarnición. Hubo un retroceso general boliviano. La victoria fue de positivos efectos morales en el Paraguay, que aunque con menores recursos presentó un ejército mejor equipado y conducido. Bolivia llamó para comandar sus tropas al general alemán Hans Kundt, héroe de la guerra europea. Kundt logró detener el avance paraguayo en Saavedra, pero luego fracasó en enero de 1933 en su ofensiva contra Nanawa, defendida por el coronel Luis Irrazábal.
RETIRO DE WASHINGTON. Fracasados todos los esfuerzos de la Comisión de Neutrales reunida en Washington para detener la guerra, por la intransigencia boliviana, la Comisión, bajo la influencia del representante norteamericano, adoptó una actitud favorable a Bolivia. Propuso el abandono del Chaco por las tropas paraguayas, mientras que las bolivianas quedarían en posesión de la mitad del territorio. El Paraguay rechazó la fórmula y se retiró de Washington. La Comisión de Neutrales quedó disuelta y las negociaciones se radicaron en el Río de la Plata, donde el canciller argentino Carlos Saavedra Lamas buscó contactos con el canciller chileno Miguel Cruchaga Tocornal para nuevas tratativas de paz.
ACTITUD DE LOS LIMÍTROFES. Los gobiernos limítrofes a los contendores adoptaron actitudes distintas. La Argentina no disimuló sus simpatías hacia el Paraguay, le ayudó bajo carpa con proyectiles, combustible y recursos, y le estimuló a no ceder ante las aspiraciones portuarias de Bolivia, recelosa de la aparición de un nuevo factor que perturbara el equilibrio en el Río de la Plata. El Brasil abogó, por lo contrario, en favor de esa aspiración, y adoptó una actitud favorable a Bolivia. Parecía que el conflicto sería la causa de grandes trastornos americanos, pues también Chile, que en un principio había animado al Paraguay, dando un viraje, comenzó a apoyar diplomáticamente a Bolivia y le permitió el enganche en su territorio de oficiales y obreros. Saavedra Lamas, comprendiendo la gravedad de la situación continental, se esforzó grandemente en concertar una política común entre los tres grandes países limítrofes. El nuevo presidente norteamericano, F. D. Roosevelt, favoreció esa política y retiró el apoyo que, por presión de los intereses petroleros, prestaba a Bolivia el Departamento de Estado.
CONFERENCIA DE MENDOZA. Los cancilleres de la Argentina y Chile se reunieron en Mendoza y propusieron, el 2 de febrero de 1933, un plan sobre la base del arreglo por arbitraje de todas las diferencias y de la solución de los problemas de mediterraneidad de los contendores. El plan fue aceptado por el Paraguay, pero rechazado por Bolivia, esperanzada en Kundt, que tuvo un nuevo fracaso en Toledo, donde el coronel Juan B. Ayala le derrotó el 27 de febrero de 1933.
DECLARACIÓN DE GUERRA. Hasta el momento no había declaración oficial de guerra, situación que favorecía a Bolivia, pues al no declarar la Argentina su neutralidad, aquella se aprovisionaba libremente a través de la frontera del Pilcomayo, y tampoco Chile podía impedir el enganche de oficiales y el paso de armas por su territorio. Para regularizar la situación y obligar a los países limítrofes a cumplir los deberes de la neutralidad, el 10 de mayo de 1933 el Paraguay declaró oficialmente la guerra. Bolivia invocó el artículo 16 del Pacto de la Sociedad de las Naciones, y esta resolvió enviar una comisión investigadora, constituida por cuatro europeos y un americano. Antes de partir la comisión, Brasil sugirió una nueva mediación americana, a lo que accedió la Sociedad de las Naciones, quedando en suspenso su intervención.
OFENSIVA BOLIVIANA. El 4 de julio de 1933 emprendió Kundt un ataque masivo en Nanawa, sin lograr romper las defensas paraguayas. La ofensiva se extendió en agosto a Gondra, Fernández, Herrera, Rancho Ocho y Pirizal, donde se libraron grandes batallas, con mucho desgaste humano y pérdida de material por los atacantes, que no obtuvieron apreciables resultados y se pusieron a la defensiva. Estigarribía decidió pasar a la ofensiva y planeó una vasta operación con vistas a la destrucción del ejército boliviano.
MEDIACIÓN DEL ABCP. Argentina y Chile concertaron un acuerdo con los otros países limítrofes, Perú y Brasil, para tentar nuevamente la paz. Una fórmula sugerida por el Brasil fue propuesta a los beligerantes e implicaba la cesión previa de una parte del Chaco a Bolivia. La proposición fue rechazada por el Paraguay. Los presidentes de Brasil y la Argentina, Getulio Vargas y general Agustín P Justo, se entrevistaron el 7 de setiembre de 1933 en Río de Janeiro, y resolvieron marchar de consuno frente al conflicto. El acuerdo fue sugerido por el presidente Ayala, convencido de que la paz solo sería alcanzada por intermedio de esos dos grandes países.
VICTORIA DE CAMPO VÍA. El primer paso de la ofensiva paraguaya consistió en el cerco de las tropas bolivianas en Pampa Grande y Pozo Favorito, que se rindieron el 15 de setiembre de 1933. Estigarribia fue ascendido a general. El ejército paraguayo por primera vez estuvo comandado por un general desde que se iniciaron las hostilidades. No tendría otro. El ataque decisivo fue en el sector Zenteno-Gondra, donde mediante vastos movimientos estratégicos, Estigarribia obligó al grueso boliviano a entregar sus armas en Campo Vía, el 11 de diciembre de 1933. La victoria produjo inmenso júbilo en el Paraguay. El presidente Ayala proclamó: "El nombre del Paraguay se dibuja de nuevo en la historia con fulgores de heroísmo. En nuestros corazones late con fuerza la fe en la patria inmortal".
LA COMISIÓN DE GINEBRA. Al filo de la batalla llegó la Comisión de la Sociedad de las Naciones, que después de visitar las dos capitales y el teatro de operaciones, presentó fórmulas de arreglo que no alcanzaron éxito. El único fruto que obtuvieron fue un armisticio que ofreció el Paraguay después de Campo Vía y que se prolongó hasta el 6 de enero de 1934. Reanudadas las operaciones, prosiguió el avance paraguayo en dirección al Pilcomayo. Una tras otra cayeron las posiciones bolivianas. Kundt fue destituido y reemplazado por el general Peñaranda, que esperó la ofensiva paraguaya en Ballivian, fuertemente artillado. El 27 de marzo de 1934 tuvieron los bolivianos otro revés en Cañada Tarija, pero en Cañada Strongest alcanzaron una victoria, la única que conquistaron en la guerra. Como Ballivian parecía inexpugnable, Estigarribia prosiguió el avance, flanqueando esa posición en dirección al Norte, hacia donde se desplazó la lucha.
BATALLA DE EL CARMEN. Las columnas paraguayas al mando del coronel Rafael Franco avanzaron hacia los límites del Chaco y llegaron cerca de Carandayty. Demasiado alejadas de sus bases, fueron envueltas, pero rompieron el cerco tras sucesivos combates en Algodonal, Ysyporenda, Loma Vistosa y Villazón. La contraofensiva boliviana parecía incontenible, pero Estigarribia, mediante hábiles movimientos estratégicos, a cargo del coronel Carlos Fernández, ganó el 16 de noviembre de 1934 la brillante victoria de El Carmen. Como consecuencia de la batalla, Ballivian fue capturado, los bolivianos emprendieron una nueva retirada hacia Villa Montes, ya en los confines del Chaco, y el presidente Salamanca fue depuesto por el ejército derrotado.
RUPTURA CON CHILE. Como Chile se negaba a impedir la contratación por Bolivia de oficiales y obreros en su territorio, y como tampoco ponía cortapisas al tránsito de armamentos, el Paraguay rompió relaciones. Mientras tanto, la Comisión de la Sociedad de las Naciones suscribió un informe, nada favorable al Paraguay, y por su recomendación, la Asamblea, reunida en Ginebra el 24 de noviembre de 1934, formuló un proyecto de arreglo a los beligerantes, al tiempo que les imponía embargo de armas como un modo de obligarlos a aceptar su plan. Este fue rechazado por el Paraguay, por considerar que adoptaba los criterios bolivianos. Comenzó a cundir la impresión de que los poderosos intereses del estaño boliviano estaban infiltrados en la burocracia de Ginebra. Las relaciones con Chile fueron reanudadas por mediación de la Argentina.
LOS POZOS DE YRENDAGUE. La situación se volvía crítica para el Paraguay pues sus reservas humanas estaban agotándose y su economía tambaleaba. Bolivia, haciendo un gran esfuerzo, reunió un cuerpo de ejército en Picuiba, en el norte del Chaco, listo para cortar la retaguardia paraguaya e irrumpir sobre el río Paraguay. Para desbaratar la grave amenaza, Estigarribia concibió un audaz plan. Una pequeña columna, al mando del coronel Eugenio Garay, después de homérica marcha a través del desierto, se apoderó el 8 de diciembre de 1934, de los pozos de Yrendague, el único depósito de agua de que disponía el cuerpo que, al mando del coronel David Toro, estaba alistándose para marchar sobre el río Paraguay. El desastre boliviano fue pavoroso. El ejército de Picuiba se dispersó en el desierto y millares murieron de sed.
AVANCE HASTA EL PARAPITÍ. Desvanecido el peligro de una irrupción hacia el río Paraguay, prosiguió el avance paraguayo. Los bolivianos intentaron detenerlo, pero fueron nuevamente derrotados en Ybybobo, el 30 de diciembre de 1934. El 16 de enero de 1935, fuerzas de avanzada cruzaron el río Parapití, límite histórico del Chaco reclamado por el Paraguay en las negociaciones diplomáticas. También alcanzaron la cordillera de los chiriguanos, donde los paraguayos confraternizaron con los indios guarayos, descendientes de antiguos emigrantes guaraníes de los tiempos de la conquista. Prácticamente casi todo el Chaco había sido reivindicado por la fuerza de las armas al entrar en el tercer año de lucha.
RETIRO DE GINEBRA. La gravitación de los intereses económicos bolivianos en Ginebra se hizo notoria con la resolución de la Sociedad de las Naciones de levantar el embargo de armas a Bolivia por haber este país aceptado su plan. El Paraguay consideró que el mantenimiento de la prohibición en su perjuicio, sin haberse determinado las responsabilidades por el estallido de la guerra, implicaba una injusta sanción. Y en protesta se retiró de Ginebra el 23 de febrero de 1935. Desde ese momento, las negociaciones pacificadoras se radicaron en Buenos Aires, pero el canciller Saavedra Lamas tropezó con serios obstáculos para constituir el grupo mediador americano. Ayala, el 14 de abril, anunció que, si continuaban las dilaciones, el Paraguay se entendería directamente con Bolivia, sin mediadores, para llegar a la paz.
ULTIMAS OPERACIONES. La guerra se desarrollaba ahora en pleno territorio boliviano. El 16 de abril de 1935 cayó Charagua, la primera ciudad boliviana que sufría los estragos bélicos. Para detener el avance paraguayo que apuntaba a Camiri, asiento de los pozos petrolíferos, Peñaranda rebasó el ala paraguaya, tomando Boyuibé el 27 de abril. Amenazados de quedar copados, los paraguayos repasaron el Parapití, pero batieron a los bolivianos en Mandeyupecuá, Cuervo y Huiripitindi. Las operaciones quedaron estabilizadas en ese sector, pero prosiguieron en la zona de Ingavi, donde el 7 de junio de 1935 se libró la última gran batalla. Fue destruida la sexta división y tomados prisioneros su comandante y más de 1.000 combatientes.
EL GRUPO MEDIADOR. El 11 de mayo quedó constituido en Buenos Aires el grupo mediador, bajo la presidencia del canciller Saavedra Lamas, y con representantes de Argentina, Estados Unidos, Brasil, Chile, Perú y Uruguay. El 26 de mayo se incorporaron el canciller del Paraguay, Luis A. Riart, y el de Bolivia, Tomás A. Elío. Coincidió la reunión con la visita del presidente del Brasil, Getulio Vargas, que juntamente con el presidente argentino, general Justo, intervino activamente en las gestiones de paz. Estas se hicieron sobre la base de un memorándum que el 26 de mayo presentó el canciller Riart. En repetidas oportunidades, el presidente Ayala estuvo en comunicación telefónica directa con Riart, y una última dificultad fue salvada mediante una conversación con el presidente justo. El 9 de junio se llegó a un acuerdo completo.
EL PROTOCOLO DE PAZ. Las arduas negociaciones fructificaron el 12 de junio de 1935. Ese día se firmó un protocolo que dispuso el fin de las hostilidades sobre la base de las posiciones alcanzadas y la inmediata convocatoria de una conferencia de paz para la solución, por acuerdo directo o arbitraje, de los diferendos que habían llevado a los dos países a la guerra. Además se contempló el estudio y solución de los problemas que creaba al Paraguay y Bolivia su situación mediterránea. El 14 de junio cesó el fuego en todo el frente, y una comisión militar neutral, presidida por el general Martínez Pita, se trasladó al frente para demarcar las posiciones.
BALANCE DE LA GUERRA. La paz vino en momento oportuno. El Paraguay había recuperado casi todo el territorio del Chaco pero estaba al borde del colapso económico. El esfuerzo de la financiación había sido extraordinario. La guerra le costó 124.503.515 dólares, de los cuales solo 5.542.126 provinieron de aportes externos. Todo se pagó al contado. El Estado quedó sin deuda, caso único en la historia. Pero la extenuación económica era enorme, así como el cansancio general. Las reservas humanas estaban agotadas. En los últimos tiempos la reposición de las bajas implicaba problemas insolubles. De los 140.000 movilizados, 36.000 murieron en el Chaco.
LA CONDUCCIÓN PARAGUAYA. La estrecha colaboración y entendimiento entre el conductor civil y el militar fue uno de los factores decisivos de las victorias paraguayas. Eusebio Ayala ganó el dictado popular de "Presidente de la Victoria". El Congreso le confirió una Medalla de Reconocimiento. Durante la guerra hizo numerosos viajes al frente de operaciones. No perdió de vista, en ningún momento, la posibilidad de la paz, pero apoyó a Estigarribia en todos sus planes. Estigarribia emergió de la guerra como uno de los grandes jefes militares del siglo. Precursor de muchas de las tácticas de la Segunda Guerra Mundial, tuvo también la virtud de mantener la disciplina y cohesión de un ejército, cuyos principales jefes habían sido antagonistas en las recientes luchas civiles. Muchos de los militares paraguayos cobraron fama por sus hazañas, como los coroneles Nicolás Delgado, Juan B. Ayala, Gaudioso Núñez, Carlos Fernández, Rafael Franco, Luis Irrazábal, Francisco Brizuela, Eugenio Garay, Eduardo Torreani Viera, Julián Sánchez, Arturo Bray Abdón Palacios, Alfredo Ramos, Ramón Paredes, Félix Cabrera, Basiliano Caballero Irala, Paulino Antola, Federico Smith, José A. Ortiz, Luis Santiviago, Dámaso Sosa Valdez, etc.
LA CONFERENCIA DE PAZ. La Conferencia de Paz se inauguró en Buenos Aires el 1° de julio de 1935, con participación de la Argentina, Estados Unidos, Brasil, Chile, Perú y Uruguay. La presidencia de la delegación paraguaya fue confiada a Gerónimo Zubizarreta, que encarnaba la opinión intransigente, contraria a toda cesión a Bolivia, notablemente vigorizada con los resultados de la guerra. Pronto se vio que la Argentina y el Brasil, que llevaban la voz cantante entre los mediadores, estaban de acuerdo en impedir que el Paraguay cosechara todos los frutos de la victoria. Renacieron viejos temores, que se creían sepultados en Cerro Corá, y se decidió no reconocer al Paraguay su calidad de país vencedor. Cuando el 15 de octubre de 1935 la Conferencia formuló una propuesta de arreglo, éste incluía la cesión a Bolivia de una parte del río Paraguay y de cerca de la mitad del Chaco recuperado por las armas paraguayas. La indignación paraguaya fue grande. La propuesta fue rechazada con energía.
REPATRIACIÓN DE PRISIONEROS. El asunto de fondo fue puesto de lado y la Conferencia pasó a considerar los problemas de la repatriación de prisioneros. Aunque el Paraguay tenía derecho a retenerlos hasta la firma del tratado definitivo de paz, consintió, por acta del 21 de enero de 1936, en su recíproca devolución, previo pago por Bolivia de una indemnización en concepto de gastos de manutención. Además fueron confirmadas las medidas de seguridad en el Chaco, sobre la base de la línea de hitos, establecida como frontera militar. La Conferencia entró en receso.
Fuente: BREVE HISTORIA DEL PARAGUAY. Autor: EFRAÍM CARDOZO. Editorial Servilibro, Dirección Editorial: VIDALIA SÁNCHEZ. Asunción-Paraguay, 2007. 177 pp.

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